Antoniano 134 año 2020
El Antoniano.2019;134:1-19
Recepción: 26.04.2018
Aprobación: 29.05.2019
CATEGORÍAS DE LA COSMOVISIÓN ANDINA EN LA NARRATIVA DE
ENRIQUE ROSAS PARAVICINO
Niel Agripino Palomino Gonzales
(Universidad Andina del Cusco - Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco)
Resumen
El propósito primordial de esta investigación es exponer las distintas categorías de la
cosmovisión andina que se configuran en la producción narrativa del escritor cusqueño Enrique
Rosas Paravicino. Para dicha labor, focalizaré mi atención en la novela Muchas lunas en Machu
Picchu. El procedimiento fue el siguiente: expongo las categorías de la cosmovisión andina;
luego, a cada categoría le acompaño con los párrafos y fragmentos de la novela en los que se
alude, de manera directa o indirecta, categorías como la ciclicidad, el yanatin o
complementariedad, el inkarri o pachakutiy, la chacana, la decolonialidad, etc.
Introducción
Muchas lunas en Machu Picchu es la novela
cusqueña de todos los tiempos. Por mostrar
toda una sociedad o toda una época
histórica, en el lenguaje del nobel Mario
Vargas, es una novela total. Es una de las
mejores que tiene la novela peruana en las
dos primeras décadas del siglo XXI. Única,
incomparable, incaica, milenaria,
garcilaciana, labrada cual piedra de los
templos incas, con amor y razón, con
reflexión e imaginación, con estudio y
creación, con esfuerzo y talento.
Como ya puede barruntarse desde el título,
el eje temático central es el sueño, diseño,
construcción, poblamiento, florecimiento y
despoblamiento de la ciudad inca de Machu
Picchu. Todo esto entretejida con una
historia de amor prohibido entre una virgen
del sol y un visitante distinguido del reino
de Chan Chan. Está también las atrocidades
y crímenes de los invasores españoles, y la
resistencia de los últimos incas de
Vilcabamba para defender lo nuestro.
Así pues, como en las mejores obras de
literatura universal hay en esta novela:
fundación de un pueblo, amor, éxodo,
crímenes, lealtad, traición, resistencia, mito,
religiosidad, historia, misterio,
despoblamiento, heroísmo, etc.
Entre todos los habitantes de Machu Picchu,
es Astor Ninango quien toma legítimo
protagonismo. Astor es el héroe andino
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creado por Enrique Rosas, pertenece a esos
héroes como don Quijote de Cervantes,
Jean Valjean de Víctor Hugo, Rosendo
Maqui de Ciro Alegría, es la memoria viva
de todo lo que se narra. Él mismo narra los
hechos desde su cama de madera de tayanca
en una casa de Pumacurco y mucho de lo
que cuenta fue registrado por un pariente del
Inca Garcilaso de la Vega y de cuyo
testimonio, en la ficción, se valió el cronista
mestizo para escribir sobre los incas su
monumental Comentarios reales. En la
novela se dice sobre él: Astor Ninango, el
astuto cazador de faisanes y tarucas,
aspirante a ser quipucamayoc, amauta o
astrónomo de oficio […]”. Es el testigo
presencial del abandono de sus pobladores
de la ciudad pétrea de los incas. Hizo de
espía, luchó contra los españoles. En cuanto
arribó de Machu Picchu a Cusco con su
comitiva, a los pocos días después del
crimen contra el joven pac Amaru I retira
de la Plaza Mayor de Cusco la cabeza del
inca y la lleva cargada con veneración hasta
las alturas del apu Ausangate. Allí la deja en
la nieve perpetua para que, desde esa fecha,
los andinos puedan subir en peregrinación a
venerar a su último inca cuya cabeza,
aunque separada del cuerpo, está viva.
Por otro lado, dentro de la novela andina
posarguediana, Rosas Paravicino es un
novelista central, un pilar fundamental, por
cuanto, él la renueva en forma y fondo. La
novela arguediana se caracteriza por ser
lineal, falto de técnicas narrativas, que
generalmente relata una sola historia central
a través de un único narrador. En cambio,
las de Rosas hacen gala del dominio de
técnicas narrativas modernas como el
racconto, vasos comunicantes, monólogo
interior, dato escondido, mudas espacio-
temporales, varias historias diferentes con
distintos protagonistas que ocurren en
tiempos y lugares diferentes. Su primera
novela El gran señor es una muestra de lo
que afirmo como también Muchas lunas en
Machu Picchu y Suenan las campanas del
Cusco.
La novela de Rosas, Muchas lunas en
Machu Picchu, no es histórica en el sentido
de continuidad de los hechos como plantea
la novela histórica europea. Es una novela
histórica que cuestiona la historia oficial. Se
enmarca dentro de lo que Carolyn
Wolfenzon dice: “La novela histórica en
Latinoamérica se caracteriza por revertir y
cuestionar la historia oficial. A diferencia
de la novela histórica europea, la
latinoamericana utiliza distintos recursos
para enfatizar la idea de representación: la
parodia, los anacronismos deliberados, la
tergiversación intencional de los hechos
históricos, lo grotesco y las omisiones son
algunos de los recursos más utilizados por
los escritores para dejar traslucir, en el
primer plano del mundo representado, este
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aspecto de la artificialidad del discurso
histórico, es decir, le proceso de su propia
elaboración. Además, la novela histórica
latinoamericana se caracteriza precisamente
por su antihistoricidad […] ”. (263).
Por su lado, Peter Elmore en La fábrica de
la memoria, la crisis de la representación
en la novela histórica latinoamericana,
refiere:
“Así, el impulso retrospectivo y la
meditación sobre el tiempo no sirven
para ensayar un escape ilusorio a un
mundo idílico, sino para encontrarse con
problemas aún no resueltos, con
conflictos todavía no vigentes; en esa
medida, la escritura se mide con las
grandes cuestiones de la actualidad a
través de la indagación crítica e
imaginativa en las crisis del pasado”.
(1997, 11).
De lo dicho por Elmore se desprende la idea
que, la novela histórica en América Latina
no se escribe con el propósito de reflejar
hechos históricos del presente, sino de
sugerir que esos hechos de la actualidad
vienen del pasado como un conflicto no
resuelto. Esto es evidente, pues la historia
de Abya Yala y Tawantinsuyo fue truncada,
interrumpida o detenida a decir de Manuel
Scorza. ¿Cómo continuar esa historia
cercenada, si al tiempo histórico de
América indígena se le impuso una historia
y tiempo europeo? A través de la literatura
que según Scorza es el primer territorio libre
de América Latina. Solo esta puede corregir
la historia, solo la literatura puede mostrar
lo que la historia escrita por españoles la
escondió. Ese es el fin de Muchas lunas en
Machu Picchu: corregir la historia, ser la
historia de los sin historia y configurar una
nación moderna, pero de base incaica.
Christian Fernández en su libro Imaginar la
nación refiere: “En Hispanoamérica la
literatura como discurso cultural ha tenido y
tiene un papel muy importante en la
configuración de la identidad nacional”.
(2020, 20). La novela en mención de Rosas
es también un discurso cultural que
contribuye a la configuración de la
plurinacionalidad peruana, pues los hechos
narrados están cimentados en la más
ancestral y contemporánea cosmovisión
andina, en sus mitos, en sus anhelos y
esperanzas de la gran nación anti que en el
quechua primigenio nombraba tanto a la
selva como a la sierra.
ATIPANAKUY
El término cosmovisión, equivalente del
alemán Weltanschauung, viene a ser la
representación mental que una persona o
grupo de personas tiene sobre el universo en
sus distintas facetas. Estas pueden ser
creencias, perspectivas, nociones, mitos,
religiosidad, ideología, etc. Esa
representación es producto de una
aprehensión y como resultado termina en la
expresión. En tal sentido, la cosmovisión
incluye a la racionalidad o esta forma parte
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de la primera. J. Estermann en su libro
Filosofía andina, nos manifiesta:
“La racionalidad es un cierto modo de
concebir la realidad, una manera
característica de interpretar la
experiencia vivencial, un modo integral
de entender los fenómenos, un esquema
de pensar, una forma de conceptualizar
nuestra vivencia, un modelo (paradigma)
de (re-) presentar el mundo”. (2018, p.
105).
Esta concepción de Estermann acerca
mucho la racionalidad con la cosmovisión,
pues la cosmovisión es la forma integrar de
entender y representar el mundo. Así pues,
entre cosmovisión y racionalidad existe un
vínculo interdependiente. En el mejor
sentido del término, la cosmovisión sería las
respuestas o explicaciones a las preguntas
esenciales sobre los misterios del universo
y de la existencia humana. Preguntas como
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde
voy? ¿Cómo nació este suelo donde vivo?
¿Qué hay después de la muerte? ¿Por qué
morimos? ¿Por qué suceden los hechos? La
explicación o respuestas a estas preguntas
constituyen la cosmovisión y para tales
respuestas recurrimos a la razón. Dilthey
(1954), dice: “Las concepciones del mundo
no son productos del pensamiento. No
nacen de la pura voluntad de conocer […]
Surgen de las actividades vitales de la
experiencia de la vida, de la estructura de
nuestra totalidad psíquica”.
En el caso particular del hombre andino,
este tuvo también su propia forma de captar,
entender y concebir el mundo para guiar su
vida y sus actos como también para
expresarlo ya sea de forma oral y anónima
en sus relatos y otras manifestaciones como
también en sus actividades cotidianas.
Gracias a ella, como dice Edith Pérez:
“La cultura quechua ha mantenido, a lo
largo de siglos, constantes procesos de
continuidad, manteniendo su matriz
propia que la define y diferencia de los
‘otros’, es decir, de las otras culturas. Ha
sostenido principios que le han permitido
continuarse a nivel sociocultural: los
principios de complementariedad,
relacionalidad, ayllu, reciprocidad, la
memoria oral colectiva, el localismo y la
heterogeneidad. Estos elementos
interrelacionados de manera simultánea,
han hecho que la cultura quechua
continúe su desarrollo, cumpliendo
largos procesos de aculturación
adaptación resistencia recreación;
preservando su lengua, mitos, cantos,
rituales, fiestas, danzas, símbolos, es
decir, conservando sus códigos
culturales. (Pérez, 2011).
A continuación, voy a exponer esas
principales categorías de la cosmovisión
andina presentes en la segunda novela del
escritor cusqueño Enrique Rosas
Paravicino.
a) La complementariedad.
“Complementum” es un vocablo latino
que significa lo que se agrega para que se
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complete, lo que se aumenta para hacer
íntegro algo. De ahí se derivó
complementariedad. En el caso de las
lenguas andinas, existe un vocablo
quechua, de origen jakaru yana que
significa ayudante, acompañante,
compañero. Se trata evidentemente de un
equivalente de complementariedad. Del
jakaru pasó al runa simi yanatin. Este
vocablo significa exactamente
complemento. Hurtado de Mendoza,
asevera: “El principio de la
complementariedad se entiende como que
nada existe como uno, sino, coexistiendo
con su complemento, con aquel que
completa al elemento aislado. Las partes
solo son necesarias si se completan con
otras para formar una unidad total”. (2001,
p. 65). Esta categoría de la racionalidad
andina está presente a la novela Muchas
lunas en Machu Picchu representada en el
vínculo complementario (yanatin) entre el
varón y la mujer. En este sentido, en la
mencionada novela, la presencia de la
mujer es notoria no como simple ornato,
sino como elemento activo y
complemento del varón. De esta manera,
en la inauguración de aquella ciudadela
inca, una de las siete maravillas del mundo
moderno, el inca Pachacútec hace un
yanantin con su esposa: “Con él llegó
también su esposa principal, la Coya
Pihuiguarmi, y una nutrida comitiva
compuesta por amautas, funcionarios,
ñustas, músicos y bailarines”. (MLM, 85).
Por otro lado, entre los sabios hamawt’as
de Machu Picchu, el khipukamayuq y
sacerdote Quillahuaman hace un yanantin
con la sapientísima Ylla Aya, una
sacerdotisa de mayor rango entre varones
y mujeres sacerdotes. Ella es quien,
contemplando el fuego y las hojas de coca
al caer a su istalla, constata con seguridad
que el Tawantinsuyo ha caído en las garras
del genocidio propiciado por los
españoles. Ella es quien, en las llamas
votivas del fuego, ve la decapitación de
Túpac Amaru I y, con dramatismo
conmovedor hace todo lo posible para
evitarlo y muere en el intento. Esto sirve
para que todos los últimos pobladores de
Machu Picchu, empiecen el éxodo en
plena lluvia torrencial y bravo rugido del
viento.
Dentro de esa consideración de la
complementariedad andina, yanantin son
también Llangar Pacha y Nina Kuychi, la
bella y sensual escogida del Akllaywasi,
sobrina de Pachacútec que se enamora
perdidamente del joven Llangar, visitante
ilustre del reino Chan Chan. Es
correspondido en su sentimiento por él,
pero las leyes del mandatario inca impiden
ese amor. Los dos amantes tendrán un
final muy trágico.
Son yanatin también María Palla y
Sanguillo. Ella, nieta de Astor Ninango,
junto con su enamorado Sanguillo,
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pariente del Inca Garcilaso, se encarga de
lograr que el abuelo inca escarbe la
memoria y siga contando sobre los hechos
que acaecieron en Machu Picchu y en el
mismo Cusco, después de la llegada de los
invasores españoles al Qosqo, ombligo del
mundo andino. Gracias a esta acción, se
produce un yanantin entre el inca
Garcilaso y Astor Ninango. Estos dos
últimos, asimismo, son el yanantin entre la
oralidad andina y la escritura europea.
Finalmente, la complementariedad está en
el último capítulo de la novela. En este,
mientras Astor Ninango oficia su ritual
sacro en el entierro de la cabeza de Túpac
Amaru I en la nieve del apu Ausangate,
una aklla entona una canción de
resistencia. Así pues, la
complementariedad se da entre el inca y la
coya, entre Ylla Aya y Quillahuaman,
entre Nina K’uychi y Llangar Pacha, entre
María Palla y Sanguillo, entre Astor y
Garcilaso de la Vega, y entre Astor y la
cantante aklla de dulce voz. Esta
complementariedad se condice
perfectamente con la dualidad andina.
b) Chakana. En la cognición del runa
quechua, el vocablo “chakana” alude a una
figura geométrica conformada por una
serie de graderías o escalones distribuidas
por cuatro lados que aparecen en varios
lugares prehispánicos sagrados. En
cambio, para los estudiosos se trata de la
representación de la constelación Cruz del
Sur. De ahí que se entiende también a
chakana como el puente que une al runa
con el cosmos y sus tres pachas. Según el
cronista indígena Johan Santa Cruz
Pachakuti Yamqui Salcamaygua, la
chakana se encontraba en el Altar Mayor
de Coricancha, la misma que le sirvió de
base para su famoso dibujo en el cual,
según los estudiosos, estaría la síntesis de
la cosmovisión andina. Sobre el término,
González Holguín, nos proporciona las
siguientes dos entradas: “Chacana.
Escalera”. (1952, 89). En cambio, en el
Arte y vocabulario de autor anónimo de 16
se consigna lo siguiente: “Escalera de
madera. Tres estrellas que llaman las Tres
Marías”. (2014; 79). La chacana es pues
un ente del universo, persona, animal o
cosa, que cumple el papel de una
intersección, un cruce, un punto de
intersección entre dos entidades o
instancias. Así, en Muchas lunas en
Machu Picchu este papel la desempeñan la
sacerdotisa Ylla Aya que intersecta el
pasado con el futuro, lo que está pasando
en Machu Picchu y en el Cusco, este
mundo y el otro. “Readecuar el puente de
fuego que da a la Otra Orilla, hacer más
seguro y regulado el tránsito del viajero en
medio de la penumbra, tal era la labor de
Illa Aya, la anciana de cabellos blancos”.
(MLM, 140). Otra chakana fundamental
es Astor Ninango, él conecta Machu
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Picchu con Cusco, Machu Picchu con
Vilcabamba, Cusco con Ausangate, la
cabeza del inca Túpac Amaru I y el apu
Ausangate, , la oralidad suya con la
escritura de los Comentarios reales,
Cusco con Córdoba - España.
“¿De dónde conocía Astor Ninango el
nombre afamado de su tío? Si el viejo ya
no veía claras las letras, menos sabía
leer ni escribir, como tampoco dominaba
del todo el castellano ¿cómo puede
entonces pronunciar un nombre que es,
ante todo, resonante entre los
numerosos lectores de España, pero
todavía poco conocido en las Indias? Sin
embargo, el anciano explicó el caso, con
la misma sencillez con que desataba los
nudos de conflictos de sus largas
historias. (MLM, 107).
Se inquiere el siempre agudo personaje
Sanguillo en cuanto escucha al anciano y
analfabeto Astor Ninango hablando sobre el
autor de Comentarios reales y sobre la
misma obra.
El inca Garcilaso refiere que, compuso sus
Comentarios reales de los incas sobre la
base de sus memorias, sobre lo escrito por
Blas Valera a quien glosa y cita, nunca lo
copia, pero, dice también que sus relatos
están basados en los manuscritos que sus
familiares le enviaban desde Cusco. ¿Quién
fue ese familiar? ¿Quién o quiénes fueron
los sabios de prodigiosa memoria que
contaron al familiar de Garcilaso? Para
responder a dicha interrogante, Ninango
habló:
Sin embargo, el anciano explicó el caso,
con la misma sencillez con que desataba
los nudos de conflictos de sus largas
historias. Es simple, muchacho dijo.
Yo fui consultado por varios familiares
tuyos sobre los tres primeros incas.
Contesté a todas sus preguntas aquí, en
este mismo cuarto, entre ellos, a un
patriarca llamado Cusi Huallpa de la
panaca de Inca Yupanqui. ¿Te dice algo
ese nombre?
¡Pero si es mi tío abuelo! (MLM, 107).
Con estos hechos, la novela se pone
interesante y gratamente intensa y vívida.
Pues, la escena narrada, no es solo
fabulación gratuita, sino una recreación de
Rosas sobre lo dicho por Garcilaso. Astor
que tiene contacto con esos parientes del
inca, no solo cuenta, sino interroga sobre el
Inca Garcilaso y su libro. Desde su estancia
en Cusco, está al tanto del libro y del autor.
Sabe incluso las actividades escriturales,
militares y del fallecimiento del cronista.
Por eso, en una escena por demás sublime,
cuando Sanguillo le alcanza el mismo
libro Comentarios reales de los incas,
Ninango no se sorprende por la noticia, sino
por el objeto llamado libro. Y lleno de gozo
lo palpa, lo acaricia como a un bien
preciado. Al hacerlo se siente parte de ese
objeto. Leamos:
“Con la postura de un ciego, Astor
Ninango palpó el grueso volumen de
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tapas duras. Primero lo hizo con
inquietud como si tocara un animal
desconocido. Su rostro adquirió un gesto
de sorpresa y las venas del cuello se le
tensaron ligeramente. Pero pasada la
sorpresa inicial, fue acariciando con
delicadeza las partes exteriores del libro.
Al rato sus manos recorrían con avidez el
tomo, los forros, las hojas, los filos, como
si su sentido del tacto fuera insuficiente
para sujetarle de las muñecas para que
su alteración no deviniese en torpeza”.
(MLM, 105).
De esta suerte, en ese rol de conectar a
Astor Ninango con el Inca Garcilaso de la
Vega aparece otra chakana. Se trata de
Sanguillo, nieto pariente de Gómez Suarez
de Figueroa y cuyo nombre verdadero es
Blas Alcántara Paullu. Él desde niño que
aprendió a leer y escribir, se encargaba de
transcribir todo lo que contaba Astor
Ninango para luego, enviar ese manuscrito
hasta Córdoba la mismísimo Inca
Garcilaso.
“Y dime muchacho, ¿quién era la
persona que en el Cusco pasaba a la
escritura todas las historias contadas,
para después ser enviadas a España?
Sanguillo alzó los ojos, dueño de un
repentino orgullo. Vio con agrado que
María Palla seguía fascinada la
conversación.
Yo dijo.
Vaya, vaya. ¿Y desde cuándo?
Desde que aprendí a leer y escribir. O
sea, desde niño.
Astor Ninango dejó el libro sobre el
pequeño mueble de su lado. (MLM, 107).
Sin duda esta escena bien lograda por el
novelista, es muy original y cautivante;
conecta al lector, con ese anónimo relator
de la vida de los incas, el transcriptor y el
cronista. Por tal motivo, la misma novela
es una bellísima y contundente chacana. Y
don Enrique Rosas, el runa chakana mayor
que vincula a los pobladores de Machu
Picchu con los lectores del presente y del
futuro.
La elección de la primera persona como
punto para focalizar la historia que se
narra es un gran acierto. El narrador
heterodiegético es muy distante al mundo
fabulado y del lector en cambio el
homodigético está dentro de la historia, es
parte de ella, por lo tanto, cuando uno lee
Muchas lunas en Machu Picchu tiene la
sensación de estar muy cerca.
Compartiendo el mismo espacio con el
narrador protagonista. Dicho de otro
modo, la historia está contada desde
adentro, por alguien que conoce y ha
vivido los hechos. Solo un escritor
cusqueño amante de lo incaico, bien
identificado con esa civilización, pudo
haber procedido de este modo. Por otro,
lado es bien conocido que los grandes
narradores crean sus propios personajes
Alter ego, don Alonso Quijano es el ater
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ego de Quijote, Rodian Romanovich en el
aspecto intelectual, es el alter ego de
Dostoievski, Santos Luzardo de Doña
Bárbara es el alter ego de Rómulo
Gallegos, en el caso de Astor en Muchas
lunas en Machu Picchu es el alter ego del
escritor cusqueño Enrique Rosas. Oculto
gracias a la gran capacidad persuasión de
la novela, este alter ego tiene mucho de
Rosas Paravicino. Veamos como él mismo
novelista confirma esto, en una entrevista
entre nosotros que he publicado en mi
libro El fuego del placer textual:
_ Mucho fluye en su novela un lenguaje
incaico, garcilasiano, cusqueño, andino.
Tal parece que las frases de Astor
Ninango (personaje central de su novela)
son suyas, es decir, sentidas por usted.
¿Acaso Astor no es su alter ego, es decir,
usted mismo? ¿Cuánto de Enrique
Rosas hay en ese último poblador vivo
de Machu Picchu?
_ En los juicios del protagonista hay
mucho de uno. Siempre el autor se
expresa sutil o abiertamente a través de
alguno de los personajes. Ciertamente
Astor Ninango es mi alter ego. De haber
yo nacido en aquel tiempo, me hubiera
gustado ser como él, así proteico y
multifacético. Es astrónomo, cazador,
viajero, espía, guerrero y líder de un
pueblo.
c) Descolonialidad. La descolonialidad
es una postura epistémica que cuestiona
críticamente a la hegemonía del
eurocentrismo (norteamericanismo por
extensión) y su lógica expresada en la
superioridad de lo europeo en todas sus
facetas que en el devenir del tiempo trajo
los privilegios para ellos, en cambio,
atraso, explotación y sumisión de los no
europeos. Aunque esta categoría parece
contemporánea a partir de los postulados
de Dussel, Mignolo, Tubino, Walsh y
Quijano, su propuesta principal, la de
cuestionar la versión europea de la historia
y los hechos acaecidos después del arribo
del usurpador español, cuestionar la
superioridad española, es muy antigua.
Podríamos hallar en Brevísimas relación
de la destrucción de los incas de
Bartolomé de las Casas, en los
Comentarios reales de los incas o en los
mitos inkarri y en el taki unquy. En este
sentido, contrariamente a la colonialidad,
que considera a los españoles que
arribaron con Pizarro y Almagro, como
conquistadores, Rosas o su personaje
narrador, emplean frases descoloniales
como “los advenedizos, demonio
extranjero, bárbaros, invasor. Así al
mismo virrey Toledo le menta como La
baba de la muerte. Aquí una muestra:
“Aposentados en el total secreto, fuimos
nosotros los primeros en intuir la
catadura moral de los españaris, su
perversa intención de suplantar al viejo
dios navegante. Las noticias nos eran
relatadas por los chasquis en el mismo
tono de preocupación con que habían
sido proferidas pos curacas del norte,
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son crueles e irascibles, quieren todos
los bienes: la mujer, los frutos, los vasos
del sol, los objetos de oro y plata; se
arrodillan contritos ante un dios resellado
con cinco heridas. Por la codicia y la
lujuria de los advenedizos dedujimos,
pronto, que aquella cruz y su lastimoso
varón claveteado tampoco eran dios,
sino solo un talismán efectivo que les
permitía acceder a la sonrisa de su único
y verdadero dios: el oro. Nosotros le
decíamos bárbaros”. (MLM, 14).
Según el narrador de Muchas lunas en
Machu Picchu, Astor Ninango, antes del
primer arribo de los invasores españoles a
Cusco, en esta ciudad ya se tenía
conocimiento del perfil psicosocial de los
barbudos.
“Tres días antes del informe del chasqui
había conmocionado a la capital del
imperio: Se aproximan los extranjeros;
son terribles, sanguinarios, depravados;
quieren oro, mujeres, placeres… cinco
mil sirvientes los acompañan igual que
perros sumisos”. (MLM, 141).
La última oración de la anterior cita, es
netamente descolonial. La historia escrita
por la pluma española refiere que los
españoles eran pocos y así pocos capturaron
y asesinaron a Atawallpa, que así pocos y
solo ellos, sin apoyo de otras etnias rivales
de los incas, llegaron al valle del Cusco. En
cambio, Astor refiere que los invasores
llegaron con cinco mil sirvientes. Esto es
lógico, porque si los españoles eran poco
por más armas de fuego no pudieron haber
derrotado a un ejército. Los españoles,
como últimamente se ha venido
demostrando contaban con un ejército más
numeroso que el incaico. Un ejército
integrado no solo por wankas, kañaris y
chankas, sino por guatemalas y nicaraguas.
Incluso por perros guerreros. De esta
manera, Rosas cuestiona la historia
“oficial” y hace ver que es alevosa.
Es poco probable que la maravillosa ciudad
inca de Machu Picchu, en su inauguración
haya sido bautizada con ese nombre
quechua. Es imposible que a un pueblo que
se acaba de inaugurar se le ponga un
nombre nada significativo y hasta
desagradable en quechua “Picacho Viejo
que es la traducción de Machu Picchu. La
denominación a la ciudadela como su cerro
homónimo, a cuya falda los incas erigieron
su más predilecta urbe, es incluso
poscolonial. Puede incluso haber sido
Hairam Bingam quien puso. Para rebatir esa
sobre nominación tardía, Rosas postula un
nombre mucho más significativo. “La
ceremonia empezó a media mañana con el
sacrificio de una llama negra cuyo corazón
palpitante fue alcanzado al Radiante
Civilizador. El monarca denominó a la
ciudad como Huiñaymarca, en desafío al
tiempo y en alusión al vínculo entre la
piedra y la eternidad”. (MLM, 85).
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Wiñaymarka es pues un vocablo aimara que
significa pueblo de la eternidad. Esta
denominación tiene una contundente
fundamentación científica. El lingüista
andino Rodolfo Cerrón Palomino
demuestra que el aimara fue la segunda y
más importante lengua incaica. Asimismo,
los estudios de onomástica y toponimia
demuestran que Cusco y Urubamba son
territorio aimara. Por lo que un lugar
maravilloso e impactante bien pudo haber
tenido una designación mucho más
interesante e inquietante. “Muchísimo
tiempo después el nombre de la ciudad sería
olvidado. Las nuevas generaciones
terminarían atribuyéndola solo la
denominación del cerro que la cobija:
Machu Picchu”. (MLM, 218).
Otro aspecto interesante del discurso
descolonial en la novela es el conteo y la
denominación del tiempo. Nadie puede
dudar que el año 1492 para los originarios
de Abya Yala y Tawantinsuyo no era 1492.
Tampoco fueron el día ni el mes. Eran otro
tiempo, otro año, otro mes, otro día. El
calendario azteca era venusiano y el incaico
era lunar. Consciente de ello, el novelista
cusqueño Rosas, en la ficción, propone otro
tiempo y otro conteo temporal. “Más
adelante vino la Edad del Murciélago…”.
(MLM, 13). “Hasta que una tarde del año 28
Sol …”.(174). El siguiente pasaje, es
elocuente explicación: “Era diciembre de
1614 en el calendario cristiano, más para
Astor Ninango el tiempo podía medirse
también de otras formas”.
Otro legado colonial que persiste es la idea
que los incas carecían de escritura. Esto
sobrepuso el poder del papel, de la escritura
frente a lo oral. Así la escritura fonográfica
traído por los españoles consolidó
justamente el poder de la escritura, con ello
la superioridad del español o lo europeo.
Incluso se llegó a establecer un apotegma en
quechua “qillqan riman” o la escritura
habla. Para rebatir ese poder, Rosas propone
una escritura quechua incaica que
lamentablemente se frustró con el arribo de
los invasores.
“Contra todos los pronósticos, Sapan
Huillcanina nunca llegó a vestir la capa
de sacerdote, pero ciertamente el cielo lo
requería por su ojo perspicaz de
astrónomo y por su lucidez para
interpretar los aguaceros luminosos y las
bolas de fuego que caían ciertas noches.
En los trámites de ese oficio inventó un
sistema de escritura que, veinte años
después, lo expuso ante la corte del
nuevo inca. Pero entonces ya veía
nubecillas grises allí donde los demás
percibían los colores del pasajero o la
piel lozana de una muchacha color
capulí”. (MLM, 130).
d) Inkarri y pachakutiy. Como es bien
sabido, el eje temático central del mito
inkarri es que el último inca fue
martirizado por los españoles hasta que lo
Antoniano 134 año 2020
decapitaron. Empero, separado el cuerpo,
la cabeza no ha muerto y no solo está viva,
sino está creciendo y se mueve en busca
del cuerpo. Cuando logre juntarse con el
cuerpo el inca volvey volverá a reinar.
El pachakutiy e inkarri es un eje temático
central de la novela Muchas Lunas en
Machu Picchu. Al respecto, la estudiosa
Carolyn Wolfenzon refiere: “En su
segunda novela Muchas lunas en Machu
Picchu (2006), Rosas Paravicino trabaja
dos conceptos centrales para entender la
cultura andina: el Pachacuti y el Inkarrí,
que conforman parte de la tradición
milenarista indígena”. (2016, p. 212).
De manera más precisa, pachacuti es la
vuelta de la tierra que, según la
concepción milenarista andina ocurre de
manera cíclica. Cada cierto tiempo se
produce ese kutiy o volteada de la tierra
produciendo estragos. En la novela, Astor
Ninango se interroga:
¿Era éste el tan pavoroso vuelco de los
tiempos, llamado también Pachakuti o
cíclica convulsión del universo que,
según los amautos, viene entre
fogaradas de sangre cada quinientos
años? De repente la agonía del sol
empezó a teñir de ceniza nuestras
pesadillas y el Amaru llameante que se
tragaba a la luna anunc también el
azote funesto de las epidemias”.(MLM,
19).
Asimismo, consta de dos etapas: una
puede ser a favor del mundo andino y otra
en contra. En el caso de la historia incaica,
el arribo de los españoles sería el lado
oscuro, la etapa de la vuelta en contra, en
la cual al voltearse a Cusco le toca estar
abajo, derrotado y subyugado.
En otros capítulos y páginas después,
Rosas alude a la cabeza decapitada del
última inca Túpac Amaru I. Lo describe
como una cabeza viva que pese a estar
separada del cuerpo mantenía su lozanía.
Esta cabeza fue retirada de la estaca donde
estaba tronchada. Eso es una palmaria
alusión al mito inkarri. A la historia de la
cabeza del inca que se separa del cuerpo,
pero que en el futuro se va a volver a juntar
para que el inca vuelva a reinar y con ello
se voltee la tierra a favor del mundo
andino, en la cual, el mundo andino, su
cultura, su lengua y sus tradiciones esté
encima de la europea.
“¿Te dije que esa noche descolgamos la
cabeza del inca que entonces había
estado exhibida en la pica?
No. No contaste eso.
Pues ahora te lo digo. La bajamos con
sigilo y nos la llevamos en una vasija
ventruda, con el mayor cuidado.
¿Pero aún estaba intacta? ¿No se había
corrompido?
No. Nunca se corrompió esa cabeza.
Siempre se mantuvo lozana inclusive
hasta la mañana en que la enterramos,
secretamente, entre músicas y danzas”.
(MLM, 68 - 59).
Antoniano 134 año 2020
La última oración es muy elocuente. Esa
cabeza fue enterrada. Y para ello no
hubiese habido mejor lugar que el nevado
más alto de la región Cusco: el portentoso
Ausangate. Hasta este nevado que está al
sureste de la ciudad del Cusco, los
pobladores venidos de Machu Picchu al
mando de Astor Ninango llevaron la
cabeza y lo enterraron en la nieve. Aquí el
detalle:
“De inmediato, ante la vista de todos, abrí
la tapa de la vasija ventruda y de ahí
extraje la cabeza del inca Túpac Amaru,
así limpia y fresca, tal como lucía en la
picota de la plaza del Cusco después de
su infame ejecución. Con una mezcla de
afecto y veneración la levanté hacia el
sol, a fin de que se llene de las primeras
luces, de esa energía enervante que
distribuye el radiante generador de vida y
goce terrenal. […] Esta es la cabeza del
joven rey, heredero directo de la estirpe
real que fundaste mediante tu primer hijo,
Manco Ccápac. ¡Sí, la cabeza de nuestro
inca! La hemos rescatado de la
humillación de ser exhibida al gentío, y la
hemos traído a este lugar sagrado para
que pase la eternidad aquí en la nieve,
bajo la custodia de los apus tutelares”.
(MLM, 238).
Así con honores es enterrada la cabeza del
inca. Rosas alude que el origen de la
peregrinación al Señor de Quyllur Rit’i
que está justamente en el Ausangate, tuvo
su origen en ese entierro. Esto porque la
Iglesia Católica, al ver un multitudinario
peregrinaje de los súbditos del inca a la
cabeza de él, durante la Colonia pudieron
haber cambiado la veneración al inca por
el Cristo la cabeza por lo del Cristo
aparecido. En un acto de extirpación de
idolatrías es muy probable que esto haya
ocurrido. Leamos un fragmento de ello:
¡Y ahora se me ocurre! Hasta podemos
institucionalizar una peregrinación anual
a este nevado… _¿Cómo sería eso
capitán?
_ Que cada año pudiesen venir
comparsas de músicos y bailarines a
este lugar, de visita al inca. […] _ Sin
embargo, la idea hay que pensarla y
madurarla más. Tal vez los peregrinos
podrían venir con la apariencia de adorar
a alguna de esas tantas cruces que los
españarris han alzado en las pachetas.”.
(MLM, 242 245).
Así para el hombre andino tanto el tiempo
como el espacio son cíclicos. En esta
concepción quepa también el pachakutiy,
como esa vuelta del tiempo y del espacio y
como evidencia de la ciclicidad. Pachakutiy
es que con la invasión española se volteó no
solo el tiempo sino también el espacio, en el
sentido que lo andina estaba encima, arriba
con poder y con la invasión, al voltearse,
ahora está “al revés”, abajo o debajo de
España. A decir de Wolfenzon: “El
principio de Pachacuti tiene dos momentos
centrales: por un lado, el hundimiento en las
tinieblas y el caos; y, por otro, un posterior
amanecer.”. (2016, p. 212). Desde esta
Antoniano 134 año 2020
instancia, se presupone que cumplido el
ciclo o el tiempo de este mundo andino al
revés, se va a producir otra vuelta de la
pacha, pero en esta vez el mundo andino
estará arriba, será una temporada favorable
para los runas, el inca volverá a reinar. Esta
racionalidad y concepción está presente en
la novela de Rosas.
No por gusto la misma novela empieza
con el anciano Astor Ninango y termina
con él. No es casualidad que el último
capítulo de Muchas lunas en Machu
Picchu lleve por título “A reino cerrado,
tiempo abierto”. La innegable presencia
de la categoría pachakuti inkarri en la
novela que comentamos está en las letras
de este canto esperanzador que varones y
mujeres cantan después de dejar la cabeza
del inca decapitado al pie del Ausangate.
Estas letras dicen:
“Volveremos a ser entonces lo que fuimos
tal cual nos creó el gran Pachacámac
según el clamor pavoroso del Titicaca
padre nuestro, Inga Rey, eco del tiempo”.
(MLM, 244).
Así la novela de Rosas no se cierra, tiene un
final un abierto, esperanzador, no hay
derrota, “Volveremos a ser entonces lo que
fuimos”. Muchas lunas en Machu Picchu
no es, pues, la voz ni la novela de los
vencidos, sino de los están en pie de lucha,
resistiendo, sosteniendo esa pacha hasta
voltearla a nuestro favor.
e) Paititi. Llamado también El dorado o
la Ciudad perdida de los incas es una
leyenda, un mito cuya vigencia va a
cumplir ya quinientos años. El legendario
relato cuenta que se trata de una ciudad de
puro oro perdida en la espesura de la selva.
Hasta el día de hoy, el significado del
término no está determinado en su
plenitud. Desde la etimología quechua se
cree que sería “pay kikin” que quiere decir
él mismo o ella misma, pero esa
interpretación no tiene ningún sustento
fonológico tampoco morfológico, menos
semántico. Es muy probable que, más
bien, tenga vínculo con el puquina “titi”
cuyo significado es Sol. Como quiera que
sea, el vocablo paititi refiere a ese mítico
lugar que llamó la atención de muchos
exploradores y cuya búsqueda ha llevado
a muchos a la muerte sin que logren
ubicarla. ¿Cómo y cuándo apareció este
mito cuyo significado no es preciso en
quechua? ¿Quiénes y por qué lo crearon?
Desde la ficción, Rosas propone una
respuesta:
“Cuando los españaris se establecieron
en el Cusco, nosotros hicimos todo lo
posible para preservar el gran secreto de
Vitcos. Precisamente para alejarlos de la
ciudad mística, para que no tengan la
mejor sospecha de nuestra existencia
entre estos templos y edificios, hicimos
correr el rumor de la radiante cercanía
del Paititi, una ciudad hecha de planchas
Antoniano 134 año 2020
de oro y cornisas de esmeraldas,
únicamente habitada por una población
de mujeres blancas cuya reina era, a la
vez, sacerdotisa de la diosa Quilla.
Nuestros fabuladores se esmeraron bien
en describir la ubicación física de El
Dorado: está, mi señor, en la región más
boscosa del país, al norte del río
Huallaga, donde los meandros de la
selva corren sobre arenas de oro, ahí
donde el tigre y la boa son los únicos
guardianes del reino gico; el nombre
secreto de la ciudad es Manoa y está a
orillas del lago Parimé; todo es
abundante allá: los frutos, los metales,
las hembras; todo está al alcance del
deseo humano, mi señor”. (MLM, 23).
Según el narrador Astor Ninango, paititi es
un mito, una utopía. No existe, por lo tanto.
El mito fue creado adrede, para preservar el
lugar, para alejar a los famélicos y
sicalípticos españoles. Coincidentemente
con esta fabulación, la dirección del paititi
está en sentido diametralmente opuesto a
Machu Picchu. Por otro lado, en ninguna
crónica de aquellos tiempos de la invasión y
la colonia, se hace referencia a la llaqta
incaica más famosa de estos tiempos.
Aunque la supuesta creación de este mito
por los habitantes de Machu Picchu es en sí
creación o invento de Rosas, gracias al
poder persuasivo de la novela, el lector
asume como tal y si hay la posibilidad de
duda, esta termina en una pregunta: ¿Por
qué no sería verdad que el paititi fue tan
bien fabulada por los sabios incaicos para
que los saqueadores españoles nunca
profanen la sacra ciudad? De haber sido así,
esta fue una victoria de la genialidad inca,
pues no nos imaginamos cómo hubiese
quedado Machu Picchu si estos vándalos la
descubrían. De esta forma, el mito paititi
que forma parte de cosmovisión andina está
presente en la novela de Rosas como para
mostrar la habilidad de los incas para
proteger lo suyo contra los extirpadores de
idolatría y contra los saqueadores.
f) La lectura de la hoja de coca. Se trata
de una actividad sagrada practicada por el
runa quechua desde tiempos milenarios y
consiste en lanzar las hojas de la coca para
luego descifrar el mensaje sobre hechos
del pasado como del futuro. Tanto el
lanzamiento como la interpretación debe
ser realizado únicamente una persona
especializada: el sacerdote o zahorí y
andino. Esta actividad adivinatoria es una
práctica cotidiana del runa andino. Zenón
Depaz Toledo explica con mucho detalle
el procedimiento de la adivinación a través
de la hoja de coca: “… la mama Kuka
traduce, por ejemplo, en el sabor dulce,
amargo o rancio que deja el chacchado, o
en las señales que emite su configuración:
bueno, malo, fasto, nefasto, o aún ‘nuetro’,
que es también un ‘color’”. (2015, 73). En
la novela Muchas lunas en Machu Picchu,
se narra el papel de la coca en la
Antoniano 134 año 2020
cosmovisión andina: “La Mama Coca está
pálida, apenas suspendida en un abismo de
dudas. Su silencio durará diez días más,
hasta que se despeje la niebla del
Pantiacolla”. (MLM, 213).
g) La selección del altumisayuq, zahorí
o adivino mediante el rayo. Según las
fuentes orales, no cualquiera puede ser
Altu misayuq o sacerdote andino. Esa es
una elección propia del dios Illapa o
relámpago. Así uno no elige se altumisa,
sino es elegido por el rayo. El narrador
cusqueño en su novela Muchas lunas en
Machu Picchu, dice:
«Dijo ser el portavoz iluminado del
Hanaq Pacha, él, que un día fuera
arrebatado por Illapa, el dios del rayo,
hasta el último confín del cielo nebuloso.
Allá estuvo despierto veintiún años
terrestres, platicando con las almas de
los fulminados por las descargas del
Radiante Inmortal. Al cabo de ese tiempo
_que en el cielo es una sola semana_
recibió de boca del mismísimo
Huiraccocha el encargo de revelar la
verdad a los hombres. Y la verdad era
durísima y cruel porque comprometía el
destino del género humano. Raurac Sallo
reveló, que la humanidad estaba a punto
de ser destruida por haber incurrido en
nefanda culpa [..]”. (MLM, 132).
De esta suerte, en la memoria colectiva del
runa andino un altumisa no escoge ser, sino
es escogido por la deidad Illapa o
relámpago. Exactamente, es quien ha
sobrevivido a la caída de un rayo fulminante
a su cuerpo. Esto es una tradición muy
conocida que el narrador cusqueño supo
recrearla muy bien. En el citado párrafo,
tiene como protagonista a un curandero del
Altiplano de nombre Rauraq Sallo, él uno
vez cogido por el illapa permaneció
veintiún años entre las ánimas y en la
presencia del mismo dios andino. De ellos,
en todo ese tiempo aprendió la sabiduría
para adivinar el pasado y el futuro en las
hojas de coca, para vaticinar hechos del
futuro y ser el mensajero del designio de los
dioses y hasta para sanar. La narradora
cusqueña Karina Pachecho en una de sus
cuentos memorables, narra lo siguiente:
“El curandero nos enseñó la palma de su
mano izquierda. El rayo le había dejado
su estampa. Cuando le preguntamos por
la otra, descubrimos que había borrado
todas las líneas en ella. Resulta, pues,
bastante claro, que cuando el rayo te
alcanza y no te mata, la vida empieza de
nuevo. Resulta, pues, bastante claro,
que cuando el rayo te alcanza y no te
mata, la vida empieza de nuevo”. Esto
quiere decir que hasta antes de ser
cogido por el rayo, el curandero era un
hombre común y corriente y después de
la cogida tuvo esos atributos de
sanador. (2015, pág. 13).
Con el texto de Pacheco queda ratificado
que, en el mundo andino, los sacerdotes,
sanadores y adivinos siempre son
seleccionados por el dios rayo quien les
Antoniano 134 año 2020
provee de poder y les da permiso como para
que tengan esa función en el ayllu.
El personaje Rauraq Sallo de Muchas lunas
en Machu Picchu además de predicador
omnipresente es quien, en tiempo del inca
Yupanqui, lidera a un centenar de
pobladores del Altiplano que migran al
Cusco obligados por la sequía en busca de
una vida mejor en Cusco. Este hecho podría
interpretarse también como las tantas y
conocidas oleadas de los qullas al Cusco,
que según la leyenda de Maco Capac y
Mama Ocllo, fundaron incluso el Cusco.
h) Taki unquy. Conocido también como
la rebelión de las wakas. Es un fuerte
movimiento religioso - cultural de
resistencia contra la Colonia y contra la
extirpación de idolatrías que surge en
Huamanga Ayacucho en 1560 y se
propagó y llegó al Cusco e incluso a
Chuquisaca Bolivia. El principal
objetivo era evitar la cristianización a
través de la danza y otros movimientos
corporales con la idea de haber sido
poseído por una waka. Como iniciador se
le considera al huamanguino Juan Chocñe.
Los estudiosos sobre esta rebelión
consideran que la danza de tijeras es la
moderna versión del taki unquy. Este
aspecto de la cosmovisión andina es
considerado en los capítulos finales de la
novela Muchas lunas en Machu Picchu.
Cuando Astor Ninango y su comitiva
están llevando la cabeza de Túpac Amaru
I hasta el Ausangate, se les aparece en el
camino Felipe Chocñe, lugarteniente de
Juan. Es reconocido por Astor en la subida
de Callangate.
Al cabo de un o de activar en la
rebelión, Felipe Hualla. Es aquí, en esta
delicada jerarquía, que le tocó sufrir la
rencorosa persecución del cura Cristóbal
de Albornoz y de sus agentes. Cayó
preso como muchos otros takiongos […]
Felipe se trasladó furtivamente a Vinchos
y aquí organizó una partida de
apacheteros para castigar a los
criminosos y a sus perros
chupasangres”. (MLM, 189).
La presencia del taki unqu en las alturas del
Ausangate, justo cuando la cabeza del inca
Túpac Amaru I está siendo enterrada es un
indicador de que en el mundo andino nada
está aislado. Y que esta festividad del Señor
de Quyllur Rit’i es también una muestra de
dicha relacionalidad, pues la fiesta religiosa
más famosa del Cusco es la expresión de
dicho sincretismo entre la religiosidad
andina y la católica. Es decir, en la fiesta
católica está la veneración a la waka
Ausangate como un acto de resistencia. Es
decir, la festividad sería también la
continuidad del movimiento mesiánico
iniciado por Juan Choqñe en Ayacucho.
Antoniano 134 año 2020
Conclusiones
En la novela Muchas lunas en Machu
Picchu, es escritor cusqueño Enrique Rosas
Paravicino, de manera magistral y con las
técnicas narrativas modernas recrea
categorías y aspectos importantes de la
cosmovisión andina.
La novela Muchas lunas en Machu Picchu
es una novela descolonial, más que histórica
es antihistórica, porque con las escenas
narradas y el monólogo de su personaje
central, cuestiona y corrige la historia
oficial, la historia contada por los españoles.
Como diría Mario Vargas Llosa, Muchas
lunas en Machu Picchu, es una
representación falaz de la vida en Machu
Picchu, de los cincuenta años de la
ocupación española del Tawantinsuyo, de la
atroz decapitación del último inca Túpac
Amaru I, que, sin embargo, nos ayuda a
entender mejor temas como y el
surgimiento de la festividad religiosa Señor
de Quyllur Rit’i como un acto de la
extirpación de idolatrías y del mito Paititi
como un acto de resistencia y desviación
para que los españoles nunca lleguen y
saquen la sacra ciudad de Huiñaymarca.
Machu Picchu.
En Muchas lunas en Machu Picchu no hay
la voz de los vencidos, ni muertos, sino de
los que resisten en la espera del fin del ciclo
o tiempo “al revés” para, llegado ese
momento, realizar el pachakutiy a favor del
hombre y mundo andino, tal como nos debe
el porvenir.
Muchas lunas en Machu Picchu es pues una
novela para refundar el país, una novela
para inyectar sabiduría, claridad, incanismo
y cusqueñismo a todo aquel que no se ha
rendido, a todo aquel que no espera, sino
quiere y puede hacer concreto el anhelado
incarri o pachakutiy.
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