Clausewitz: La guerra en esencia y la intensidad de la política
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Revista
YACHAQ
N
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Clausewitz: La guerra en esencia
y la intensidad de la política
Clausewitz: The essence of war
and the intensity of politics
Juan David Fonseca
[
*
]
Resumen: El siguiente artículo se propone esbozar la relación de la guerra con la política
en los términos expuestos por Clausewitz en «De la Guerra». En este sentido, se ha pro-
curado indagar las bases teóricas de este libro, así como la concepción que tenía este
militar sobre la política, comprendiéndola como un fenómeno conictivo de intensidad
que gradualmente puede escalar. Finalmente, se esbozan algunas consideraciones acer-
ca de la teoría de Clausewitz y su relación con lo que se conoce como Nuevas Guerras,
concluyendo que a pesar de estos recientes estudios, la tesis de Clausewitz de la guerra
como un fenómeno invariable asociado a la política prevalece como el paradigma más
certero para la comprensión de la guerra.
Palabras clave: Guerra, Clausewitz, política, intensidad, guerrillas.
Abstract: The following article aims to outline the relationship between war and politics in
the terms set forth by Clausewitz in «On War». In this sense, we have tried to investigate
the theoretical bases of this book, as well as the conception that this thinker had about
politics, understanding it as a conictive phenomenon of intensity that can gradually es-
calate. Finally, some considerations about Clausewitz’s theory and its relationship with
what is known as New Wars are outlined, concluding that, despite these recent studies,
Clausewitz’s thesis of war as an invariable phenomenon associated with politics prevails
as the most accurate paradigm for the understanding of war.
Key words: War, Clausewitz, politics, intensity, guerrillas.
[
*
]
Politólogo de la Universidad del Rosario de Bogotá. Correo electrónico: juand.fonseca@urosario.edu.co
ORCID https://orcid.org/0000-0003-2171-2659
Revista de Derecho YACHAQ N.º 14
Centro de Investigación de los Estudiantes de Derecho (CIED)
Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco
ISSN: 2707-1197 (en línea)
ISSN: 1817-597X (impresa)
Fecha de recepción: 23/06/22
Fecha de aceptación: 06/09/22
[pp. 331-344]
Juan David Fonseca
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I. INTRODUCCIÓN
Que el militar Prusiano Carl Von Clau-
sewitz llamara la atención de intelectuales de
tan diverso registro, ha contribuido a la fama
de una obra que, como lo es «De la Guerra»,
sea obligatoria en cualquier estudio contem-
poráneo que pretenda entrar en la compleja
relación entre la guerra y la política. En efec-
to, que entre los lectores de Clausewitz guren
desde entusiastas revolucionarios profesiona-
les como Lenin o Mao, hasta intelectuales ad-
versos al proyecto socialista, algunos de ellos
liberales, como el sociólogo francés Raymond
Aron o importantes historiadores militares
como Liddell Hart, parece poner en evidencia
la alta dosis de profundidad que alberga esta
vasta e inacabada obra, la cual posee un inte-
rés más allá de las consideraciones tácticas de
este genial militar, o de sus liaciones políticas.
Clausewitz es antes que cualquier cosa,
es el referente por necesidad para comprender
la guerra como un fenómeno político y, por tan-
to, para comprenderla a la luz de todas las exi-
gencias que conlleva la existencia de la política
—como lo serían la necesidad del mando en
las relaciones humanas colectivas, la enemis-
tad pública como presupuesto de las acciones
políticas, y, la violencia, como su medio espe-
cíco en última instancia—. Puede decirse que,
en su profunda indagación sobre la guerra,
Clausewitz en paralelo desarrolló una teoría de
la política, pues si la guerra no es más que una
forma de hacer política, entonces la guerra no
puede comprenderse satisfactoriamente sin la
motivación política que la impulsa, la dirige y
nalmente, también decide acabarla.
Al desentrañar de manera ideal —es decir
conceptual— los aspectos elementales de la
guerra, la cual no es otra cosa que imposición
[1]
Según Freund:
De todas las luchas políticas, la guerra y la paz aparecen como las más típicas de la dialéctica entre
amigo y enemigo. Tomemos primero el caso de la guerra. Aquel que pretenda poder añadir elementos
esenciales inéditos al análisis teórico que Clausewitz hizo de la guerra, daría pruebas de gran fatuidad.
(Freund, 2018, p. 653)
de una voluntad sobre otra por la fuerza a tra-
vés del combate, Clausewitz logró alcanzar, de
acuerdo con el lósofo francés Julien Freund,
un tipo de conocimiento sólido que explica su
realidad especíca y que en muchos sentidos
resultaría fatuo tratar de refutar
[1]
. No hay pues,
guerra sin fuerza o sin el combate en donde
estas fuerzas se encuentran, mucho menos
hay guerra sin propósito, el cual no puede ser
otro que la consecución de un objetivo político
que permita tener un consolidado estado de
paz. En pocas palabras, de acuerdo con «De
la Guerra», en el campo de batalla se consi-
gue a través de las armas y los cañones, lo que
en otras instancias se logra por la diplomacia,
y por más que se espere, la guerra excede y
por mucho a las acciones meramente militares,
puesto que, para efectos prácticos, una guerra
no se gana solamente con la derrota militar del
enemigo, sino con el socavar su voluntad de
lucha, o, con el minar su espíritu y liquidar la
unidad de su gobierno. Así las cosas, la victoria
militar es casi nada sin el tratado de paz y las
condiciones que logre alcanzar su gobierno.
Si bien las posturas de Clausewitz han
sido condensadas de forma limitante en la fór-
mula que reza que «la guerra no es sino po-
lítica a través de otros medios» (Clausewitz,
2010), este pensador logró también importan-
tes méritos en las consideraciones tácticas de
su época referentes al carácter superior de la
guerra defensiva, y a la crítica de las estratage-
mas de victoria de la doctrina militar de algu-
nos estrategas como Antoine-Henri Jomini. De
igual manera, su penetrante comprensión de
los efectos morales en la guerra, lo convierte
en un teórico de esta en los aspectos mentales
más evidentes asociados al combate y las exi-
gencias de la lucha, teniendo también, aunque
no tan conocidas, apreciaciones políticas que
son cuando menos, inquietantes.
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En cuanto pensador político, Clausewitz
es un teórico de la intensidad de la política. A
sus ojos, testigos de la imparable marcha de
Napoleón sobre Europa, los éxitos militares del
emperador de los franceses fueron alcanzados
por algo más que genialidad militar y oportu-
nismo político. El por entonces miembro del
estado mayor del ejército prusiano, constata
que tras la Grande Armée de Napoleón, se aso-
ma una totalización de la política y una tenaci-
dad en los conictos políticos nunca vista, ya
que con el triunfo del republicanismo francés y
la consolidación de su nación, el pueblo, como
nuevo depositario de los actos políticos, inclu-
ye algo que no podían comprender las siempre
prudentes cortes dinásticas europeas, esto es,
que todo ahora es fundamentalmente político,
y que la irrupción del pueblo supone conictos
políticos intensos a nombre de identidades y
proyectos nacionales totalmente diferentes a la
política entre casas dinásticas.
Clausewitz arma que todo error mili-
tar es ante todo político (Clausewitz, 2010),
y logra percatarse que en las derrotas de las
coaliciones contra Bonaparte, las monarquías
europeas no lograron comprender ni pudieron
acoplarse a la nueva legitimidad política que
se respiraba tras sus victorias, -diversos tipos
de legitimidad como señala Schmitt sea nacio-
nal, sea republicano-democrática o popular—,
ya que la tenacidad de los franceses y de su
pueblo en el campo de batalla, era un fenóme-
no político nuevo que introdujo la revolución,
la cual hizo que la política alcanzara un nuevo
grado de intensidad, cosa que se manifestó en
un nuevo tipo de guerra que casi llegó a los ex-
tremos lógicos de la guerra ideal, consecuen-
tes con la aniquilación total del enemigo, sien-
do la guerra entre pueblos mucho más intensa
que las guerras muchas veces simuladas entre
gobiernos dinásticos.
En consonancia con esto, Clausewitz
exhortó a una guerra existencial contra Bona-
parte (Schmitt, 1969), y junto con guras im-
portantes del Estado mayor prusiano como su
colega Gneisenau inspirados probablemente
por Fichte (Freund, 1976) (Schmitt, 1969), se
plantearon la posibilidad de un nacionalismo
genuinamente revolucionario con el cual hacer
frente a Napoleón, asunto que a nivel teórico
se permite observar en el interés cada vez más
fuerte de Clausewitz por la posibilidad de un le-
vantamiento popular como el que desde 1808
se daba en España contra las tropas francesas.
A pesar de todo, y de su enorme riqueza,
algunos aspectos de la fecunda inteligencia
de Clausewitz han quedado opacados por su
constatación fundamental de la relación en-
tre política y guerra. Entre los mencionados,
el carácter militar de un escrito como «De la
guerra», el cual, como resalta Brodie si bien ha
resultado difícil de estudiar, en especial, para
los propios entendidos del gremio militar por el
carácter reacio a asumir formulaciones doctri-
narias sobre el posicionamiento de las tropas,
las maniobras envolventes y demás, ha logra-
do de igual manera y por méritos propios, posi-
cionarse como el libro fundamental acerca del
fenómeno de la guerra. De forma que, tras el
Clausewitz teórico existe y es preciso rescatar
también, al pensador con la clara intención a
serle el a su experiencia, y a constatar lo que
es la guerra en esencia, asunto que en muchos
sentidos parece insuperable, aun cuando no
se contemple la guerra naval, ni mucho menos
la guerra aérea que no pudo conocer.
II. UN TEÓRICO SIN VICIOS TEORICISTAS
«De la Guerra» es un libro de teoría de la
guerra, su preocupación es en primera instan-
cia, captar los conceptos fundamentales de
esta actividad humana especíca a través de
un sistema lógico de conceptos. De entrada,
su autor advierte el abordaje conceptual del fe-
nómeno de la guerra:
Me propongo considerar en primer lugar
los diversos elementos de esta disciplina,
luego sus diversas partes o secciones y
por último, la totalidad de su estructura in-
terna. En otras palabras, iré de lo simple a
lo complejo. Pero en la guerra más que en
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ningún otro asunto debemos empezar por
examinar la naturaleza del conjunto. (Clau-
sewitz, 2010, p. 1)
Inuido por el ambiente intelectual de su
época, proveniente de criticismo kantiano, Clau-
sewitz elaboró una famosa distinción entre la
guerra ideal y la guerra real, en donde la primera,
esboza la lógica interna de la guerra entendida
como desarme del enemigo a través de la fuer-
za, y, en la segunda, por el contrario, compuesta
por el conjunto de variables que intervienen en
una guerra, como lo serían lo factores asociados
al terreno, el miedo, la información y el genio mi-
litar, solo por mencionar algunas.
En este sentido, el núcleo puro de la gue-
rra, es decir el conceptual, lo constituye el
duelo y el desarme del enemigo empleando la
fuerza. Según esto, si la guerra es aplicación
de fuerza, no hay, en principio, razón alguna
para tener que moderarla, pues toda reticen-
cia en su uso conduce al absurdo lógico de no
someter al enemigo, asunto que lleva por ne-
cesidad también a la conclusión sobre el uso
y aplicación de la fuerza, ya que tampoco ha-
bría razón lógica alguna para la suspensión de
las actividades bélicas, por lo que la guerra en
su concepción ideal, conduce a la búsqueda
inexorable en esfuerzos por liquidar al enemi-
go, y por lo tanto hacia los extremos
[2]
.
No obstante, la guerra real no llega a los
extremos de la liquidación total del enemigo y
del empleo máximo de la fuerza. Y así ocurre,
porque la guerra es un fenómeno determinado
por los objetivos políticos que la impulsaron,
es decir, la derrota militar del enemigo no es la
única forma de lograr su desarme o la paz, ya
que a veces, basta con tomar parte de su terri-
torio, una plaza fuerte, disolver sus alianzas, o,
simplemente, hundir la legitimidad del gobier-
no adversario. La guerra, insiste Clausewitz,
no es un fenómeno aislado, las consecuencias
[2]
Orientados a la liquidación del enemigo con máxima concentración de fuerzas posible, así como con una
acción militar ininterrumpida.
lógicas del empleo de la fuerza se encuentran
siempre determinadas por las perspectivas po-
líticas que la impulsaron, y que nalmente otor-
gan sentido a la guerra.
Al margen de esta consideración, las gue-
rras en su sentido ideal tienen poca o ninguna
realidad fáctica, ya que, si una guerra se deja
gobernar solo por las razones militares del so-
metimiento del enemigo, no dejaría espacio
para la negociación ni para los más hábiles
ardides políticos manifestados en los tratados
de paz, en la consecución de alianzas y demás
aspectos fundamentales en la historia de las
más diversas guerras. Es por esto por lo que
una teoría de la guerra debe tanto contemplar
la lógica interna de la guerra, la cual tiende
hacia los extremos, como la guerra real, en
donde la política opera como un mitigante de
todas las consecuencias de la guerra pura, por
necesidad, pues la guerra no es sino política
hecha con armas.
Como ha señalado Brodie (2010), Clau-
sewitz nutrió su teoría de la guerra con unas
consideraciones que para su época fueron de
avanzada. Entre otras, haber sido uno de los
militares que más que hacer énfasis en el rol
decisivo de las armas y sus avances tecnoló-
gicos, se adentró con interés en las exigen-
cias mentales de la guerra. Con pocos rodeos,
menciona su autor, la guerra es acción cons-
tante, exige, sobre todo, valor antes que inteli-
gencia, premia sobre todo al osado antes que,
al teórico, así como también, da a entender
que las virtudes militares se adquieren antes
por experiencia que por doctrina. Siendo muy
enfático, se explica por qué la guerra no puede
resolverse con fórmulas precisas ni con doctri-
nas parciales sobre el ataque y/o la defensa,
ya que al ser una actividad sometida a la pro-
babilidad y en ciertas circunstancias incluso al
azar, la guerra nunca es algo denido y mucho
menos denitivo.
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Así que, siendo estudioso de la importan-
cia de un mando enérgico en batalla y de los
sentimientos hostiles que despierta la guerra,
-aquellos que él mismo llegó a sentir en contra
de Napoleón-Clausewitz fue prudente ante las
fórmulas militares acerca de las maniobras en-
volventes, o los conceptos que hicieron escue-
la en la doctrina militar de entonces —llave del
país, superioridad numérica, defensa en plazas
fuertes, conceptos como el de base y varios
más —y valoró la guerra en relación con la po-
lítica no como un arte-visión dominante sobre
la guerra anclada a la fama actual de pensa-
dores como Sun Tzu o Maquiavelo— menos
como una ciencia, sino como un intercambio
humano de intereses. La guerra, en la concep-
ción de este militar, es un juego constante de
intereses, y cómo tal, está sujeta a imprevistos
provenientes de diversas causas, asunto que
alejó su concepción de la teoría de la guerra de
cualquier ilusión de control que pretendiera ha-
cer unas máximas militares aplicables en todo
momento, y en cualquier campo de batalla
[3]
.
Todo lo contrario, para hacer justicia con
su fenómeno de estudio, Clausewitz colocó
la teoría de la guerra lo más lejos posible del
constituir un insumo para la acción. De esta
forma, no dejó de plantear las dicultades de
su tarea, y de dejar en ridículo con cierta rude-
za toda clase de sistemas y fórmulas militares
tan a gusto de algunos doctrinantes
[4]
.
[3]
No está demás decir que en Clausewitz también existen consideraciones tácticas que denen su forma de
entender el cómo conseguir los objetivos en la guerra. Entre las más célebres, su noción —a contracorriente
de su época— de la guerra defensiva como aquella más fuerte y favorable para ciertas circunstancias, esto,
no obstante, no lo condujo a realizar toda una teoría militar de la defensa, ni mucho menos a descartar el
ataque como parte constitutiva del intercambio de fuerzas en la guerra.
[4]
Sobre este punto, no hace falta sino detenerse en algunos pasajes del libro II Sobre la Teoría de la Guerra,
donde su autor no deja de poner animosamente en ridículo cualquier intento teórico por sobreponerse al
genio militar y a la acción. Por ejemplo, acerca del mérito teórico de explicar el concepto de base de Bülow:
«El concepto de base es un instrumento necesario en la estrategia y al autor le corresponde el mérito de
haberlo descubierto; pero es inadmisible utilizarlo de la manera descrita» (Clausewitz, 2010, p. 86). o a la
forma en la que Clausewitz encuadra el problema de la teoría en contravía del genio militar «Lo que hace
el genio es la mejor norma y la teoría no puede hacer nada mejor que describir el caso y justicarlo» (Clau-
sewitz, 2010, p. 87). En ultimas, los intentos de sentar un sistema para la guerra resultan para el autor de De
la Guerra, algo inútil: «Tratan de jar valores: pero en la guerra todo es incierto y los cálculos deben hacerse
con cantidades de variables» (Clausewitz, 2010, p. 86).
En la guerra, no se pueden dejar de
lado los factores morales y sus efectos, mu-
cho menos, subestimar el papel que el miedo
—transversal a cualquier guerra— tiene sobre
las acciones humanas, pues es a partir del mie-
do y el conocimiento humano imperfecto que
se dilatan las acciones militares, y, de igual for-
ma, también la razón del por qué las virtudes
militares al contrario de las teóricas ofrecen
los insumos intelectuales necesarios para es-
tas circunstancias. En la guerra se opera con
el terreno, con el clima, con la constitución del
genio nacional —tan diverso en especial en la
época de las guerras napoleónicas—, asimis-
mo, se toman decisiones con información im-
perfecta y con los ánimos expoliados por jorna-
das duras de trabajo, cansancio y esfuerzo, de
tal manera que buscar condensar esto con for-
mulaciones generales o sistemas de combate,
no es otra cosa sino incurrir en un error teórico
además de práctico.
La teoría debe conceder al militar las pre-
rrogativas sobre su acción y detenerse en la ex-
plicación racional de ciertos eventos, la direc-
ción de la teoría de la guerra para Clausewitz
está en poner en contacto al que desconoce
lo que es la guerra con su complejidad, y, por
otra parte, ayudar al militar a interpretar de me-
jor manera ciertos eventos de forma que pueda
comprender tanto sus causas como obtener
un conocimiento más íntimo de su materia.
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Contrario a las tendencias de ciertos es-
tudios sobre la guerra, no parece haber en
Clausewitz ni teoricismo
intención de poder
subsumir la complejidad de la guerra a un sis-
tema lógico
ni, mucho menos, belicismo
[5]
,
pues, como se explicará más adelante y como
sostiene Aron, Clausewitz al entender la gue-
rra como parte de la política, parece adscribir-
se igualmente a la idea del equilibrio de poder
como forma disuasiva de cualquier enfrenta-
miento armado. Pero, por ahora, y volviendo
a la teoría, esta no debe acercarse en ninguna
circunstancia a la doctrina:
Una teoría no tiene por qué ser una doc-
trina positiva, una especie de manual para
la acción. Siempre que una actividad trata
con las mismas cosas una y otra vez, con
los mismos nes y los mismos medios,
aun cuando haya variaciones menores y
una diversidad de combinaciones innita,
tales cosas son susceptibles de un estudio
racional. (Clausewitz, 2010, p. 93)
III. LA INTENSIDAD DEL PUEBLO COMO SU-
JETO POLÍTICO O DE LA TOTALIZACIÓN
DE LA GUERRA
«De la Guerra» es un libro complejo, es-
pecialmente, por el abundante material de re-
ferencias históricas y militares que provee su
autor. Haciendo justicia a Clausewitz, quien no
parece tener tras de sí el peso de una pedan-
tería erudita, las referencias a las guerras de
Federico el Grande, las guerras bohemias y
la Guerra de los Treinta Años, pueden llegar a
agobiar al lector casual o, al menos, al que no
esté familiarizado con varios siglos de historia
político-militar de Europa. Si bien es cierto que,
siendo el a su forma de hacer teoría, plantean-
do que los ejemplos históricos deben provenir
de conictos bélicos recientes, también es cier-
to que en Clausewitz hay un montón de refe-
rencias históricas que sólo son aprehendidas
[5]
Este tópico es objeto de mucho debate, algunas posturas, como la de Kaldor actualmente ven cierto peligro
en la tendencia lógica de la guerra hacia los extremos de la aniquilación del enemigo (2010).
a cabalidad por los más enterados en historia
militar de los siglos XV al XVIII.
Sin embargo, ni al más agobiado de sus
lectores puede pasarle desapercibido el dato
de que es Napoleón el gran referente a la hora
de emplear ejemplos históricos y militares a lo
largo de este enorme trabajo. Por obvias razo-
nes, Clausewitz no podía dejar pasar la opor-
tunidad de referirse a las campañas en las que
el mismo participó como parte del ejercito pru-
siano, y también como agregado a las tropas
rusas en las campañas después del desastre
de Jena. El emperador de los franceses es
para Clausewitz, apoyándose también en el
no tan conocido memorándum-confesión de
1812, tanto una gura admirada por su éxito
militar, como aborrecido por su rivalidad políti-
ca (Schmitt, 1969).
Lo relevante de esto resulta ser que, para
el militar prusiano, precisamente fue Napoleón
quien logró llevar la guerra a una instancia has-
ta entonces desconocida, manifestándose esta
nueva realidad en el carácter de las victorias
francesas, que, al ser totales y fulminantes, así
como al incorporar una inusitada tenacidad por
parte de sus tropas, lograron superar en espíri-
tu combativo a las viejas élites militares del an-
tiguo continente, trayendo consigo una forma
nueva de guerra. Para Clausewitz, es más que
evidente que tras este ejército de revoluciona-
rios poco entrenados en sus comienzos, se
asomaba ya un nuevo tipo de conicto políti-
co que revolucionó el plano militar, cosa que
dejó como obsoletas las guerras que, desde la
Guerra de los Treinta años, habían existido en
Europa, unas guerras que fueron básicamente
guerras diplomáticas, circunscritas por entero
a los gobiernos sin la participación considera-
ble de los pueblos.
Hasta las guerras patrióticas de la revolu-
ción francesa, salvo algunas excepciones, la
guerra había sido cosa entera de los gobiernos
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separados de los pueblos y de todo el ardor
nacional que trajeron a partir del siglo XVIII. Li-
mitadas así, las batallas estaban compuestas
por ejércitos poco entrenados, liderados por
nobles a veces no tan curtidos en la batalla, y
que, desprovistas de ardor, solían limitarse a la
toma de ciertas plazas fuertes o a conformarse
con la desbandada de ejércitos compuestos
en gran número por mercenarios pagos di-
rectamente de las arcas de los gobiernos, que
hacían de la guerra, en muchos sentidos, una
actuación formal y parsimoniosa:
De este modo la guerra se convirtió en una
preocupación exclusiva del gobierno, hasta
el punto de que los gobiernos se alejaron
de sus pueblos y se comportaron como
si solo ellos fueran el Estado. Sus medios
para hacer la guerra pasaron a ser el dinero
de sus arcas y los perezosos vagabundos
que pudiesen caer en sus manos, ya fuera
en el propio país o en el extranjero. En con-
secuencia, los medios disponibles estaban
bien denidos y cada cual podía calibrar el
potencial del otro bando, tanto en términos
numéricos como de tiempo. Por tanto, se
privó a la guerra de su característica más
peligrosa, su tendencia al extremo. (Clau-
sewitz, 2010, p. 472)
Bonaparte, con su avance sobre las mo-
narquías europeas y con la tenacidad de sus
guerras, se había aproximado peligrosamen-
te a la guerra ideal, a la guerra entregada por
entero a la liquidación militar y política de sus
enemigos. La inclusión y participación por
entero del pueblo en la guerra, superó abso-
lutamente estas guerras limitadas, dado que
ahora, tropas entrenadas profesionalmente y
[6]
Como lo indica Schmitt, Napoleón trató de condensar en su gura muchos tipos de legitimidad. De una
parte, su ascendencia plebeya lo hacía legítimo desde el punto de vista republicano, el cual resultaba de
sumo adverso a la monarquía. Por otra parte, sus constantes intentos de parecer un libertador, esperaban
ganarle una legitimidad diferente, probablemente alentada por el proyecto losóco de la ilustración y la
modernidad. De igual manera, Napoleón trató también de hacerse su propia dinastía y emparentarse con
la nobleza europea, cosa que nunca pudo lograr cabalmente. Finalmente, acorde con los tipos ideales we-
berianos, aun el más obsesivo quizás tendría simplemente que conformarse con aprehender la legitimidad
de Bonaparte como carismática.
compuestas en su mayoría por ciudadanos,
formaron ejércitos a la luz de un conicto po-
lítico existencial en Europa, una batalla entre
monarquía y república que no podía liquidarse
de manera denitiva en tratados de paz, ni po-
día conformarse simplemente con cesiones de
terreno y acuerdos entre familias nobles.
Para Schmitt, las guerras napoleónicas
supusieron una lucha en el plano de las legi-
timidades políticas y de derecho en Europa,
que enfrentó, de una parte, la legitimidad tra-
dicional y dinástica anclada a la tradición y la
nobleza, frente a toda la intensidad de una re-
volución cobijada por la idea de la ciudadanía
y nación, siendo a su vez, apuntalada por los
jacobinos con la muerte y n de una casa di-
nástica. Las guerras napoleónicas supusieron
una enemistad política particularmente fuerte,
evidenciada en actos de guerra intensos como
los bloqueos navales, creación y separación
de Estados, así como levantamientos popula-
res descentralizados y generalizados como los
de España, que bien llamaron poderosamente
la atención de Clausewitz.
El mencionado enfrentamiento entre le-
gitimidades le granjeó a Napoleón la fama de
oportunista y de bellaco, muy probablemente
por el hecho de que este no tuvo muchos es-
crúpulos para tratar por varios medios de for-
jarse una legitimidad, que le permitiese crear
un genuino imperio francés,
no está de más
mencionar, el concordato con la iglesia de
1801, la creación de la confederación del Rin,
entre varios intentos de Napoleón por ganarse
la legitimidad de sus anexiones, por ejemplo,
el matrimonio con María Luisa de Austria en-
tre otros más
[6]
y de verse asimismo como
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un benefactor, que por ejemplo, le podría
ahorrar la revolución a los estados alemanes
en su paso hacia la república
[7]
, y que igual-
mente, podía desatar a los supersticiosos
españoles de su mentalidad tradicional y su
arraigadísima religiosidad.
No obstante, puede armarse que contra-
rio a forjar un imperio francés, Napoleón des-
pertó y sembró en sus enemigos la idea de una
nueva legitimidad anclada a la idea de nación
por encima de cualquier monarquía, idea que
contribuyó enormemente a su posterior rui-
na. Por este motivo, es que puede observar-
se como algo relevante el que una élite militar
tan activa intelectualmente como la prusiana,
en donde guran el mismo Clausewitz, Gnei-
senau y Scharnhorts, se declarara opuesta y
decidida a detenerlo, colocando en evidencia
que la búsqueda constante de estos militares
por descifrar su secreto, llegó a la conclusión
de que este era, ante todo, político. Así, políti-
camente era preciso mostrar que Napoleón no
era como un rey de vieja data, y que su ejército
luchaba con la intensidad de la fuerza elemen-
tal que se deende por su vida, intensidad que
no era otra cosa sino la revolución llevando
las guerras entre gobiernos a las guerras en-
tre pueblos, y que en su marcha, vaticinaba
la erradicación de la monarquía, exigiendo,
según estos militares, un verdadero naciona-
lismo alemán/prusiano encunado por la hos-
tilidad hacia Napoleón, el cual cobraba forma
en la enemistad losóca prusiana de algunos
pensadores como Fichte.
Clausewitz había observado esto con la
mayor atención, y con esto ha señalado un
punto importante en su teoría, planteando que
si bien la guerra es un fenómeno que atraviesa
a la historia política, cada época tiene su pro-
pio tipo de guerra, siendo así, que los grandes
[7]
Es hecho conocido de forma extendida, la admiración de que despertó la gura de Napoleón en importantes
guras del pensamiento alemán como Hegel. En el caso del autor de la Fenomenología del Espíritu, tras
una interpretación apologética, se veía tras el general francés, la materialización de su losofía, así como del
espíritu de su época (Schmitt, 1969).
cambios en el plano militar, parecen precedi-
dos por cambios importantes en materia po-
lítica —por ejemplo, de la guerra diplomática
de los siglos XIV y XV se dio paso a otra con
la formación del Estado en Europa que con
la posterior profesionalización del ejército, y
con la guerra revolucionaria entre pueblos en
el siglo XVIII, terminó por convertir a la guerra
en una potencial lucha asociada a la violencia
absoluta—. Precisamente, cuando los france-
ses llevaron la guerra a su máxima realización,
es cuando un trabajo como el de Clausewitz
cobra sentido a la manera de su autor juzgar
su propia obra, pues la guerra parsimoniosa y
limitada europea no era otra cosa que una polí-
tica limitada por múltiples factores, en cambio,
la posibilidad de una teoría que verse sobre la
tendencia de la guerra a los extremos solo pa-
rece viable en un momento en el que la guerra
ha escalado a la violencia absoluta asociada a
una enemistad política más intensa:
En consecuencia, los acontecimientos de
cada época deben ser juzgados a la luz de
sus propias peculiaridades (…) La época en
que este postulado, este elemento con vali-
dez universal, alcanzó más fuerza fue la de
los tiempos más recientes, cuando la gue-
rra alcanzó un grado absoluto de violencia.
(Clausewitz, 2010, p. 478)
La política en Clausewitz, parece estar se-
gún lo ya comentado, anclada a un conicto
permanente de intereses, asunto que lo condu-
jo a una concepción gradualista de la política
como un fenómeno de intensidad. Sólo de esta
forma es que puede entenderse el vínculo tan
estrecho entre ambas, pues donde hay una po-
lítica fervorosa e intensa es que hay una guerra
semejante. En el campo de batalla se manies-
tan todos los conceptos políticos elementales,
como lo son; el mando, nación, enemigo y de-
Clausewitz: La guerra en esencia y la intensidad de la política
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más, asimismo, en la consecución de ciertos
objetivos políticos es que el objetivo militar en-
cuentra su mayor motivante, pues una guerra
desprovista de un interés político potente no es
más que una demostración de fuerza.
Puede armarse que acorde a lo visto en
«De la Guerra», la política es fundamentalmen-
te conicto, y que las vías de resolución de este
pueden ser muchas, siendo la guerra una de
más. Sin embargo, la particularidad de la gue-
rra reside en que emplea la estrategia —es de-
cir los combates— para la consecución de sus
objetivos, incorporando a la inteligencia política
todo lo que es propio a la aplicación de la fuer-
za, como lo es ciertas apreciaciones tácticas
sobre el terreno, los elementos del ejército y
así; igualmente, al pasar todos estos intereses
al plano militar, Clausewitz ha sido más que bri-
llante en advertir que la guerra también posee
sus propias características, y que es preciso
conocerlas si es que se aspira a utilizarla como
un medio de la política. En consecuencia, un
comandante militar en un campo de batalla es,
por momentos, también un jefe de Estado.
¿Es entonces justo armar que Clausewitz
fue alguien que demostró la inutilidad de la di-
plomacia? Para nada. Al contrario, si la política
es un conicto de intereses que potencialmente
puede escalar a una guerra, lo regular parece
ser siempre la diplomacia, siendo la antesala a
cualquier conicto intenso que implique la fuer-
za, y, por lo tanto, el verdadero estadío al que
debería aspirarse a tramitar pacícamente los
conictos entre unidades políticas. La guerra
real es cruenta y dolorosa, el miedo que causa,
así como su destrucción, es en sí misma causa
de disuasión, cosa que no debería pasarse por
alto aun cuando se sostenga que el núcleo de
la teoría de Clausewitz es la tendencia inheren-
te a escalar la guerra a los extremos con el n
de liquidarla pronto (Kaldor, 2010).
Las alianzas son en sí mismas un tipo de
conicto, se agrupan con el n de proteger in-
tereses en común con la potencial defensa de
estos a través de, incluso, el uso de la fuerza.
Así las cosas, no habría que ir muy lejos para
comprender que, tras cualquier intención hos-
til, se debe sopesar cuál es el orden actual de
las cosas, dado que este tiende constantemen-
te hacia un equilibrio explicado por el deseo e
intensión de los Estado por mantener las cosas
en un estado de orden relativamente pacíco.
Como indica Clausewitz:
Si no fuera por ese esfuerzo común en pro
del mantenimiento del status quo, nunca hu-
biera sido posible que varios Estados civili-
zados coexistieran pacícamente a lo largo
de un periodo de tiempo; habrían acabado
fusionándose en único Estado. El hecho de
que Europa, tal y como la conocemos, haya
existido durante más de mil años, solo pue-
de explicarse por la acción de estos intere-
ses generales. (Clausewitz, 2010, p. 309)
La guerra no ha dejado de ser un recurso
de ciertas circunstancias, una herramienta útil
para ciertos momentos, un belicismo inconteni-
ble no parece nada plausible en el orden prác-
tico de las cosas, así como de igual manera un
pacismo cándido y antimilitarista no deja de
ser cierto ensueño utópico. El equilibrio entre
estados se mantiene a través del miedo mutuo
y del cálculo de la potencial destrucción que
acarrea el combate, la guerra, propiamente ha-
blando, no existe si el que recibe las acciones
hostiles no se deende, dado que, si el ata-
cante no encuentra resistencia, propiamente
no hubo colisión ni de fuerzas ni de combate.
De manera que la preparación para la guerra
cobra actualidad inmediata en cuanto se com-
prende que el orden depende muchas veces
tanto de un interés por mantener el mismo,
como por el miedo a la guerra. Por paradójico
que parezca, mientras exista política, la guerra
es una posibilidad real, y mientras así sea, la
guerra misma y la preparación para esta, opera
como un elemento de disuasión, en este senti-
do, Clausewitz es un claro ejemplo de adherir-
se a la idea de equilibrio de poderes a nivel de
la relaciones internacionales.
Juan David Fonseca
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IV. CLAUSEWITZ Y LA GUERRA DE GUERRILLAS
Werner Hahlweg ha indicado cómo Clau-
sewitz fue uno de los primeros -sino el prime-
ro- en incluir todo lo que respecta a la gue-
rra de guerrillas como parte de la teoría de
la guerra en general, esto, aun cuando en el
apartado dedicado a esta materia en «De la
guerra», su autor aclare que todo lo que res-
pecta a esta, así como su eventual desarrollo,
se encuentra aún en un estadío muy preliminar
como para estudiarla con mayor detalle
[8]
. Sin
embargo, más allá del alcance descriptivo del
estudio sobre las guerrillas, existen apreciacio-
nes sobre estas que merecen detalle, en espe-
cial, como ya se ha indicado, el hecho de que
Clausewitz la estudie como un fenómeno de
índole sociopolítico además de ser una parte
de la teoría de la guerra.
Hahlweg (2008), destaca que la impresión
de Clausewitz sobre este tipo de guerra se for-
jó fundamentalmente a partir de la guerra de in-
dependencia estadounidense (1776-1783) así
como la revolución francesa y el imperio de Na-
poleón I (1789-1815), incluyendo también, al-
gunos episodios de su experiencia como parte
de la campaña rusa y la resistencia prusiana
en algunas regiones de Alemania. Este tipo de
guerra, efectiva y útil sobre todo en el plano de-
fensivo, además de contar con apreciaciones
tácticas de Clausewitz aun aplicables al día de
hoy -como el que la guerra de guerrillas perte-
nece sobre todo a las acciones de corta escala
fuera del teatro de operaciones, así como que
estas, suelen evitar la ofensiva y confrontación
directa y, el hecho de que esta forma de guerra
suele hacerse sobre todo en terreno propio y
demás—, hace parte de la tendencia de la gue-
rra hacia su forma absoluta, y, como fenóme-
no reciente en Europa, siglo XIX, la guerra de
guerrillas se explica como el natural desarrollo
de la intensidad a la cual están escalando los
conictos armados tras el ímpetu la revolución:
[8]
Capítulo XXVI El pueblo en armas como parte de libro VI Sobre la defensa.
As a result of the new forms in which it
appeared amid the almost overwhelming
intensity of the revolutionary and Napoleo-
nic wars, guerrilla war, the ‘people’s war’,
gained increasing importance. Ultimately
it became a weighty component of warfare
in general that could even make its contri-
bution to the ‘absolute’ character of war.
(Hahlweg, 1986, p. 127)
Sin ser parte de lo que representó este
tipo de guerra para los procesos independen-
tistas, en términos de haber sido una guerra
alentada de manera improvisada y patriótica
por colonias, la guerra de guerrillas en Europa
fue, sobre todo, una forma escalada, intensa y
política de enemistad. Como parte de la situa-
ción desesperada de Clausewitz ante la ocupa-
ción francesa, este militar observó esta forma
de guerra como un recurso desesperado para
salvar la dignidad de Prusia. Sin embargo, las
raíces de su enemistad van más allá de la ob-
viedad de vérselas ante todo lo que implica una
ocupación, pues Bonaparte, no era del todo
resistido por ciertos sectores intelectuales de
los estados alemanes, entre otros, por guras
de importante calibre como Hegel o Goethe.
Ciertamente, la enemistad de Clausewitz des-
taca por lo que parece ser un sentimiento de
hostilidad tenaz ante el avance de Napoleón.
Documentos como memorándum-confe-
sión o Bekenntnisdenkschrift de 1812 brillan por
la rmeza con la que Clausewitz como patriota
y reformista, está dispuesto a cualquier cosa
con tal de frenar su avance, llegando incluso a
preguntarse por tácticas que empleen el terror
y la violencia más cruda contra el invasor:
The enemy would, through the inhuman treat-
ment of the captive insurgents with the death
penalty, etc’, demoralize the rebels, we must
consider ‘repaying atrocity with atrocity, vio-
lence with violence ! It will be a simple ma-
tter for us to outdo the enemy and lead him
Clausewitz: La guerra en esencia y la intensidad de la política
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back into the boundaries of self-control and
humanity. (Clausewitz, 1812 como se citó en
Hahlweg, 1986, p. 127)
El Clausewitz del memorándum, según
Schmitt, muy probablemente inuenciado por
Fichte y sus Discursos a la Nación Alemana,
convierte al autor de «De la Guerra», en una
gura clave para aprehender el momento de
colisión de legitimidades que atravesó Europa
durante el tiempo que duró el imperio napo-
leónico. De un lado, el Clausewitz conservador
que para Aron abrazaba el equilibrio de pode-
res como estadio imperfecto de la paz entre
los estados de Europa, se lanzó desesperado
a exhortar a una posible guerra total contra el
invasor, una guerra de guerrillas. De otro lado,
muy probablemente tras Clausewitz, también
ya asoma la idea de nacionalismo en clave
reformista, un nacionalismo revolucionario an-
ti-Bonaparte, que, si bien no perduró más allá
de 1814 con la derrota denitiva de Napoleón,
si fue lo sucientemente fuerte como para no
asimilar a los franceses como libertadores, ni
convertir a los estados alemanes en receptácu-
los pasivos de la revolución.
Si bien como señala Schmitt, no parece
justo armar que Clausewitz hizo parte de la
propia hostilidad que Fichte sintió contra los
franceses, menos aún, cuando su propia gura
resulta aún muy distante a lo que podría ser
un lósofo, si es llamativo que un documento
intenso y con una declaración tan maniesta
de enemistad política, gire alrededor de la gue-
rra de guerrillas como una posibilidad real ante
las desesperadas circunstancias. Esto no pa-
rece sino poner en evidencia el hecho de que
la guerra contrarrevolucionaria española, y, la
resistencia de otras partes de Europa contra
Napoleón era un escalado conicto político
que reunió contra Francia diversos tipos de
enemistad (republicana vs monárquica, tierra
vs mar, entre otros tipos más).
En cuanto a sus apreciaciones tácticas,
como parte de la guerra defensiva, las guerras
de guerrillas deben cultivar su ardor y tenaci-
dad para tener cierta perduración en el tiempo.
Al ser tropas de segunda categoría, el vigor y la
enemistad que las caracteriza en sus comien-
zos suele perderse enseguida si se sufren ba-
jas considerables, sobre todo, con un número
signicativo de muertos. En consecuencia, una
guerra de guerrillas satisfactoria probablemen-
te intervenga de manera puntual en ciertas ac-
ciones de sabotaje y terror, y siendo parte del
carácter nacional, se utilice como un recurso
para lograr mayor desgaste en el enemigo y
evitar la profundización de su avance:
No importa lo valiente que sea un pueblo, lo
belicosas que sean sus tradiciones, lo gran-
de que sea su odio por el enemigo o lo favo-
rable que resulte el terreno en el que lucha:
un levantamiento nacional no puede mante-
nerse mientas haya demasiado peligro en la
atmósfera. Por tanto, si queremos atizar el
fuego para convertirlo en una conagración
importante debe hacerse a cierta distancia,
donde haya suciente aire y la insurrección
no pueda ser sofocada de un solo golpe.
(Clausewitz, 2010, p. 406)
V. CONCLUSIÓN: CLAUSEWITZ Y LAS NUE-
VAS GUERRAS
Más que ofrecer un conjunto de concep-
tos aplicables a la hora de analizar los más di-
versos conictos armados, Clausewitz parece
haber logrado ofrecer un marco de referencia
en el que la guerra es una realidad especíca
con sus propios términos, los cuales obedecen
a la lógica de la política entendida como con-
icto en el marco de un intercambio general de
intereses. De esta forma, su concepción trinita-
ria de la guerra como un fenómeno de tenden-
cias diferentemente marcadas entre el pueblo,
el gobierno y el ejército, hace de este campo
una especíca y contradictoria, pero hermética
realidad, lo que supone un análisis de la guerra
que es, cuando menos, ecléctico, lo que no im-
plica que sea un análisis circunstancial ni mu-
cho menos carente de exhaustividad.
Juan David Fonseca
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La guerra es una realidad humana espe-
cíca y concreta, en ella se conjugan la fuerza,
la política y la pasión, cosa que ofrece unas
bases generales sobre las cuales plantearse
la guerra aun con toda su complejidad. Igual-
mente, su distinción entre la guerra pura y la
guerra real, no ha hecho sino plantear la posibi-
lidad de un estudio en el plano de los estudios
sociales que lleva a la posibilidad de alcanzar
un conocimiento de causa de ciertos aspectos
sociales planteando un referente conceptual
—la guerra ideal—, cosa que en muchos senti-
dos, pudo anticipar la metodología de los tipos
ideales que empleaba, por ejemplo, la sociolo-
gía comprensiva de Max Weber
[9]
.
Sin embargo, parece justo e incluso nece-
sario preguntarse si Clausewitz ha planteado
de manera denitiva el fenómeno de la guerra
y toda su complejidad, ya que actualmente,
existe un debate candente alrededor de las de-
nominadas nuevas guerras, bajo la premisa de
que la guerra ha cambiado de manera esencial
su naturaleza y ha superado por mucho el pa-
radigma clausewitziano, que de acuerdo con
algunos de estos teóricos como Kaldor, supo-
nía la guerra como un escalamiento en hostili-
dades orientado a la liquidación del enemigo:
I argue that the notion of absolute war, the
inner tendency of war to lead to extremes,
which I regard as the core of Clausewitzean
theory, is no longer applicable. For Clau-
sewitz, war was fundamentally about the
‘urge to decision’, which was achieved throu-
gh ghting, that is to say combat between two
[9]
De acuerdo con Freund:
El autor de De la Guerra ha elaborado, antes que la letra, el arquetipo de la guerra en general, que sigue
siendo valedero a pesar de las amenazas de un conicto termonuclear, o, mejor dicho, estas amenazas y
la guerra fría no hacen sino conrmar con justeza las armaciones de Clausewitz. Parece, pues, que haya
captado verdaderamente la esencia eterna de la guerra. (Freund, 2018, p. 653)
[10]
Kaldor arma:
Indeed the idea of combat as decision or battle as the centre of gravity is completely absent. Either combat
is imaginary, as in the cold war, or military forces are used mainly against civilian forces, with occasional
sporadic attacks on an opponent. Defeating the enemy is the justication, not the goal, of war. Through
war and violence, the armed actors transform themselves from marginal extremists into mainstream power
broker. (2010, p. 275)
warring parties, and this implied the need for
speed and concentration; the suspension of
belligerent action and the dispersal of forces
did, of course, take place but were explained
in terms of departures from the inner nature of
war. (Kaldor, 2010, p. 217)
Para estas posturas, el maridaje entre la
guerra y la política no es ya aplicable, obser-
vando esto en cómo la guerra se ha convertido
menos en un tipo de conicto orientado al so-
metimiento del enemigo, que en unos conic-
tos armados dados en virtud de otros intereses
—los económicos, por ejemplo—, que, en lugar
de buscar la paz como estadio nal de la gue-
rra, se perpetúan en el tiempo debido a diver-
sos intereses. Igualmente, según Kaldor (2010),
la violencia en este tipo de nuevas guerras, en
lugar de concentrarse directamente contra ejér-
citos regularmente establecidos, teniendo el
combate como el centro del enfrentamiento,
se han concentrado en enfocar esta violencia
contra la población civil, llegando a ser luchas
que más que darse en razón de una identidad
nacional-estatal, como las guerras del siglo
XVIII y XIX, se encuentran impulsadas por una
pluralidad de identidades hoy en pugna, sean
estas religiosas, transnacionales y demás
[10]
.
Más aun, las posturas que abogan por el
concepto de nuevas guerras impugnan contra
el paradigma clausewitziano de la guerra, el
hecho de que al comprender la guerra como
un acto en constante escalamiento y que exige
una concentración de poder y de fuerza ininte-
rrumpida, fue precisamente este el paradigma
Clausewitz: La guerra en esencia y la intensidad de la política
343
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que llevó a grandes catástrofes militares y hu-
manas como los bombardeos nucleares al nal
de la Segunda Guerra Mundial:
My argument is that ‘new wars’ are the wars
that come after the knowledge of those
‘wide barriers’. After Hiroshima and Nagasa-
ki came the realisation that war in Clausewit-
zean terms would lead, in Sakharov’s words,
to the ‘self-destruction of civilization. (Kaldor,
2010, p. 274).
Contrario a esto, y lejos de atribuirle a una
obra teórica o al paradigma que sentó la capa-
cidad de conducir a la autodestrucción de la
civilización, como si Clausewitz pudiese haber
sido empleado doctrinariamente por los gober-
nantes que dirigieron los países involucrados
en la Segunda Guerra Mundial, —como ya
se explicó, esto es un contrasentido según el
propio el autor de «De la Guerra»— es preciso
destacar algunos elementos que permiten dar
algún apoyo a la tesis que plantea que la gue-
rra tiene una naturaleza invariable, a la manera
en que lo ha planteado el mismo Clausewitz.
De una parte, no parece que los conic-
tos étnicos, religiosos y terroristas de nales
del siglo XX y comienzos del XXI, sean lo su-
cientemente diferenciados como para dividir
la noción de guerra en dos o más categorías,
ya que el mero hecho de que se les siga deno-
minando guerras es, en sí misma, una prueba
que existe algo invariable en relación con este
fenómeno (Schuurman, 2010). No hay, gue-
rra sin colisión de fuerzas, sin combate y sin
una motivación que, de inicio a las acciones
hostiles; esto, aun cuando la intensidad de las
guerras actuales haya cambiado signicativa-
mente, no hace sino demostrar que la noción
trinitaria de la guerra de Clausewitz es un mar-
co lo sucientemente amplio para comprender
cuáles son los aspectos hegemónicos de las
guerras dependiendo su circunstancia política
y social —en algunas guerras prima el compo-
nente pasional, en otras el militar y así, aun con
todo esto las guerras siguen siendo guerras sin
importar sus variaciones históricas—.
Es necesario recalcar que el escalamiento
de la guerra se debe a su naturaleza política,
en la cual todos los sentimientos hostiles, la
historia, el carácter de los gobiernos y demás,
se condensan en un conicto potente que se
traslada al campo militar. En este sentido, la
guerra absoluta empleada como un referente
ideal, obedece a la lógica militar, pero en la
práctica, la guerra solo escala si igualmente lo
hace la política, llevando la enemistad al punto
de utilizar la guerra con el n de hacer frente
a los enemigos. Según esto, ¡el núcleo de la
teoría de la guerra sigue siendo la política y
no tanto su tendencia pura hacia escalamien-
to! Concretamente, toda guerra puede escalar
potencialmente, y lo hará seguramente si la
política alcanza grados intensos de enemistad,
cosa que no signica ni que la guerra pueda
poseer otra racionalidad, ni que la política pier-
da las riendas sobre esta, pues nalmente la
guerra no es sino hacer política, y en tanto sea
política, con frecuencia se obstaculizará la ten-
dencia de la guerra hacia los extremos:
La guerra absoluta se caracteriza por una lu-
cha total, liberada de restricciones conven-
cionales y entregadas a la pura violencia. Lo
más frecuente, sobre todo cuando la guerra
estalla entre dos naciones o dos grupos de
naciones que pertenecen a un mismo sis-
tema, es que las razones políticas obstacu-
licen este movimiento hacia los extremos.
(Freund, 2018, p. 657)
Igualmente, el mismo Clausewitz ha com-
prendido cómo ciertamente las guerras pue-
den cambiar, y se ha llegado a preguntar si la
guerra de Napoleón llegaría para cambiar para
siempre el plano militar o si este podría regre-
sar después de la conmoción de la revolución.
El autor de «De la guerra», entiende que el fe-
nómeno invariable de la guerra puede tener
manifestaciones diferenciadas a lo largo del
tiempo, y en este sentido, la teoría habrá de
nutrirse más, cosa que, en lugar de ofrecer una
teoría acabada sobre la guerra, ha procurado
comprender que esta avanza en relación con
Juan David Fonseca
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su campo determinado de estudio, y, según el
cambio de las circunstancias sociopolíticas.
Según estas apreciaciones, la concepción
trinitaria de la guerra, la distinción entre guerra
real y guerra absoluta, así como entre táctica
y estrategia, son marcos útiles para entender
estos cambios en el plano de las guerras, so-
bre todo, ayudando a comprender que estas
no son del todo nuevas en un sentido estricto.
Precisamente es en la comparación, en la que
se entiende que persisten ciertos elementos in-
variables, y que la lógica de la guerra no puede
ser suplantada aun cuando la intensidad de la
política, rebajada por un fenómeno de despoli-
tización, parezca que haya desaparecido.
No parece así concebible que una guerra
se libre solamente con intereses económicos,
como si estos intereses económicos a su vez
no estuviesen al servicio del acrecentamiento
de poder de alguna unidad política, o a posi-
cionamiento de ciertos intereses geopolíticos
por parte de algún gobierno. La sola existencia
de un interés en aplicar la fuerza y la violencia
como mecanismo para obtener algún tipo de
benecio, parece una de las clásicas prerroga-
tivas que la política tiene para hacer valer los
intereses de un cuerpo político, no importa que
sus consecuencias sean económicas, ya que
a través de la economía también se pueden
alcanzar cosas en el plano político —por ejem-
plo, el bloqueo naval que Napoleón impuso al
continente durante su imperio—.
Así las cosas, la importancia de una obra
como «De la Guerra», tal vez recaiga en una
constatación que hiere muchas susceptibilida-
des en la actualidad. Entre otras, la cruda reali-
dad de que, al poseer una realidad relativamen-
te autónoma, la política así como la guerra, no
se pueden cambiar ni mucho menos inventar,
lo que implica para la inteligencia teórica que
se adentre en este fenómeno el tener que com-
prender su naturaleza con el n de desentrañar
su especíca realidad. Muy probablemente,
esto se consiga tanto planteando un referente
ideal que delimite conceptualmente el campo
de estudio, como incorporando todas aquellas
cosas que afectan de manera directa o indirec-
ta a la guerra, siendo la fundamental la política
que nalmente, la utiliza como un instrumento.
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