Paula Yuliana Niño Reyes / Carol Estefany Vega Jimenez
190
Revista
YACHAQ
•
N
.º
14
En el caso de las mujeres indígenas, la
violencia que han sufrido desde la colonización
es diferente a la sufrida por una mujer blanca,
ya que, como lo decía Gallargo (2014) «Su de-
nición como indígenas en las leyes coloniales
ocultaba su condición de trabajadoras, y en la
actualidad las margina como ciudadanas» (p.
27). Por lo que, en este orden de ideas, una
mujer indígena sufre violencia por ser mujer y
por ser indígena. Para estas mujeres, vivir en
un país como Colombia en el que la violencia
de género y la segregación son el diario vivir,
representa un impedimento a su desarrollo
social, económico y académico; ya que serán
cuestionadas, discriminadas y silenciadas de
una manera que ninguna otra persona lo es.
Las comunidades indígenas han estado
marcadas por la violencia desde el inicio de las
civilizaciones, con la colonización en América
Latina y la imposición de la iglesia católica en
el continente, el despojo de la identidad de los
pueblos indígenas marcó el inicio del descono-
cimiento por parte de los gobiernos hacia los
pueblos indígenas y su cultura. La CIDH ha
dado a conocer que la violaciones de derechos
colectivos sufrida a través del tiempo en las
comunidades indígenas ha sido generador de
nuevos tipos de violencia en las cuales las mu-
jeres son las más afectadas (CIDH, 2017, p. 81).
En el caso de las mujeres indígenas, el co-
lonialismo autoritario las obligó a desligarse de
sus orígenes y adoptar roles impropios de su
cultura. Según la ONIC (como se citó en Res-
trepo, 2005):
Se somete a las mujeres indígenas a roles
históricos impropios a su cultura y en ese
camino la mujer indígena urbana lucha por
reivindicar su dignidad atacando su propia
cultura, porque trata de legitimar las relacio-
nes de género de la cultura occidental en
donde se busca una democracia de género
y una igualdad de roles (...) lo cual sin duda
contradice el movimiento indio, y afecta la
unidad familiar; además, ello no ha signi-
cado la solución a los problemas de abuso,
violencia, machismo, pobreza, racismo y
todos los tipos de males que padecen mu-
chas mujeres indígenas. (p. 15)
Retomando la idea anterior sobre la inter-
seccionalidad, diferentes investigaciones han
revelado que:
Ser mujer es un factor que suscita discrimi-
nación y que, unido al estado de salud, a la
edad, a la procedencia religiosa, étnica, cul-
tural y socioeconómica, integra una matriz
de factores que sustentan la marginación y
la opresión de unos grupos humanos sobre
otros. (Yepes & Hernández, 2010, p. 449)
El papel de las mujeres indígenas dentro
de sus comunidades es uno de intermedia-
ción, representación y enlace entre sus comu-
nidades y el resto de la sociedad:
En el caso de las mujeres Wayuu para po-
der desarrollar su papel en la comunidad
de manera correcta se les hace necesario
aprender otros idiomas y estudiar carreras
universitarias, aun así […] son respetadas,
pero esto no implica autoridad o poder y, a
veces, las convierte en blanco de sospecha
frente a sus mismas comunidades. (Memo-
ria Histórica, 2010, p. 92)
Habría que decir también que, la autoridad
y el poder dentro de la sociedad patriarcal, es-
tán reservados solo para los hombres, por lo
que vemos mujeres que aun con un nivel inte-
lectual o económico igual al de algunos hom-
bres todavía tienen que luchar para ser respe-
tadas y tomadas en cuenta. En el caso de las
mujeres indígenas, estas, al ser una conexión
entre el mundo indígena y el resto de la socie-
dad, ayudan al desarrollo económico de sus
pueblos, desarrollando y confeccionando pro-
ductos que luego puedan vender y negociar
con el resto de las personas, convirtiéndolas en
una seguridad para la familia, pues representa
un valor económico y religioso, un apoyo fami-
liar y una fuente de trabajo (Hostein, 2010, p.
7). Pero, como habíamos dicho anteriormente,
esto no les otorga poder dentro de su entorno.