poblaci ones
de
la ho ya
del
Vilc anota la
pregonan
esos
formidables
restos de
pala cios,
esos numerosos
Intihuatanas
qu
e
en otro tiempo
fueron
siempre
luga res
de
cita
y
romería
para
las tribus
creyentes, esos
torreones que a manera de otros
castillos
d
e
la feu dalid ad medioe val,
se
leva ntan
como
protegiendo la augu sta seve ridad
de los
edificio s;
esos
canales
y
acequi as
por donde
corrí an las agu as pu rifica doras
de
la
libación
sagrada
y
la sa ngre calie nte
de
las víctim as
del
sac r
ificio.
Pero
¿por
qué
calla la Hi storia
Colonial, por qué
calla la tradición,
por
qué callan todas
las fuentes
sobre
la
exis tencia,
no digo de
Machupiccho,
sino
de otros
lug ares
por
los cu ales
anduvo la civili zación
con su corte de
monumentos y su tormento de luchas?
Olla ntayta mbo,
en
la m isma
hoya,
fue
el
último,
donde
Ollant ay sostuvo
su
posición rebelde y donde
seguramente
exi stían
esos restos que hoy
adm iramos
y
estud iamos
y que por otra parte, son
casi idénticos, salvos, algunos det alles,
a
los
de Torontoy y
Mach upiccho. Las
huestes
derrotadas
por
l
os
españoles,
cuando
las fuerzas vencedoras
de
Pizar ro
llegaron hasta
el Cuzco, huyeron por
las
riberas
del
Vilca nota
y
las
que pudieron
escapar
de
l
a
matanza, fueron
a perderse
en
la oscura soledad
de
las se lvas
que
por tales
e
impenetr ables considerábase
d
esde
Torontoy.
Los Incas descendie ntes
de
Manco
Cápac no
tuvieron
pues
conocimiento
de
Mac hupicch o,
porque a
haberlos
tenido
habrían
hecho desde esa
explen dida
f
orta
leza
una
resis tencia
de
titanes
contra
cualquier
ejército
enemigo.
Adem ás, la tra dición trasmitida
por
los
prim eros conq uistadores habr ía
guardado la noticia
de
la exi stencia
de
esa
ciudad
y de otras
vecinas,
y de este
modo habríamos
conocido
y
estudia do
estos por hoy nuevos e
ignorados
lug ares
históricos.
Explotando
por toda
la región
montañosa
hasta la
parte
ocupada
por
l
as act uales
tribus
sal vaje s,
se
encuentran dentro de aquella
región
vestigios
de
construcción
que
atestiguan
que hubo un tiempo en que
formaron
parte de un pueblo grande, próspero y
conquist ador
y que algún
cat aclismo
geoló gico
o
soci al,
como una
invas ión
de otras
razas,
f
raccion
ó,
quebrantó
y ahogó
la unidad
de ese pueblo
junto
con su
indepen dencia
y
vid a. ¿Es te fue
el
Imperio
Incaico
con su
numerosí sima
esc ala
de reyes,
generaciones
que nos
pinta
Montesinos?
Pero sabemos que
las tribus
que no
querían someterse a
la au tori dad
de
l
os
Incas
huían
hacia la regi ón monta ñosa,
sie ndo la
p
rincip a
l
la
de
l
Amarumay o,
y
no
hallam os
siquiera
va gas noticias
de
que
Machupicc ho
y
Hua ynapicc ho,
se
menciona sen
como
luga res comp rendidos
en
los dominios
de
los
Hijos
del Sol.
Parece, pues, que poco a poco,
pueblos de raza
quechua, habitadoras
de
aquellas
zonas, fueron aband onando sus
residen cias
y
emigra ron
en un
movimiento
de
salida
hacia el Cuzco y
hacia las orillas
del Apurímac,
acosad os
ya
por
l
as
irrupciones
de
l
as
tribus
salvaj es, ya
por
l
as
dif icu ltades
de
la
v i
da
creadas
por
l
a
Natura leza,
etc., etc. y
est
o
debió
ocu rrir muc hos siglos
antes de
la
fund ación
del
Imperio
de
Manco, ta
l
vez durante el
predominio
de
los
Aimaras chancas.
La primitiva civiliz ación
quechua
restaurada
ya
en una época
muy
moderna por Manco
Cápac, según
se
va
probando hoy, tuvo por
lado,
de
la