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Imagen cinematográca de los magistrados como modelos deónticos
Revista
YACHAQ
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NN
.º.º
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la superficialidad reinante en las sociedades
contemporáneas, vale la pena arriesgar, arro-
jándonos hacia el séptimo arte, y desde allí cre-
cer con ayuda de los procesos interpretativos
sobre captación y construcción de sentido de la
realidad. Como lo señala el pensador argentino
Feinmann, «pase lo que pase, y aun si lo que
pasa es peor, siempre nos quedará el cine».
De acuerdo a las películas que vio a lo
largo de su carrera y su vida, ¿Podría des-
cribirnos las principales características
que tiene un juez en el cine? ¿Estas pelí-
culas contribuyeron en su formación ética
como magistrado?
El cine judicial es bastante teatral y el uni-
verso físico que lo alberga ha captado durante
varios años mi atención. Cada juicio permite
abrir el telón para poner en evidencia la vida
humana. Las pasiones humanas se desatan y
unas reglas, ya sean legales o jurisprudencia-
les, son evocadas para tratar de resolver dile-
mas y conflictos humanos. En medio de ellos,
hay un hombre, un tercero ajeno llamado a
decidir. Ese es el juez, un ser que en el cine
ha sido mostrado en dos direcciones: en unos
casos como un árbitro imparcial y otros como
un sujeto juez autoritario, interventor constan-
te durante el desarrollo del proceso, e incluso
como un sujeto parcial.
El primer tipo de juez es el que participa
en un estrado como un tercero que escucha
a las partes del litigio y luego lo resuelve con
apoyo en los argumentos que estas presentan
y en las pruebas que se le allegan. En esta di-
rección encontramos un árbitro que tiene bási-
camente un papel de receptor en la etapa de
instrucción y alegaciones; el juez solo adquie-
re un papel protagónico a la hora de fallar, ya
sea que esté o no acompañado de jurado. La
mayoría de películas en esta línea nos vienen
de Europa y Norteamérica; hay poco en el cine
latinoamericano en esta primera perspectiva.
Encuentro en esas películas demasiadas au-
sencias del juez tropos o director que quere-
mos y deseamos en nuestras comunidades,
comprometidos con fines, como los del Estado
social de derecho. Eso es lo que encuentro,
en principio, en ese tipo de cine; si bien pue-
de mostrarnos a un buen juez, sin tachas en lo
moral, que hace respetar su independencia e
imparcialidad, no interviene activamente en la
relación procesal; no revela poderes de direc-
ción técnica y material para asegurar fines pú-
blicos que deben estar presentes en el proce-
so. Películas en este sentido, en los procesos
dispositivos y adversariales, por regla general,
dan mayor protagonismo a las partes y a sus
apoderados.
Aunque la decisión judicial sea la correc-
ta, en ese tipo de juez hallamos a un árbitro, no
propiamente a un funcionario comprometido
con la igualdad material de las partes, más allá
de la mera igualdad formal. Eso es lo que nos
ha entregado tradicionalmente el cine. Puede
ser que el juez acierte en la decisión, pero es la
parte la que finalmente direcciona hacia dónde
debe inclinarse la demanda. Como ejemplos
puedo recomendar estas películas: Larry Flint,
The wrong man, Inherit the Wind, Philadelphia,
The Veredict, The Rainmaker y Erin Brockovich.
En cuanto al segundo tipo de funcionarios
judiciales, el cine nos ha ilustrado sobre sujetos
autoritarios y parciales, insertos en un aparato
burocrático, muchos de ellos con prácticas co-
rruptas. Por ejemplo, en Midnight Express el de-
recho al debido proceso de Billy Halles se niega
íntegramente. Se advierten jueces desprovistos
de independencia e imparcialidad, y dispuestos
a sacrificar el derecho de defensa o contradic-
ción de los reos. Otro ejemplo para destacar es
la película J’accuse de Roman Polanski del año
2019, en la que se enseña cómo la decisión ju-
dicial es el resultado de políticas mezquinas que
revelan un entramado de corrupción.
Cuando seguimos en El Secreto de sus
ojos los pasos de Benjamín Espósito, un em-
pleado de un juzgado penal que durante varios
años percibió que el sistema judicial se venía
desmoronando y sin capacidad suficiente para
resolver los conflictos humanos. Espósito quie-