166
Marilia S. Peceros Valencia
Revista
YACHAQ
•
N
.º
10
I. INTRODUCCIÓN
Vagón, tras vagón; la historia de los ferrocarri-
les peruanos se ha ido construyendo desde hace
más de cien años (La República, 2008); sin embar-
go, el Perú sigue siendo un País donde existe un
gran déficit de infraestructura ferroviaria y donde
solo existen actualmente nueve ferrocarriles (cuatro
de ellos privados), la mayoría de ellos dedicados al
transporte de carga y no de pasajeros.
Por el historiador Jorge Basadre, sabemos
que el inicio de los ferrocarriles peruanos se re-
monta hacia los años 1840, se conoce también que
fueron los contratos otorgados a los empresarios
estadounidenses Henry Meiggs y W.R. Grace los
instrumentos mediante los cuales les encargaron
el desarrollo de la expansión de los ferrocarriles de
penetración, que son los ejes de nuestro sistema
ferroviario nacional; sin embargo, en aquella opor-
tunidad no solo no se concluyó la construcción de
estos, sino que en dicho emprendimiento se fueron
nuestras reservas de guano y salitre, además que
nos dejó una enorme deuda, como lo llamaría él
mismo, la lamentable historia.
Lo que la gran mayoría de peruanos conoce
sobre ferrocarriles en el Perú, es que poseemos el
ferrocarril más alto del mundo (5 000 msnm) ubicado
en Ticlio, a mitad de camino entre Lima y Huancayo,
el cual fue construido por Ernesto Malinowsky. Sin
embargo, pocos conocemos las enormes ventajas
de poseer un país interconectado con líneas férreas
y el enorme reto que ello significa.
En los próximos años, con el programa Sie-
rra Exportadora y el crecimiento del sector minero,
se espera un notable incremento en la demanda de
transporte, lo cual hace necesario contar con vías
alternas complementarias eficientes para trasladar
los productos a los puertos de embarque. La Carre-
tera Central, uno de los principales ejes viales del
país, soporta en la actualidad una elevada conges-
tión lo cual la hace ineficiente en términos logísticos,
situación que enfrenta la carretera Panamericana y
las vías principales de las ciudades de nuestro País.
II. LOS INICIOS
La historia de los ferrocarriles en el Perú está
unida a la historia misma del país, es indesligable.
Los trenes marcaron época y contribuyeron en for-
ma definitiva a su consolidación en los buenos y
malos tiempos (Galessio, 2009). Si nos remontamos
a sus inicios, durante el primer gobierno de Castilla
(1845-1851) se construyó el ferrocarril a vapor que
unía Lima y Callao, llegando a constituirse en el pri-
mer ferrocarril que entró en operaciones en América
del Sur, en mayo de 1851 (Medina, 2011).
Una década después, Manuel Pardo y Lavalle
propuso construir ferrocarriles como eje fundamen-
tal del desarrollo del país con las utilidades que pro-
ducía el auge del guano.
El Ferrocarril Central Trasandino fue diseñado
por el ingeniero polaco Ernesto Malinowski y pro-
movido por el norteamericano Henry Meiggs. La
obra, iniciada en 1870, llegó a Ticlio en 1890 y a
Huancayo recién en 1908, esto se debió a la crisis
económica y a la Guerra del Pacífico (Medina, 2011).
El gobierno de Andrés Avelino Cáceres entre-
gó dos ferrocarriles, por un período de sesenta y
seis años, a los tenedores de bonos ingleses, quie-
nes se comprometían a ponerlos en funcionamien-
to; en consecuencia, en 1890 constituyeron la Peru-
vian Corporation, con la finalidad de administrar los
ferrocarriles. (Candela, 2008).
Durante el gobierno de Juan Velasco Alvara-
do, la Peruvian Corporation fue estatizada, creándo-
se en su reemplazo Enafer Perú (Empresa Nacional
de Ferrocarriles del Perú); y en 1990, el gobierno de
Alberto Fujimori la privatiza. (Candela, 2008).
El 16 de junio de 2005, Ferrovías Central An-
dina puso en operación la primera locomotora del
mundo propulsada por gas natural. Asimismo, en
ese año se concluyeron los estudios de prefactibili-
dad para la ejecución de un túnel trasandino, de 23
km de longitud, que al eliminar parte de los zigzags
del actual trazo de la línea, no solo reducirían sus-
tancialmente los tiempos de viaje a La Oroya, Cerro
de Pasco, Huancayo y Huancavelica, sino que, ade-
más, haría posible elevar a cuarenta los vagones
transportados en cada viaje.
En el Perú se llegó a construir una extensión
de 4,910.80 km de líneas férreas, constituyéndose
en 46 ferrocarriles a lo largo de todo el País; sin em-
bargo, al año 2007, 38 de ellos han desaparecido
(Medina, 2011).