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Tríptico de una dama extraviada
Revista
YACHAQ
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N
.º
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¡No quieres nada de mí! No sabes todo lo que
puedo hacer por ti si decidieras estar conmigo.
Hay quienes me insisten que no siga desperdi-
ciando mi tiempo en una mujer tan desventu-
rada como tú. Deseo, una vez más, seguir tus
pasos y abordarte para que comprendas que
tu defensa radical del orden te ha enceguecido.
No quiero que la mujer a la que tanto amo su-
cumba frente a la sinrazón y el despotismo. ¡Te
amo! ¡Te quiero con pasión! No me importa que
los demás te llamen «zorra» y me vituperen por
la pasión que siento por ti. ¡No me importa! Soy
consciente que tocaste fondo, pero aquí estoy.
Aún hoy queda tiempo para el perdón. El Naza-
reno bien lo enseñó al rescatar a la prostituta del
oprobio de una sociedad hipócrita.
¡Ven, ven! No emprendas una retirada definitiva.
Puedo despojarme de ese gorro que tanto te
incomoda. Al fin y al cabo, ¿qué falta me hace?;
tengo clara mi misión. ¡Deseo abrazarte, que
sientas que puedo ofrecerte lo que otros no han
sabido darte! ¡Quédate, por favor! Si dejas que
te abrace y te abarque en todo tu ser, te prome-
to que verás las cosas mejor. No te parece eso
suficiente. ¡No te abismes en el infierno!
¿Sabes? Me recuerdas tanto a una bella more-
na de cabeza rapada y de senos voluptuosos,
que conocí en Cuernavaca. Al contemplarla me
estremecí. No volví a verla, pero ahora que lo
pienso, tú te pareces mucho a ella.
¡Estás a tiempo! No dejes escapar esta oportu-
nidad única. ¿No entiendes los nuevos signos
de los tiempos? Cuando fundamos nuestros
cuerpos y espíritus, habrá un acoplamiento
perfecto. Sentirás, seguro, un íntimo estreme-
cimiento. ¿No te parece esto fantástico? ¡Aún
tienes la oportunidad de ser libre!
Si recapacitas, tendrás toda la capacidad para
discernir, y así tu balanza se fijará en el fiel lugar
que le corresponde. Aún sueño con un mundo
mejor. Con tu enorme inteligencia, haremos todo
lo posible para que haya equilibrio y acierto en
tus decisiones, sobreponiéndote a lo más mez-
quino de ese poder hediondo que te degradó.
Eso sí; si decides escucharme y aceptar lo que
te propongo, tendrás que dar otro uso a tu es-
pada. Lávala de los restos del fango que la man-
charon, para tomar distancia del poder nausea-
bundo que por tanto tiempo te paralizó. Mas
comprende de una vez que sin mí te hundirás.
¡Esta es la última oportunidad! Nos necesita-
mos. ¡Carpe diem!
ENORME CONFUSIÓN
¡Ay, ay, estoy confundida! Siento náuseas. Me
siento atrapada en medio del oprobio.
¡Ah, ignominia! ¿Por qué caí en el servilismo?,
¿por qué fui tan estúpida?, ¿por qué no com-
prendí que me cooptó, desfigurando mi identi-
dad? Sí, sí. Ahora que me miro ante el espejo,
y aunque lo hago sin la máscara, siento que no
soy como antes.
Estoy cansada de tanta banalidad. Pienso que
no tengo nada que hacer en medio de este
infierno burocrático que me atrapa y que, la-
mentablemente, yo misma he consentido.
Ya no soy modelo de inspiración para nadie.
Deambulo en medio del abismo. No encuentro
salidas, salvo huir. Espero que, con el tiempo,
a quienes ofendí olviden lo que hice y que fui
demasiado banal.
Lo extraño es que todavía haya quien quiera
rescatarme. Más increíble aún, porque se trata
de una de mis víctimas. Afirma que me quiere