El
Inca Garcilaso de la
Vega
El
Antoniano 131
/
Diciembre
2016
quechua
5
“
mamita
y
,
taytay t’anta,
ukucha
”
,
sería parte de su habla cotidiana,
mientr
as
que para el Capitán, de trataba de
madre,
padre, pan, o ratón.
As í
empezaría el
asunto
identitario con todas las complejidades
que
le
acompañaron
toda su vida.
El
mismo
recuerda sobre su
educación,
o m
ás
propiamente sobre su españolización,
tarea
encargada
de manera particular a Juan
de
Alcobaza; dice el hijo del Capitán,
que
compartía su instrucción con los hijos de los
hermanos Pizarro, posiblemente también
en
indias nobles, niños, que tuvieron otra
suerte
ingresando al mundo del
ano
nimato
.
L
astim
osamen
te
no se cuenta
co
n
investigaciones en la línea
desarrollada por
mi profesor Juan Marchena
F
ernández
(1992), cuyos resultados son
fundamentales
para entender la estructuración de la
nueva
sociedad surgida a partir del siglo
XVI .
Se
sabe que el mismo Francisco Pizarro,
en
Caxa
Marka al recibir de Atao Wallpa a Inés
Huaylas
Y
upanqui
,
como
compañera,
l
a
noble india le dio al
Gobernador,
dos hijos
(R
aquel
Chang-Rodríguez,
1996)
Fray
Vicente
V
alverde
,
primer Obispo
del
Cusco, entendió que la educación
de
aquellos niños era fundamental para su
tarea
evangelizadora,
de ahí que en
1535
había logrado de la corona la
aut
orizació
n
para fundar la Escuela parroquial,
y
en
donde el Canónigo Juan de Cuellar
se
encargaba
de formarles en gramática
y
latín,
deseando
hacer de todos ellos futuros
estudiantes de
Salamanca,
y
así contar
con
clérigos
y
teólogos que se sumaran a
la
iglesia en su labor misional.
Antes de las tareas de Juan de Alcobaza
y
de Juan de Cuellar, aquel “hijo
del
conquistador”, en el hogar
materno,
empezaba
su desarrollo cognoscitivo con el
runasimi de su tío abuelo Cusi Huallpa
y
los
capitanes Juan Pechucta
y
Chauca Rimachi,
responsables de relatarle sobre el
pasado
glorioso de los incas, asunto
confirm
ado
cuando el Inca escribe:
“E n
este tiempo
t
uve
noticias de todo lo que vamos escribiendo
porque en mis niñeces me contaban sus
historias ,
como cuentan las fábulas a los
niños. Después, en edad más crecida
me
dieron larga noticia de sus leyes y
gobiernos…”
Eventualmente también aquellos niños
con sus padres castellanos
aprenderían
algo
de su idioma. En el caso de Gómez Suárez
de Figueroa, hijo de Capitán, entre uno
y
otro espacio sociocultural alimentaría cierto
egocentrismo, pues, entre la madre india
de
nobleza
y
el soldado triunfante, la atención
y
preocupación
por el niño, sería
al
go
particular, desde sus familias, aquello
que
buscaba,
siempre lograría, pues, estaba
al
centro, situación que no compartían
t
odos
los niños, aun siendo “hijos
de
conquistadores”.
Como escriben, en la “anchurosa”
casa
paterna, solar que hasta 1542
había
pertenecido a Pedro de
Oñate,
I
sabel
Chimpu Occllo, atendía a los amigos
del
Capitán,
oportunidades
cuando el niño
,
sería
asistido por su padre,
conoci
endo
además a casi todos los responsables de
la
muerte de Atao Wallpa, primo de su
madre;
también dentro de su primera
j
uventud
f
ue
testigo de deslealtades entre
los
cast
ellano
s,
sobre todo, en las guerras
civiles,
de
los
que
dirá más tarde en sus escritos: “a quién
y
o
conocí”; contrariamente a
ot
ras
apreciaciones,
sobre Francisco Pizarro,
dice
que fue “cariñoso,
fiel
a su palabra
y
hombre de gran
verdad”.
T
ambién
en el solar de Cusipata, el niño
Gómez Suárez, pasó días de hambre
y
angustia mortal junto a su madre,
cuando
los conflictos se daban entre los
a
venturer
os,
por cuanto la casa solariega fue
cañoneada,
por aquellos
camaradas
de su
padre.
Cuando aprendía latín, toda su
aspiración se hallaba puesta en ir
alguna
5 Fue tanta la
capacidad
de resistencia del mundo andino al propósito evangelizador de occidente, que en
1538,
el
II I
Concilio
Limense, dispuso el aprendizaje obligatorio de la lengua general (quechua o
aymara
)
por parte de los curas; asimismo
la
enseñanza obligatoria del castellano
y
el latín en los Colegios
R
eales.