208
Luiz Guilherme Marinoni
Revista
YACHAQ
•
N
.º
11
vive para sí, sino para honrar a Dios, sobera-
no único, los decretos de quien determinan
toda la historia de la humanidad y deciden la
salvación de cada sujeto. (p. 588)
Weber se pregunta cómo fue posible so-
portar esta doctrina en una época en la que el
«más allá» era más importante y, en diversos
aspectos, también más seguro que los intere-
ses de la vida en este mundo.
Ahora bien, el problema decisivo para noso-
tros es, ante todo, saber cómo se soportó
esta doctrina en una época en la que el más
allá era no solo más importante, sino en mu-
chos aspectos también más seguro que los
intereses de la vida en este mundo». (Weber,
2004a, p. 100).
Como la incertidumbre de la elección pro-
vocaba una extrema angustia, Weber señala que
el trabajo profesional sin descanso fue conside-
rado como el medio más importante para conse-
guir la confianza en sí mismo en la elección, visto
como la única forma de disipar la duda religiosa
y dar la certeza del estado de gracia.
Como el trabajo sistemático ayuda a com-
probar la elección, es natural que la responsa-
bilidad personal adquiera una gran relevancia.
El calvinista, al sentir el peso del «deber de la
profesión», no puede dejar de cumplir las obli-
gaciones inherentes a ella. No existe tan solo el
deber de cumplir bien la «misión profesional»,
sino también el deber de cumplir las obliga-
ciones derivadas del ejercicio de la profesión.
Tanto olvidar el riguroso y continuo ejercicio de
la profesión, como no pagar una deuda, son
indicios de falta de elección. El ejercicio de la
profesión y el cumplimiento de las obligacio-
nes como deber religioso le generan al calvi-
nista un extremo rigor consigo mismo, es decir,
una inspección de su conducta profesional y
personal inflexible y continua. La comproba-
ción de la elección, como no tiene que ver con
la realización de obras meritorias aisladas, es
decir, con obras para la salvación (Biéler, 2012,
p. 590), exigía un continuo y sistemático exa-
men de uno mismo, que propiciara la «certeza»
de haber sido elegido. Weber, citado por We-
ber (2004a) señala que:
La supresión de la magia como medio de
salvación, no se llevó a cabo en la piedad
católica con los mismos resultados que en
la piedad puritana (y, con anterioridad, en la
judía). Los católicos disponían de la gracia
sacramental de su Iglesia como medio para
compensar su propia insuficiencia: el sacer-
dote era un mago que realizaba el milagro
de la transformación y en cuyas manos te-
nía las llaves del poder. Se podía acudir a
él con arrepentimiento y contrición, que él
imponía penitencias e infundía la esperan-
za de la gracia, la certeza del perdón y, de
ese modo, aliviaba la enorme aflicción, en la
que vivía el calvinista como si fuera el des-
tino implacable del que no podía redimirse.
Para él no había consuelo afectivo ni huma-
no, tampoco podía albergar la pretensión
de compensar los momentos de debilidad
e imprudencia, mediante la buena voluntad,
como sí podían los católicos y los luteranos.
A los calvinistas, Dios les exigía, no «buenas
obras» aisladas, sino una santidad sistemá-
tica en el obrar. [No se piensa en el vaivén
católico y auténticamente humano entre
pecado, arrepentimiento, penitencia, alivio
y, de nuevo, pecado, ni tampoco en ese
saldo de la vida entera que se purifica me-
diante castigos temporales o la intervención
eclesiástica de la gracia]. La praxis ética del
hombre común se despojó, de este modo,
de su falta de visión de conjunto y sistemati-
cidad, para convertirse en un método cohe-
rente de comportamiento global. No es una
casualidad que se diera el sobrenombre de
«metodistas» a los causantes del último gran
resurgimiento de ideas puritanas en el siglo
XVIII, de igual manera que en el siglo XVII
se aplicó a sus predecesores espirituales el
calificativo de «precisistas». (pp. 106-107)
Por tanto, la idea de deber profesional,
fuertemente marcada por la responsabilidad
—resultante de la necesidad de comprobar la
elección—, consiste en un modo de vivir do-