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La medicina tradicional se fundamenta en la antropología médica, una subdisciplina de la antropología social que, desde finales del siglo XIX, ha evolucionado para reconocer que la salud, la enfermedad y la atención no son fenómenos universales ni biológicamente neutrales, sino construcciones culturales profundamente arraigadas en creencias, símbolos y prácticas sociales. Esta perspectiva entiende la salud como un espacio simbólico donde convergen lenguaje, emociones, representaciones colectivas y comportamientos, todos mediados por la cultura. Dentro de este marco, destacan dos enfoques: la etnomedicina, que estudia sistemas médicos no occidentales —especialmente con componentes mágico-religiosos—, y la antropología médica interpretativa, impulsada por Arthur Kleinman, que enfatiza que la enfermedad es una experiencia cultural interpretada y compartida entre pacientes y sanadores. Un sistema médico, según esta visión, integra saberes, técnicas (como el uso de plantas o rituales), actores especializados (curanderos, parteras, hierberos, etc.) y un contexto cultural específico. La medicina tradicional, en este sentido, es un sistema coherente basado en la cosmovisión de cada pueblo, que busca restablecer el equilibrio entre lo físico, lo social y lo espiritual. En los Andes, por ejemplo, el curanderismo quechua se expresa mediante rituales y ofrendas a fuerzas de la naturaleza divinizadas, como los Apus o la Pachamama, y se lleva a cabo en espacios específicos de venta de insumos rituales que funcionan como nodos culturales donde se articulan saberes, objetos y actores sociales. Estudios empíricos en América Latina y, en particular, en el Perú, confirman la vigencia de estas prácticas. Investigaciones en regiones como Arequipa, Huancavelica, Puno y Cusco muestran que la medicina tradicional sigue siendo una alternativa principal de atención en salud, tanto en zonas rurales como urbanas. Su persistencia se explica por su accesibilidad económica y geográfica, su coherencia con la identidad cultural y, en muchos casos, por la discriminación percibida en el sistema biomédico. Aunque existe una coexistencia entre medicina tradicional y occidental, los avances en políticas interculturales en salud son limitados y desiguales.
Manuel Montoya Lizárraga MD ID TM
Editor