El Antoniano
130 /
junio
2015
11
A
KAMAQKU N
A
LOS
F
UNDA
DOR
ES
ca los
fundadores:
nadie se admire.
Hemos regresado de
la
tierra primera:
lampiños ,
barbados, enjutos, regañones.
Esta mos
todos; queremos
pla tica r: vivi r
a
la
inversa.
Ánge l
Avend a
ño
1
Allá
está el usno que enterró Manko
Qhapaq.
Los fan tasmas
que pretendió
ahuye ntar:
están el hambre,
la
peste,
la
sequ ía. Los
senos
amputados
de las
don cellas. Los niños
de
los
ojos
vac íos. Más
1
Transcrip ción
en
homenaj e al
Cusco, del
capítul o segund o
del
libr o
de
Ánge l Avendaño .
1980.
Cusco: Crónic a
de una Pasión.
Antarqu i Editores ,
Lima.
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Kamaqku na
allá, los
vencedores,redoblando
sus
tambores
tensados
con
la piel
de los
vencidos. Los
willaqwmu s
2
, los
vat
ic i
nadore
s.
Más atrás los
mitimaes llorando
codo a codo.
Las aqllas
3
, los
purun awqa s
4
, los
al
zados
cargan do sus
muñones.
Allá
está
Kiski s
5
,
convirtiendo
esta
Plaza
en
laguna
de sangre.
Esta mos
todos:
los
héroes y
los
traidores.
Los
cobardes y
los
l
eale
s.
Mira ndo
unos, sus
‘cuerpos
en
la
horca. Otros,
degollan do
con
axi omas legales.
Hemos
vuelto
a
reírnos
de
la
mesura.
A zu rcir
recuerdos. Estamos
hartos de
los ditirambo s: tambn los
inkas
hemos
sido implacable s: ca fres,
alcabaleros
La hist oria dice :
y llegaron
los pizarr o:
Pero por estas
esqu inas
no pasó nadie:
simple ment e las
ratas
subier on la
escalera.”
sin concienci a, presumid os. Hemos
cometido
millones
de
crímenes
amparados en nuestros
código s. Estamos
hartos de que nos crean
perfectos. Vengan
todos: los
sayones
han
dejado de
vig ilar
l
os
l i
bros.
V
amos
a
m ostrar les
las cica trices, las
p
alab ras
obscenas,
l
a
can tidad
de
mierda
que
hay
tras tantos portentos.
¡Mírennos sin
retoques!
Tal
como
fuimos:
lujuriosos, indolentes, ñak’a q
6
. Acá
estamos:
hemos
vuelto
a
platic ar,
a computar
susta ncias
no a
sollozar
derrotas.
Sabemos
que el
fondo
de
la tierra
es
greda.
Que otros
pueblos
tienen
sus
paideas,
sus principios
de
identidad, sus
axiomas.
Estamos ciertos
que no
hay memoria
ni
tiempo
sin alf abeto,
que
los khipu s
7
son
la
escrit ura
del
viento,
pero dejen
los
siquiatras
de
mirarnos
con
latines. Esta mos
hartos de
de cir sí, sí,
a todos, somos
los
despojados,
los
que poseen
la
costumbre del
j
úbilo
recontando
sus her idas. Acá
estamos
los
qu
e
siendo
del Cusco, lo
afrentamo s.
Y los
que
sin
ser
cusqueños apagamos
nuestros ojos con
su tierra.
Estamos conqui stadores
y conquistados.
Hemos
vuelto los hijos
de
la adv ersidad
y
l
os
de
progenie
de
Juda s. In dios
y españoles
remozados en el nuevo
indio. Somos
los
purunruna s
8
:
eternos
procesionantes
de
Cristos
patituertos.
Al lá est á
l
a
picota
que
levant ó Pizarr o. A
su
lado Almag ro
oteando
la histori a
con unsolo ojo.
Más ats , los notario s del
rey,
los
c
roni
stas,
repitien do la histo ria
con
el
ojo de Almagro.
Este
es el
Waqaypata,
donde el pueblo
lloraba
su costumbre de
cadena s. ¡Miren
all á
,
donde
la Ca tedral alza sus sombras,
los
hombres del
ink ario juntaban
su
silencio
para
pulir las pie dras. Es to
no ha terminado:
desde
los arquitrab es
aún
miran
l
as
guada ñ
as
de
la S anta
I
nqui sición.
Aquí
el inmundo
cora je
de
los
f
railes
marcó a hierro y
tormento
la pal abra
de
Dios. Aquí,
sobre el
Sunturwas i
9
,
se
apelmazó la mara
de
tormentos del
tribunal
del santo
oficio. Ahí
están
la
prensa de
pulgares,
l
as
leyes,
las
mantetas,
todo el
rigor jurídico
con que los
doctos
cristi anos pro pagaron
su fe.
2
Willaqwmus : Sacerdote s
del
cult o
solar.
3
Aqllas : Es cogidas ,
mujeres consagrada s al culto
solar.
4
Purun awqas:
Guerreros
fieros ,
salvajes.
5
Kiski s:
Genera l
del
ejército
de
A
tawallpa.
6
Ñak’aq :
Que
degüella , deg ollado r. Pistac o. Victimari o
misterioso.
7
Khipus :
Nudos,
ataduras . Sistem a estadístic o
de
los
inkas.
8
Purunrunas : Salva jes,
gente no civilizada.
9
K’asana : Palaci o
del
I
nka
Pachakuteq ,
se
alzab a
en el área que ahora
empiez a
en el
Porta l
de Panes.
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Kamaqku na
Este
es el
Waqaypata,
donde
l
as
momias
de
l
os
inkas
han
sido reemplazados
con las
momias
de
Dio s. Aq estu vo
el
Kiswarkancha
10
con
sus
muros de lava
irref utable. Aquí Q’asana
11
,
Qoraqora
12
,
Sunturwas i
13
. Aq
están
las ru inas
de
l
o
que
fueron
todo y
sin
embargo son nada.
Este
el
Amaru Kancha
14
,
sobre
cuy os recin tos
los
teólogos levanta ron calabozos
de dogmas.
Mir en
el
Waqaypata
con
orejas
detrás de
las cortinas:
con
orejas, sota nas
y
vagi nas
tras
el
soplo
de un
Ave Ma a. Aq
sólo llegaban
los
que
debían
morir para que
la
esperanza
no quedase en escombros.
Aquí
lo
llegab a
n
los
que
sabían
a
plau d
i
r
,
los
que en medio de
la
noche
renuncia ron
a sus
testículos
para
vivir
en paz.
La historia dice:
y
llegar on los pizarro:
Pero
por
estas esquin as
no pasónadie:
simplemen te
las ratas subieron la
escalera.
Miren allá, la
cabeza
de
jhoan García
d
e
San tol lalla,
i
zada
por
l
as
manos de
sus
socios.
Más al lá, las t estas
de
Gonza lo Pizarro
y
Franc isco
de
Carvaja l,
herv idas
y
ref ritas
en el santo
gri a
l
de
los
inquisi dores. ¡Miren al
padre
Horán! ¡Miren
a
Olav ita,
con su carne
rosada y
sus
contornos, con
las
frutas
colgantes
de
sus
senos!
Este
es el
Waqaypata: vieja afición
de
frailes
y
gamonales. Holocausto. Prodigio
de
la
pie dra
y de
la
sombra donde muerte y amor
se aman a
tientas. ¡Sientan
el
Waqaypata,
donde
l
a
soledad
de
Dios
son todas
sus
ig l
esias!
Este
es el Cusco,
ciudad esca parate
en las
agenci as
de
turismo. Inconsolablemente
sola,
aún más
sola
en medio de
la
gente y los
discu rsos. Ciu dad remordimien to
de
la
historia.
Miren
a
L
orenzo
Farf án
de
los
Godos
colgando
de
l
a
horca.
A
está
L
ope
d
e
Aguir re, esc ribiendo cartas, jurando
y
rejuran do:
El aire
está
podrido,
no
f
ío en el
rey
ni
en
sus letrados.
A llá
está
Monipo dio
y
don Quijote
embutido
en
la sot ana
del
obispo
Juan Manuel Mo scoso
y
Peralta.
Y
más
allá,
esc uchen
a
Juan Esp inoza
y
Medr ano
predicando latine s, aplaudi do
sin
pausa
por
los
i
nqu i
sido r
es:
este es
e
l
Waqaypata,
donde
J
uan
Espin oza
y Medrano
fue
el perro
predilecto
del Oidor.
Ese
que
comienz a y
recomie nza
es
F
elipe
Túpa q Amar u decapitad o con extraña
obsesn.
Ah í
están
l
os
indio s y
l
as qoyas
15
rehusando
bautizars e, avivand o
la pira
con
sus cuerpos.
V
ean
la
procesión
de
esp oles aplastad os
por
e
l
apósto
l
Santiago.
Y
esa luz
abrumadora
es
J
osé
Gab riel
Túp aq Amaru. Ese cuerp o
es Micaela
Basti das
Puyuqhawa , más
allá ,
Tomasa
Tito
K
onde
mayta .
Ah í
está n las tenaza s
que mordieron
las ca rne s
de
José
V
erde
jo
y An drés
Bastidas.
¡Escuche n a Fernand o Túpaq Am aru,
gritando
desde
sus nueve años!:
No
hay revolución
por
decretooooooo!
Ahí
están
los sicarios comulgando
por el
alma
de
los ajust iciados, festeja ndo
a
la
p
atria,
reorganizando
l
a
univers idad. Están
los
ladrones
de
las sequías,
l
os
cuerpos de
mulatos
wamanguinos, los sinchi s
16
,
los
wayru rus
17
: Los
hideputa
condecorándose.
¡Miren los tukuy riku q
18
con yelmos
españ oles! Acusa ndo
a Bernardo
Tambowaqso,
trampeando, de
tes tigos
en
l
as
cortes
marci ales. ¡Miren los tukuy rikuq
10 Qoraqora:
Palaci o
de
I
nka
Roqa,
se
alza ba
en el sector que ahora
empiez a
en el
Porta l
de Harinas.
11
Sunturwasi : Igual
que el
anterio r,
pero perteneciente
al complej o arquitectóni co
del
Amar u
K
ancha.
12
Amar u kanch a: Palaci o
de
Wayn a
Qhapaq, se
alzaba
en el
luga r
donde ahora están
la Universida d y la iglesi a
de
La
Compañía.
13
Sunturwasi : Cas a
de
emblema s
y
armas
en
form a
de torreón
cilíndri co. Exi stía n
dos
sunturwa sis
en el
Waqaypata ,
éste se alzaba
en el área que hoy
ocup a la iglesi a
del Triunfo.
14
Kis warkancha . Palaci o
del
I
nka
Weraqocha,
se
alzab a
en el área que ahora ocupa
la basílic a
Catedral.
15
Qoyas : Reinas ,
princesas.
16
Sinchi s:
Guerreros
feroces,
despiadados.
17
Wayrurus : Semill a
seca del búcarede
color
rojo
y
negro.
En sentid o figurad o
se
dice wayruru s
a
los poli cías
de
la Guardi a
Civ
il
por el
color
del
uniform e
que
lle vaba n
antiguamente.
18
Tuku y rikuq :
Que lo ven todo.
Funcionari os visitad ores
e
informante s
en el
Imperio
de
los
I
nkas .
Por
comparaci ón
de funciones
se
dice Tukuy riku q
a
los
soplones.
El Antoniano
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Kamaqku na
dibuj ando las palabr as
comuni smo
y comunero con el
mismo
cuc h
illo!
Ah í
es
la jus tici a fe steja ndo los
cumpleañ
os
del
rey.
Mire n
a
la
j
ustici a
con
su
cara
de vieja
prost ituta. Este
es el
Waqaypata : amasijo
del oro
y
de
la piedr a.
Mire n los laberinto s,
las
as,
l
os
cada lsos .
Ah í
es
Gab
rie
l
Ag u
ila
r
,
gritando :
¡Vi v a la
Libe rtad ! al pi e
de
la
ficción.
Este
es el
Waqaypat a
borbotante
y
lascivo como en
el prime r a
de
la
creación.
Acá
estuvo
La Se rna
con
sus Pardos
de
Lima. A Simón Bolív ar
con
sus
cuarentiún años,
ungi do
como
Dios
en
el
primer a
d
e
la República. Entró
el
Libe rtador
por
la
Ca
lle
Angosta
de
Santa
Cat alina dicen
las
crónic as,
lo cierto
es que
Bolí var
aún pasea su
l
uz
por esta
Plaza:
No nos
juzgues Bolíva r,
antes del día
último,
porque creemos en
la comunión
de
los
hombres que
comulgan
con el
pueblo
sólo
el pueblo hace
libres
a los
hombres—;
proclam amos guerra
a
muerte y
sin
perdón a
los tirano s;
creemos en
la
resurrección
de
los
héroes,
y en
la
vida
perdurable
de
los
que como
Tú. Libertador, no mueren.
Simplemente,
cierr an los
ojos y se quedan velando.
Interroguen
a
las piedr as: aq
no sólo
se
congreg aba la multitud
para
decir
plegarias.
Acá
f
ormar
on
los im agineros
de
San Blas,
las
gateras
de
Rimaqpamp a,
los
tejedores de
Mut’ucha ka. Acá juraron
morir por Augustín
Gamarra
en
la
con feder ación P
erú-boliv
ian a
,
acá
murieron antes que en
la batalla
de
Yanaqocha .
Sobre esta
Plaza
Doña
Pancha
Zu biaga
de
Gamarra andaba
de
boca en boca, entraba en
los cuar teles
o
salía
de las
guitarras sin mojarse
l
os
pies.
Desde
est a Plaza , Andr és Ave lino
ceres
partió
a
la guerr a
con
Chile . Ac á
el
soldado
Marian o
de
los Santo s cruzó
por un
minut o
la
muerte
y
se quedó en
la
histo ria, sin
medall a
s,
sin
f
anfarr i
as,
sin
apretar
l
os
dientes.
lo
en esta
Plaza
se
atas caron
l
os
relojes.
Junto
a
la
herrumbre de
las
pie dras
aun
yacen las afrentas
de
Antonio
Marzo
y
F
elipe San tiago Masías: sátrapas
de
puña les
en
almone das, degollados
y
recosidos
por las manos
genésic as
del
pueblo.
Toquen estos muros de
coraje s y
tristezas.
En
esta
Plaz a
l
os
demago gos
vistieron
de
embeleco s
las razone s
de
la
histo ria.
Miren estos
olvidos derriband o
f
ama s
y
cl
ausuran
do
puertas. Este
es
e
l
Waqaypata ,
donde
e
l
Cusco de su
condició n humana para trasegars e
en
leyend a. ¿Quién dice
que esta
Plaza termin a
en
su s límites ? Ab ran los ojo s, miren : acá
la
eternidad
es
siniest ra
en
su senectu d
de
piedra.
Ac á
l
os
roes
y los cobardes ,
l
os
san tos y
los
bandi dos aún
se
revuelc an
en
el
lim o
hediondo de
l
a
hist oria. ¡M iren
l
a
Catedral , sin
asombro y
sin ira enhollin ada
por
la indu stri a
sin
chimene as! Advierta n
cuánto s
tilicheros
ocultos tras las
f
achadas , cuanta
santidad
leva ntada
sobre
l
as
arena s del
pecado.
Miren
a
la multitu d azotad a
por
la liberta d sin fren o
de
sus propios harapos. Esto
no ha
terminado:
hay
bata llas,
derrotas,
emboscadas:
l
a
piedra continua.
Ahí
está
Emili ano Hu amantica
con su
cam isa roja
y su
granada. A
su
lado
Rafael
Tupayachi habla ndo
de
salar ios
y tractores.
Más allá, Remigio Wamá n.
Ah
í
está
Julián
Choque, en el
sitio
donde
nunca
vivir á
.
No nos
import an las hi storias:
conocemos
los
hechos. Hemos
venido
a
plati car,
a
desga rrar carismas
y
banderas.
Exist en
otros
pueblos,
otras
guerras,
pero
sólo nosotros somos
esc lavos
del
pasado
abrumados
de
fechas
y de muertos,
gr itando ¡viva
el Cusco!
atrofiados
de
El Antoniano
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Kamaqku na
himnos
peruleros.
Somos los vencid os. Prisio neros
de las
historias
que posponen el combate del
presente,
los acosados:
e
l
pasto de todos
los recuerdos... nada más que
recuerdos.
Tran quilos
con
las
horas que
perdemos,
mirando
l
as ven turas, los
hoteles
d
onde
nunca
nos
aloja rem os. Acá
estamos:
purunrun as, pertinaces,
tornadizos.
Hemos
vuelto,
porque
ya
no
es
posible llorar
tanto
silencio.