Luego del reportaje, siguieron las noticias de robos con mano armada, sicariato,
microtráfico de drogas, entre otros eventos para la venta y consumo noticiario.
Así, una de las televidentes, Mónica Sarmiento, desde su casa le dice a su esposo:
x Ay, amor, en qué clase de país estamos. Cada vez la calle está más dura y para colmo,
no se puede salir tranquilo a la esquina.
A lo que Ramon Valdez, segundo esposo y anteriormente amante, responde:
x No te preocupes tanto, amor. Ahora con esta nueva ley, que se atrevan a venir y no solo
les saco la mierda, sino también los mato.
Por otro lado, la existencia de protestas en la metrópoli resultaba pan de cada día, la
avenida principal terminaba colmado de diversas personas quienes hacían alzar su voz, como
también existían ciudadanos ajenos a la res pública quienes continuaban sus labores pues no se
sentían afectados por diversas circunstancias.
Aquí, bajo la irrupción de las voces, el legislador tomó cuenta del asunto y promulgó una
nueva ley que permitía eliminar la proporcionalidad de la represión policial frente a las protestas,
por lo que, cual placebo, estas se disolvían bajo el uso perdigones de plomo direccionados a la
masa tumultuaria. Así pues, los cascos de la primera línea resultaban inocuas frente al artificioso
pelotón de fusilamiento.
Estando cerca a épocas navideñas, diversos grupos se reunieron para una marcha
nacional frente a esta ley. Siendo las 5 pm inició sin mayores tumultos, por lo contrario, a las
6pm comenzó a sentirse la tirria y discordia.
La plaza mayor, fue espacio dilecto batalla campal entre protestantes y policías, en una
de las esquinas radicaba la línea de retención que impedía el avance al palacio de gobierno.
Entre ese empuje, cuando las rejas no eran suficiente para detener al gentío. Se lanzaron gases
lacrimógenos a los grupos más cercanos. Sin embargo, el vinagre, pañuelo y agua en compañía
resultaban aliados en la primera línea de la protesta.
En este desdén, Ignacio Lituma, oficial de segunda, sigue manteniendo el margen el
avance de los protestantes, cubriéndose frente a piedras y pintura. Los cascos, y escudos
resultan efectivos, pues la tradición nacional, fuero de protestas, inmunizó a los policías ante
resistencia ciudadana. Sin embargo, este le pregunta al mayor Atarama ¿Qué más hacer?
Frente al hastío que pueda causar las buenas y malas causas, porque la paciencia es una
virtud muchas veces denegada. El mayor Luis Atarama responde a la pregunta del suboficial:
x Qué más harás, huevón, resiste y si estos mierdas siguen, procede a disparar.
Minuto después de su comentario, este recibe una certera piedra en el casco, sacándole
de las casillas, por lo que el mayor espeta:
x ¡Carajo disparen!
292 Revista YACHAQ Nº 17
Edgar David Auccatingo Gonzales
322