Algunos retos de la antropología médica en América Latina
El
Antoniano 131
/
Diciembre
2016
En un estudio realizado entre 1978
y
1981 en una comunidad del
estado
(provincia) de
Y
ucatán
(Méxic o)
donde
más del 90% de la población
hablabay/o
entendía la lengua maya, la mayoría de
la
población prefería el médico privado
que
al médico del centro de salud;
y
además
prefería al médico especialista
radicado
en la capital de
Y
ucatán,
que a los
médicos
particulares de su
propia
comunidad. Más aún,
señalaban
que
para
las enfermedades graves, salvo en el
caso
de ‘hechicerías’, preferían a los
médicos
alópatas que a los curadores
tradicional
es
(Menéndez
1981,
R
amírez 1980).
Y
recuerdo que estoy
hablando
de 1978
y
no de 2008.Es decir, hace casi
cuarenta
años ya observamos una notori
a
penetración de la biomedicina en la vida
cotidiana de los grupos étnicos, lo cual sin
embargo no era detectado por la
mayoría
de los
antropólogos
que sólo
buscaban
enfermedades
y
tratamientos
t
radicionales
como parte de las cosmovisiones
nativas.
Permanecer en el estudio
exclusivo
de
l
a
medicina tradicional conduce no sólo
a
no asumir la notable penetración directa
e
indirecta de la biomedicina en la vida
cotidiana de, por lo menos una parte,
de
los grupos étnicos, sino también a
no
entender el comportamiento actual de los
sujetos de dichos grupos, de tal
manera
que al aplicar una metodología
centrada
en un solo actor,
y
buscando sólo lo
qu
e
se considera que es lo propio de lo
s
grupos
étnicos, los investigadores
no
documentan lo que ocurre realmente en
la
vida cotidiana de los grupos
que
pretenden ayudar a rehabilitar
y
a
empoderar cultural
y
polít
icamente
8
.
Y
esto, por ejemplo ha ocurrido
y
si
gue
ocurriendo con un hecho tangible
en
todos
los grupos étnicos de los
que
tenemos información,
y
me refiero a
la
disminución continua del número
de
curadores tradicionales, lo cual
es
rechazado por autores que en México
se
niegan a aceptar este proceso, pese,
por
ejemplo, a que tanto en
Y
ucatán
como
en
Chiapas, dos de los estados mexicano
s
con mayor población indígena casi
han
desaparecido
los chamanes de
las
mayoría
de las zonas
indígenas.
Esta tendencia se ve además refor
zada
porque actualmente la mayoría de los
antropólogos obtienen exclusivamente su
información de las
representaciones
sociales que sus entrevistados tienen de
la
realidad; es decir lo que surge de
las
narrativas de los informantes, pero sin
que
frecuentemente
los
antropólogos
regist
ren
también las prácticas sociales de los
mismos.
Es decir, constituye una etnografía de lo
que se dice,
y
no de lo que se hace.
Y
esto se ve
f
avoreci
do
por dos
hechos,
llamémosle metodológicos; primero
porque
no sólo se ha reducido el tiempo
y
continuidad del trabajo de campo, sino
que cada vez se hace menos
observación
participante, la cual —no
o
lvidemos—
posibilitaba obtener
representaciones
sociales, pero también observar prácti
cas
sociales. Más aún, los
actuales
antropólogos
y
a
no aprenden a
observa
r
,
y
están más
preocupados
por aprender los
últimos programas de descripción
y
análisis ‘etnográfico’ por internet, que
por
aprender a observar las prácticas social
es
de sus entrevistados. Considero que si
bien la observación participante constituye
todavía la principal técnica que identifica
al
trabajo
antropológico,
no
obstant
e
actualmente constituye sobre todo
un
indicador de diferencia profesional,
más
que de práctica
antropológica.
8 No cuestiono
e
l
estudio de las cosmovisiones, sino el enfoque utilizado que tiende a excluir los procesos que cuestionan su
vigencia
y
esencialismo. Por ello considero que los investigadores de las cosmovisiones, debieran
referir
los componentes de las
cosmovisiones a los comportamientos actuales de los sujetos que se supone portan dichas cosmovisiones. Es decir, no sólo
debieran entrevistar
y
observar a los curadores tradicionales más viejos —como suelen hacer— sino entrevistar
y
observar a los
jóvenes
y
también a los ancianos para tratar de entender porque, por lo menos, en varias regiones indígenas de México los
jóvenes ya no quieren operar como curadores
tradicionales.