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Tríptico de una dama extraviada
Revista
YACHAQ
N
10
Tríptico de una dama extraviada
Triptych of a lost lady
Martín Agudelo Ramírez
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Doctor en Derechos Humanos por la Universidad de Salamanca y en Filosofía por la Universidad Pontificia
Bolivariana de Medellín. Miembro de la Red Iberoamericana de Cine Derecho, de Art-Kine y de la Red ALEC.
Guionista y realizador audiovisual. Correo: martinagramirez@gmail.com.
Centro de Investigación de los Estudiantes de Derecho (CIED)
Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco
N.° 10 - 2019
[pp. 195-198]
Revista de Derecho YACHAQ
ISSN: 1817-597x (impresa) / ISSN: 2707-1197 (en linea)
Fecha de recepción: 11/08/19
Fecha de aceptación: 07/09/19
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Martín Agudelo Ramírez
Revista
YACHAQ
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¡NO HUYAS, POR FAVOR!
¡No huyas, por favor! Por qué te sientes tan aco-
bardada con el peso de la libertad. ¡Ay, preciosa
dama! No quiero que consideres que la libertad
es una amenaza. Espero que sigas presente,
pero ocupando el espacio que te debe corres-
ponder, y que tu inteligencia no se obnubile por
amenazas inexistentes. ¡No quiero que te vayas,
por favor! Pienso que la libertad puede ayudarte
a entender mejor lo que está sucediendo. Solo
te pido q
ue la acojas.
¡Así te veo, así te sueño! ¡No huyas, por favor!
Quiero que seas generosa. Deseo que estés
dispuesta a amar la libertad. Quiero que te
entregues sin condiciones, sin reservas. ¡No
temas, mi querida dama! Cuando abraces la
libertad, ten certeza que balanza y espada no
caerán al piso. Simplemente, quienes recono-
cen la importancia de tu función te verán un
tanto distinta.
¡Arriésgate, te lo pido! No tienes por qué despo-
jarte de tu venda. No te preocupes por la mofa
con que muchos quieren ridiculizarte por llevar
un trapo que consideran como representación
de tus desaciertos por ceguera. Puedes seguir
cubierta, si lo consideras necesario para estar
en el medio y en lo más alto de la escala ante
quienes demandan tus soluciones.
Entiendo que tu causa seguirá siendo el orden
a través de decisiones imparciales; no obstante,
esto no impide que puedas tocar y sentir con
una intensidad estremecedora. Sin lugar a du-
das, puedes llegar a experimentar un clímax
único, sin que por ello hayas de avergonzarte
cuando tus destinatarios conozcan tu dimen-
sión erótica.
¡No te confundas, entusiásmate! Que tengas
pasiones y que los demás se enteren de tu ac-
titud incondicional frente al amor no te hace
menos grande. Con seguridad que tu áurea
divina no desaparecerá, una vez que dejes de
ser tan hermética.
¡No huyas, por favor! No te niegues a amar.
Solo esto puede redimirte en un mundo que ha
perdido la confianza en ti. No dudes de lo único
que puede situarte en el ámbito de lo sublime.
¡Escúchame, noble dama! ¡Atiende mis ruegos!
Esta es tu última oportunidad. ¡Permíteme que
pueda creer en ti!
LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD
Siento que me esquivas. Creo que me odias.
Tu pasado escabroso te atormenta. No eres
capaz de volver la mirada hacia mí. Parece
que no resistes mi gorro de fieltro. Tu rechazo
es manifiesto.
Ahora, ¿qué quieres hacer? ¿Escapar? ¿Estás
cansada? ¿No comprendes lo valiosa que pue-
do serte? ¡Qué felices seríamos si nos amára-
mos! Amar, amar, amar, entregarnos sin reser-
vas, eso quiero, pero... ¿qué sucede?
¿Qué está ocurriendo con la Justicia? ¿Qué puede hacerse? Se presenta a conti-
nuación el guion de mi cortometraje Tríptico de una Dama Extraviada (2017). El corto
es una apuesta intimista sobre la justicia en tiempos de crisis y sobre el dilema que
plantea la libertad, con tres partes diferenciadas que se comunican de manera estre-
cha: ¡No huyas, por favor!, La última oportunidad, y Enorme Confusión. Se agradece
a José Calvo, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Málaga, por la
revisión que hizo del guion.
Ficha técnica:
Guion: Martin Agudelo Ramírez. Música: Daniel Betancur y Jerónimo Betancur. Rea-
lizadores: Martín Agudelo Ramírez, Laura Ramos, Santiago Salcedo, Jorge Rondón
y Daniel Betancur. Actrices: Laura Isabel Arango (Justicia) y Cristina Zuleta (Liber-
tad). Voz en off: John Viana. Vestuario: Melissa Arenas Sánchez.
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¡No quieres nada de mí! No sabes todo lo que
puedo hacer por ti si decidieras estar conmigo.
Hay quienes me insisten que no siga desperdi-
ciando mi tiempo en una mujer tan desventu-
rada como tú. Deseo, una vez más, seguir tus
pasos y abordarte para que comprendas que
tu defensa radical del orden te ha enceguecido.
No quiero que la mujer a la que tanto amo su-
cumba frente a la sinrazón y el despotismo. ¡Te
amo! ¡Te quiero con pasión! No me importa que
los demás te llamen «zorra» y me vituperen por
la pasión que siento por ti. ¡No me importa! Soy
consciente que tocaste fondo, pero aquí estoy.
Aún hoy queda tiempo para el perdón. El Naza-
reno bien lo enseñó al rescatar a la prostituta del
oprobio de una sociedad hipócrita.
¡Ven, ven! No emprendas una retirada definitiva.
Puedo despojarme de ese gorro que tanto te
incomoda. Al fin y al cabo, ¿qué falta me hace?;
tengo clara mi misión. ¡Deseo abrazarte, que
sientas que puedo ofrecerte lo que otros no han
sabido darte! ¡Quédate, por favor! Si dejas que
te abrace y te abarque en todo tu ser, te prome-
to que verás las cosas mejor. No te parece eso
suficiente. ¡No te abismes en el infierno!
¿Sabes? Me recuerdas tanto a una bella more-
na de cabeza rapada y de senos voluptuosos,
que conocí en Cuernavaca. Al contemplarla me
estremecí. No volví a verla, pero ahora que lo
pienso, tú te pareces mucho a ella.
¡Estás a tiempo! No dejes escapar esta oportu-
nidad única. ¿No entiendes los nuevos signos
de los tiempos? Cuando fundamos nuestros
cuerpos y espíritus, habrá un acoplamiento
perfecto. Sentirás, seguro, un íntimo estreme-
cimiento. ¿No te parece esto fantástico? ¡Aún
tienes la oportunidad de ser libre!
Si recapacitas, tendrás toda la capacidad para
discernir, y así tu balanza se fijará en el fiel lugar
que le corresponde. Aún sueño con un mundo
mejor. Con tu enorme inteligencia, haremos todo
lo posible para que haya equilibrio y acierto en
tus decisiones, sobreponiéndote a lo más mez-
quino de ese poder hediondo que te degradó.
Eso sí; si decides escucharme y aceptar lo que
te propongo, tendrás que dar otro uso a tu es-
pada. Lávala de los restos del fango que la man-
charon, para tomar distancia del poder nausea-
bundo que por tanto tiempo te paralizó. Mas
comprende de una vez que sin mí te hundirás.
¡Esta es la última oportunidad! Nos necesita-
mos. ¡Carpe diem!
ENORME CONFUSIÓN
¡Ay, ay, estoy confundida! Siento náuseas. Me
siento atrapada en medio del oprobio.
¡Ah, ignominia! ¿Por qué caí en el servilismo?,
¿por qué fui tan estúpida?, ¿por qué no com-
prendí que me cooptó, desfigurando mi identi-
dad? Sí, sí. Ahora que me miro ante el espejo,
y aunque lo hago sin la máscara, siento que no
soy como antes.
Estoy cansada de tanta banalidad. Pienso que
no tengo nada que hacer en medio de este
infierno burocrático que me atrapa y que, la-
mentablemente, yo misma he consentido.
Ya no soy modelo de inspiración para nadie.
Deambulo en medio del abismo. No encuentro
salidas, salvo huir. Espero que, con el tiempo,
a quienes ofendí olviden lo que hice y que fui
demasiado banal.
Lo extraño es que todavía haya quien quiera
rescatarme. Más increíble aún, porque se trata
de una de mis víctimas. Afirma que me quiere
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con pasión, pese a ser tanto el daño como le
hice. No entiendo bien sus requerimientos; in-
cluso, me compara con otras mujeres, y ase-
vera que esta es mi última oportunidad. ¿Por
qué me habla de amor después de todo el mal
que le he hecho? Sí, sí. ¡Qué suplicio! Todo
esto es nauseabundo.
¡Qué tiempos tan difíciles! Permití que en nom-
bre de la estabilidad y la seguridad las liberta-
des individuales se disiparan. Ni siquiera alcan-
zo a ser una buena consejera.
¡Ay, querida Antígona! Estoy tan lejos de ti. No
soy ni sombra de aquello por lo que ofreciste
sacrificio. No tengo la valía tuya para seguir
mostrando mi rostro. Mejor sería embozarlo.
Hay alguien que me pretende. Indudablemente,
no debe estar en su sano juicio. ¿Por qué insiste
que no me vaya? Quiero que entienda que esa
insistencia puede conducirle a su pérdida defi-
nitiva. ¿Por qué no siente miedo pese a todo el
daño que le infligí?
Si me quedo, el monstruo que me ha manosea-
do por tanto tiempo se interpondrá con seguri-
dad entre nosotros. No hay oportunidad para el
amor. Creo que no es posible albergar un espa-
cio para la libertad. ¡Todo está perdido! No creo
que la bestia que me sedujo pueda ser derrota-
da. Para desdicha de ambas seguirá presente.
¡Ah qué tozudez! ¿Por qué encuentro a alguien
que, en nombre del amor, espera que yo cam-
bie en estos tiempos de crisis? ¿Ahora? No en-
tiendo. ¿Por qué cree que merezco otra oportu-
nidad? y ¿por qué insiste? ¿Será posible? ¡Ah,
enorme confusión y desconcierto! ¿Qué estoy
diciendo ahora? ¿Y si le fallo?