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Revista
YACHAQ
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Ubaldo Márquez Roa
Estados Unidos de Norteamérica las estadísti-
cas muestran que, en 2019 se reportaron un to-
tal de 406,970 mujeres que fueron víctimas de
una agresión sexual, mientras que en el caso
de los hombres se reportaron 52,336 (Statista
Research Department, 2020), en el caso de las
mujeres fueron 8 veces más que en los varo-
nes, ello no implica que los hombres no sean
violentados en su sexualidad, sino que existen
pocos que se atreven a denunciar estos actos.
Los hombres y mujeres comparten muchas
razones para no notificar a las autoridades so-
bre la violencia sufrida, principalmente se debe
a la carencia de apoyos, vergüenza, temor o
riesgo de ser culpados, temor o riesgo de que
no les crean (Organización Mundial de la Salud,
2013), además, en el mundo —apreciado desde
la perspectiva de lo masculino— es en esencia
agresivo, vinculado al dominio y sometimiento
de los instintos y deseos ajenos a los propios,
aquello denominado como libido es simplemen-
te la culminación de los apetitos sexuales y la
reafirmación de la voluntad sobre otro.
Las agresiones sexuales en los hombres
y mujeres conllevan consecuencias físicas,
mentales y sexuales, entre las más comunes
se tienen la depresión, ansiedad, desórdenes
postraumáticos, ira, vergüenza, lástima y cul-
pa. Los hombres también enfrentan cambios
para reconciliar su identidad masculina des-
pués de una agresión sexual. Además, erró-
neamente se mantienen las percepciones de
que las víctimas masculinas son poco proba-
bles (Kimmelm 1997, p. 224. Gear, 2007, p.
100), y que los hombres heterosexuales sufren
menos daño, por el simple hecho de ser hom-
bres todo sexo es bienvenido (Escaso, 1997, p.
33), cuando en realidad aquellos hombres que
sufren de una agresión sexual pueden presen-
tar reacciones fisiológicas y psicológicas tales
como: incapacidad para moverse, gritar, tener
erecciones o incluso eyaculaciones en res-
puesta a estímulos físicos no deseados, estas
reacciones no indican un consentimiento (Le-
vin, 2004, p. 122), cuestiones que, en ocasio-
nes, pasan por desapercibidas o conveniente-
mente ignoradas por la autoridad.
El ambiente masculino se ha caracteri-
zado por su agresividad y violencia, principal-
mente en el aspecto sexual, mediante ofensas
verbales hacia una mujer cercana a un hombre
como son sus esposas, hermanas, madres o
hijas, aunque las ofensas también pueden ser
realizadas de manera directa hacia sus perso-
nas, a través de cuestionamientos directos a su
sexualidad, así como de invasiones a sus es-
pacios personales. ¿Cuáles son los efectos de
estas ofensas? El objetivo es la intimidación,
se busca que los hombres se sientan incapa-
ces de proteger a sus seres amados de otros
hombres, a fin de que demuestren ser capaces
de contrarrestar estas ofensas por medio de
impulsos violentos. Es común ver este tipo de
agresiones en el ámbito castrense, con estas
tácticas se pretende lograr un endurecimiento
de los nuevos reclutas, así mismo, es menos
probable que los hombres indiquen quienes
fueron sus agresores, pues saben que tendrán
que trabajar con ellos en diferentes labores,
además, lo asimilan como parte del entrena-
miento (Davis, 2017, p.78).
Como se puede observar, las políticas de
género no resultan equitativas, pues los hom-
bres heterosexuales también sufren violencia
de género y actos que perpetran en su intimi-
dad sexual (Cfr. Observación: CAT-GC-2, párr.
22), la misma sociedad es la que continúa re-
forzando la construcción masculina, aquello
que «significa ser un hombre». Por tanto, la
masculinidad para los hombres heterosexuales
se impone como un duro camino en el cual los
hombres deben endurecerse, creando de esta
manera la expectativa de invencibilidad mas-
culina, perpetuando en la doctrina y la prácti-
ca que las normas y políticas de género sean
aplicables para toda aquella persona que no
pertenezca al grupo de varones heterosexua-
les. La masculinidad es un lugar silencioso,
donde la pasividad, las lágrimas y la cobardía
son severamente reprimidas por las personas,
mientras la valentía y el coraje culminan con la
penetración y la hombría.