El
Antoniano 132
/
Diciembre 2017
Recepción:
10.06.2016
|
Aprobación:
24.11.2016
59
Edwi n
Huamán
Q
u
i
s
p
e
A
Y
AMARKA
La
arquitectura
y
el concepto de la muerte en el mundo andino
prehispánico.
Germán Zecenarro Benavente
1
RESUMEN
L
a
muerte, entendida como proceso de interrupción de todas las
funciones orgánicas
y
por ende de aquello que se conoce
como
vida, constituye uno de los misterios e incógnitas más grandes
que
permanecen
en el subconsciente del Hombre, exteriorizándose
a
través de una serie de manifestaciones culturales
y
diversas formas
de
pensamiento que han marcado toda la historia
y
el acontecer de
la
humanidad.
Frente a la consternación, incógnita
y
el miedo
que
representa, la arquitectura como expresión cultural que manifiesta
la
particular cosmovisión de las
sociedades,
interpreta este misterio
argumentando
con sus formas
y
contenidos la idea de la muerte
y
su
trascendencia, connotando
la inmortalidad desde la particular
perspectiva de cada cultura.
En
el Perú prehispánico, la
arquitectura
funeraria responde a los conceptos de un particular modo
de
existencia de los muertos, paralelo al de los
vivos.
De esto surge
la
necesidad
y
cuidado de preservar los cuerpos, así como
de
mantenerlos o vincularlos con determinados espacios construidos,
plenos de contenidos simbólicos que se expresan a través de sus
elementos
y
características espaciales, como los nichos, las
chinkanas o galerías interiores
y
los machays o cavernas, el
ementos
vinculantes con el mundo Ukhupacha; así como las torres funerarias
o
chullpas
y pukullo s
.
PALABRA S
C
L A
V E
:
Arquitectura funeraria, muerte, m
und
o
prehispánico.
1 Arquitecto. Docente de
la Facultad
de
Arquite ctura
e Ingeniería Civil. Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cus
co.
E–mail:
germanyum
i
@
yahoo
.es
El
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/
Diciembre 2017
Recepción:
10.06.2016
|
Aprobación:
24.11.2016
60
Ayamarka
ABSTR A
CT
Death, understood as an interruption of all organic functions,
known as life, is one
o
f
the greatest mysteries and unknowns
that remain in the subconscious of Man,
externalizing
through
of cultural manifestations and forms of thought that
have
marked the history of humanity. Against dismay,
myster y
and
fear it represents, the architecture as a cultural expression
that
expresses the particular worldview of societies, interprets this
myster y
arguing
with
their forms and contents the idea of
death
and its
transcendence,
connoting immortality from the
particular perspective of each culture. In the Ancient Pe, the
funerary architecture responds to the concepts of a particular
mode of existence of the dead, parallel to the world of the
living. From this arises the need and care
o
f
preserving the
bodies, as
well
as to maintain them or to
link
them
with
certain
constructed spaces,
full
of
symboli c
contents that are expressed
through their elements and spatial characteristics, like niches,
chinkanas or inner galleries, and mach’ays or caves, binding
elements with the Ukhupacha world; as well as the funeral
towers or chullpas and pukullos
.
KEYWORD S:
Funerary architecture, death, prehispanic world.
Los
señores que morían eran muy
ll
orados y metidos en
l
as
sepulturas, adonde también echaban con ellos algunas
mujeres vivas y otras cosas de las más preciadas que ellos
tenían...con tales apariencias, ciegos,
l
os
tristes segan
l
a
voluntad del demonio, y a, metían en
l
as
sepulturas la
compañía de vivos y otras cosas, para que
ll
evase
e
l
muerto
más honra; teniendo ellos que hacndolo así guardaban sus
religiones y cumplían
e
l
mandamiento de sus dioses, y
i
ban
a
lugar deleitoso y muy alegre, adonde habían de andar
envueltos en sus comidas y bebidas, como solían acá en
e
l
mundo al tiempo que fueron vivos.
L
a
Crónica del Perú. Pedro Cieza de León, Capítulo
X L
VII I
.
como un “modo de existencia. Por su parte,
en
la cosmovisión occidental, la muerte se va
a
considerar como el castigo divino frente a
la
preexistencia del
pecado,
y
como un modo
de
existencia que
acontecerá
irremediablemente
al
final de los tiempos; donde, después de
l
a
resurrección de la carne, conllevará en
la
eternidad una serie de castigos o premios
de
acuerdo a las acciones realizadas por el
hombre en vida.
LA M U ERTE
EN LOS ANDES
PREHISPÁNICOS
En el antiguo Perú, la muerte implica
un
fuer t
e simbolismo que se manif
iesta
enérgicamente
en todos los aspectos culturales,
connotación
sagrada
que es presente
en
todas
y
cada una de las
act
ividades
desarrolladas
por
l
as
sociedades
andinas
prehispánicas.
L
o
sobr
ena
tura
l
y
lo místico
concurren en la vida del hombre,
form
ando
parte intrínseca de aquellos conceptos
ligado
s
a
las ideas de la inmortalidad
y
lo supra
natural,
y
de esto se puede desprender la
o
rigina
l
creencia andina de que de la muerte
nace
nuevamente la vida. (Figura 1)
A
lo
largo
de
la
historia
de
la
hum
anidad,
el
concepto de la muerte motivó la
aparició
n
de argumentos que buscaban descifrar
de
algún modo, o comprender en parte,
aquel
incognoscible misterio que entraña; para
ello,
los mitos
y
la religión ofrecieron
alternativas,
surgiendo de este modo explicaciones
diver
sas
sobre
los
fenómenos duales de la vida
y
la
muerte, entendibles bajo
planos
sobrenaturales;
dicotomía que va a devenir
en
ideas sobre inmortalidad
y
trascendencia.
Comprendida
desde los aspectos religiosos,
la muerte constituye uno de los hitos bajo
l
os
cuales la cultura humana va a cimentar su
filo
sofí
a
y
su forma de ver
y
entender el m
undo.
L
as
relig i
ones
o
frecen una serie
de
diluci d
acion es sobre estos aspect
os
trascendentales,
y
la Cultura andina no va
a
estar exenta a ello; concebidos bajo los
términos dialécticos de la dualidad, los mitos
y
la propia religión practicada en los Andes
contienen un nutrido cuerpo de
datos
singulares que reflejan una
particular
concepción sobre la muerte, entendida ést
a
Figura 1.
AYAMARK AY
KILL A
.
Representación del mes
de
noviembre. Dibujo de
Felipe
Guaman
P
oma
de
A
yala.
Ayamarka
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61
Para la ideología andina los muert
os
continúan “vivos
y
por lo tanto tienen
las
mismas necesidades
f
ísicas que un vivo;
la
muerte simplemente es otro modo de existencia
donde la entidad necesita de comer
y
bebe
r
,
vestirse
e
i
ncluso calentarse a
los
rayos del Sol
para no padecer frío,
y
como en vida,
requiere
de
una pareja o semejante además de
un
nutrido cuerpo de servidores en
f
unción
a
la
jerarquía del difunto; incluso sus objetos de
uso
personal
y
animales lo
acompañan
en
ese
estado de existencia, por lo que es
común
encontrarlo asistido muchas veces de ello
s,
conformando la compleja parafernalia de los
contextos
fu
nerarios
.
Felipe
Guaman
Poma de Ayala m
enciona
que
“le(s)
entierran con sus comidas y ueuidas -
y cienpre tienen cuydado de enbialles de
comer
y
ueuer
(sic), aseveración que posibilita
entender los copiosos rituales dedicados a los
muertos, al punto que llamaron la atención
a
los cronistas que tuvieron el primer
co
ntact
o
con el mundo andino. Pedro Pizarro
po
r
ejemplo, señala las costumbres
f
uneraria
s
que
observó en su
recor
rido por el
P
erú,
describiendo los rituales dedicados a los
muertos; singularidades como la existencia
de
un personal
encargado
de los complejos ritos
que tenían como objetivo atender a los
cuerpos
conservados de los muertos, darles de
comer
o “beber”,
llevarlos
en procesión de un sitio
a
otro, etc. Este cronista aporta detalles
sob
re
estas costumbres indicando que tesoros
y
mucha gente pertenecían en su mayoría a los
muertos,
y
que cada momia tenía asignados
un
hombre
y
una mujer cuyos deseos
se
interpretaban como voluntad del muerto,
y
que:
cuando tenían gana de comer o de
bebe
r
,
decían que los muertos querían lo mismo: si
querían
ir
a holgar a casa de otros muertos,
decían lo mismo porque a lo tean
de
costumbre
irse
a
visita r
l
os
muertos unos a otros,
y hacían grandes bailes y borracheras, y
algunas veces iban tambn a casa de los vivos,
y los vivos
a
las
suyas. Asimismo a estos muertos
se llegaban muchas gentes, así hombres
como
mujeres, diciendo que los querían
servi
r
,
y
esto
no les era estorbado por los vivos, porque para
seguir a éstos tenían libertad todos de hacerlo,
cada uno al muerto que quería. Estos
mu
ertos
tenían la mayor cantidad de la gente principal
de ellos,
así
hombres como mujeres, a causa
de
que vivían viciosamente
amancendose
los
varones con las mujeres, bebiendo y
comiendo
espléndidamente
(Pizarro
1986:53)
.
De esto se desprende el especial cuid
ado
que tuvo el hombre andino de conservar
y
proteger los cuerpos de los
f
allecid
os,
manifestacn cultural que se remonta miles
d
e
años atrás en el antiguo Perú, evidente en los
cuerpos conservados artificialmente
del
Chinchorro, en la zona de Ilo, Arica
y
Antofagasta (7000 a.C.), hasta aquellos
relatos
históricos del Siglo
X V I
que hablan sobre el
extraordinario proceso de conservación de los
cuerpos de los mismos Señores Inkas (Polo
1970), todo ello clara expresión de una cultura
compleja cuya
f
ilosof
ía
trataba de explicar
y
entender lo desconocido introduciendo en
la
objetividad de la realidad elementos
cargado
s
de
connotaciones sobrenaturales, pero
tangibles a todos
y
que trascendían al
pro
pio
concepto de la muerte como consumación
o
final de la vida.
A l
igual que en otras antiguas
sociedades
humanas del orbe, la idea de la inmortalidad
y
la trascendencia de los seres después de
la
muerte trasluce la importancia que tenía
la
práctica de conservar los cuerpos de los
muertos. En ello radica el objetivo de
la
momificación en el antiguo Perú, donde
la
muerte es entendida como otro modo
d
e
existencia, para
l
o
cual los cuerpos
debían
conservarse de la mejor manera posible
para
a continuar
desarrollándose
en el
mundo
junto a los vivos.
Si
bien Cieza de
L
eón
en
L
a
Crónica del Perú
precisa que los habitantes del Perú “no
ignoraban la inmortalidad del ánima;
mas
tampoco podemos afirmar que lo sabían
enteramente, los conceptos arriba vertidos
connotan a una cultura que rindió un culto muy
especial a
l
a
muerte,
y
el hecho de preservar
l
os
cuerpos no es más que dar a entender las
ideas
que se tienen sobre otro modo de
exist
encia.
2
2 Como en otras
culturas
del orbe donde se practicó
la
conservación de los cuerpos, el hombre andino también se preocupó por
conservar cuerpos de animales. Un caso interesante menciona Cobo cuando habla de
l
as
wakas y seqes del sector
de
P
umamarca
,
en el Antisuyo. Menciona el
cronista
que en
e
l
paso que permite la conexión de la quebrada
i
ndicada con el sector
Ayamarka
El
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62
LA S
MOMIAS DE LOS ANTEPASADOS
L
os
personajes
ilustres
caso de los
S
eñores
Inkas del Cusco— eran
“embalsam
ados”,
técnicamente momificados
3
, en medio de
un
complejo ritual funerario o
necropompa
;
tecnolo gía ancestral que además
de
aprovechar las
bondades
climáticas
de
determinados sitios como la
sequedad
de los
desiertos o el frio de las altas
punas,
consideraba
también el manejo de minerales
y
plantas como la mágica muña —Mintosthachis
glabrescens
y
la isura, especie selvática
.
Est a
idea posibilita
entender el porque las
momias de los Inkas,
estaban dotadas
de
amplios
poderes
sobrenaturales,
com
o
propiciar lluvias
y
favorecer las
buenas
cosechas.”
Pero, no se debe dejar de lado la
mención
de que muchas de estas momias, al ser
consideradas
entidades
sagradas,
fueron
también producto de la práctica de sacrificios
humanos, tan
arraigada
en el Perú
antiguo
como lo refieren
los
datos
arqueológicos
y
la
documentación existente,
destacando
sobre
todo los grandes rituales llam
ados
Capacocha
(sic), donde se
inmolaban
principalmente niños.
L
a
práctica de los
sacrificios humanos posiblemente tenía el
propósito de propiciar la fertilidad
y
ordenar
de mejor modo los recursos naturales,
a
como
f
undamentar
el “orden político
y
social
(
Uceda
y
Morales
2010:
88)
.
De acuerdo a
Guaman
Poma,
l
a
momia
del
Inka se
denominaba
illapa (rayo),
y
era
ataviada con sus mejores prendas
y
adornos,
incluso se le componían los ojos con
unas
telillas
de oro
y
el rostro con ciertos betunes
de
tal forma que parecían sólo dormidos. Esta
particularidad la relata el Inca Garcilaso de
la
V
ega
cuando describe las momias de sus
antepasados
incautadas en el Cusco por el
Licenciado Juan Polo
Ondegardo
(1559),
quien se las mostró al
j
oven
historiador mestizo
antes de su viaje para España.
A l
respecto, el
dibujo de
Guaman
Poma de Ayala es muy
sugerente, ya que expresa claramente
como
era el aspecto del cuerpo momificado de
estos
personajes en este caso el
I
nka
y
la
Qoya
,
quienes
aparecen
como si estuvieran
durmiendo; frente a los cuerpos ricam
ente
ataviados, un
I
nka
les ofrece chicha, la
cual
contenida en dos vasos o qeros, según
la
costumbre andina—, es vertida en los
denominados
“birques o vasijas
destinadas
para ello
y
que se disponían delante de
las
momias
(Rowe
1991:
92).
A l
f
ondo
destaca
un
pucullo, estructura funerar ia cuya
fenestración permite apreciar restos óseos en su
interior
(
Guaman
Poma
1956).
4
(Figura 2)
L
os
demás cuerpos momificados recibían el
nombre de mallki, en la sierra,
y
de munaos
en
la costa, como
l
o
refiere el padre jesuita
P
ablo
Joseph de Arriaga
(Arriaga
[1621]
1999)
.
El
hecho de conservar estos cuerpos —y
principalmente si se trataba de
personajes
ilustres, significaba también la
prosperidad
de la comunidad toda. Esta es una de
las
razones fundamentales por la cual las
panakas
de los Inkas
dedicaban
tanto cuidado
y
atencn a los cuerpos o momias reales,
y
como se desprende de
l
o
escrito por
P
olo
de Qoraw (Corao), existía la momia de un puma, ser totémico que quis fue
e
l
origen del topónimo de este importante lugar,
hoy perteneciente al
distrito
de San Sebastn.
3
El
estudio arqueológico de los tejidos humanos establece
la
diferencia entre
e
l
embalsamamiento,
técnica que consiste en
fija r
los
tejidos en base a formol o alguna sustancia de parecidas propiedades,
mientras
que
la
momificacn se
refiere
a
la
desecación
de
los tejidos, y éste viene a ser
e
l
rmino
correcto
para emplearse a los restos humanos prehispánicos.
Estudio
de Tejidos Humanos
Momificados y Secos. A. Sandison.
1982.
4
F
uente
de imágenes de Guaman
Poma:
The Royal
Librar y.
National
Librar y
of Denmark and
Copenhagen
Univers ity
Library.
Det
K
ongeli
ge
Bibliotek. Web:
www
.
kb
.
dk
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
63
Figura 2.
ILLA P
A
.
L
a
momia del Inka. Dibujo de
F
elipe
Guaman
P
oma
de
A
yala.
Ondegardo
o Bernabé Cobo, esta
i
dea
posibilita entender el porque las momias de los
Inkas —aparte de continuar
manteniendo
injerencia en la política mediante sus
panakas—,
estaban dotadas de
amplios
poderes
sobrenaturales,
como propiciar lluvias
y
favorecer las buenas cosechas.
L
as
cnicas
señalan por ejemplo que en las
inmediacio
nes
del cerro tutelar
Piqol
—en la zona
de
Pumamarka
y
L
arapa
o
R
arapa
—,
se
veneraban algunas momias reales, como la
de
Anawarqhe, esposa de Pachakuteq,
y
las de
l
os
Inkas Lloqe
Y
upanki
e Inka
Ro
q
a
,
respectivamente
(
Zecenarro
2003:
395). De
acuerdo a las referencias de Pedro Pizarro,
en
temporadas
de sequía
y
con el objeto
de
propiciar lluvias, el cuerpo momificado
de
Lloqe
Y
upanki
era sacado de su kancha
o
templo
f
unerario
para ser conducido,
entre
cult i
vos
y
sem
enteras, a las
punas
posiblemente a las alturas de
Piqol,
Qoraw
y
Chitapanpa
.
En
L
arapa
se custodiaba también la
momia
de Inka Roqa descubierta e
incautada
por
Polo
Ondegardo
en la segunda mitad del Siglo
XVI ; B
ernabé
Cobo afirma que esta
mom
ia
era también llevada
procesionalmente
a los
cultivos
y
punas para propiciar las lluvias:
...cuando
había necesidad de agua para los
sembrados,
(su
f
amili
a
el
ayllu
Uicaquirao
—)
lo solía sacar en procesión vestido ricamente
y
cubierto el rostro,
y
llevarlo por los campos
y
punas;
y
tenían creido que era gran parte
para
que lloviera (el paréntesis es nuestr
o).
LAS FORMA S
DE
ENTERRAMIENT O Y
SU SIMBOLISMO
En el mundo andino prehispánico los
muertos eran venerados e
i
ncluso temidos,
y
l
os
lugares donde se
encontraban
deposit
ados,
como las sepulturas
y
l
as
cavernas, eran los
sitios donde éstos moraban
y
por
ende
merecían el respeto debido por parte de
la
gente.
L
os
lugares de sepultura se consi
deraban
wakas o santuarios, existiendo
bastante
referencia documental
y
arqueológica sobre
ello.
Cada cuerpo momificado estaba a cargo
de
sus familiares
y
descendientes. Bernabé
Cobo
menciona la trascendencia de esta
costumbre
sobre la institución de las wakas,
cuando
indica: De la veneración que hacían á
estos
cuerpos nació otro daño
y
género
de
adoración,
que fué tener por adoratorios
la
s
sepulturas
y
algunos lugares sagrados
donde
los Señores, cuando eran
vivos,
soan
sentar
se
y
frecuentar s,
y
eran en gran mero los
adoratorios
y
guacas que por esta razón
se
acrecentaron
.
L
a
población enterraba a sus
muertos
aprovechando
de los resquicios
y
cavernas
ubicados en farallones o precipicios de difícil
acceso, constituyendo grandes necrópolis
que
mantenían la característica de estar
or
ientados
a
los rayos solares.
Esta
forma de
ente
rrami
ento
en
los
despeñaderos
de valles
y
quebradas
est
á
elocuentemente
descrita por Pedro Cieza
de
L
eón,
cuando hace referencia a
l
as
grandes
necrópolis que tuvo ocasión de observar en sus
viajes por
e
l
lato territorio del
T
awantinsuyo
:
…En muchos valles destos llanos, en
saliendo
del valle por las tierras de rocas
y
de arena, hay
hechas grandes paredes
y
apartamiento
s,
adonde cada linaje tiene su lugar
establecido
para enterrar sus difuntos,
y
para ello
han
Ayamarka
El
Antoniano 132
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64
hecho grandes huecos
y
concavidades
cerradas con sus puertas, lo s
primamente
que ellos pueden;
y
cierto es cosa admirable ver
la gran cantidad que hay de muertos en
estos
arenales
y
sierras de
secadales;
y
apartados
unos de otros, se ven gran número
de
calavernas (calaveras)
y
de sus ropas, ya
podrecidas
y
gastadas
con el tiempo. Llaman
a
estos
l
ugares,
que ellos tienen por
sagrado
s,
guaca,
que es nombre
triste,
y
muchas dellas
se
han abierto,
y
aun sacado los tiempos
pasados,
luego que
los
españoles ganaron este
rei
no,
gran cantidad de oro
y
plata (el resaltado
y
paréntesis son nuestros) (Cieza
1967).
L
os
entierros s comunes eran en los
peñascos
y
en los cerros, donde las tumbas
se
ubican en los farallones inaccesibles
pero
siempre calentados por
los
rayos solares; lo
sugestivo aquí es la relación que
existe
entre
l
as
tumbas, su ubicación en el precipicio o
sobre
roquedales de difícil acceso,
y
un río
o
quebrada
adyacente
(
Zecenarro
2001).
Son muchos los ejemplos sobre esta
f
orm
a
de enterramiento en el Perú, para el caso
de
la
regn del Cusco destacan por la
presencia
de necró polis varios lugares co
mo
T’anqanamarka
y
Antachaka en
P
i
s
a
q
,
la
más grande necrópoli s de América,
adyacentes al riachuelo
K
’itama
yo
donde sus
miles de tumbas ocupan el mismo
escarpado
de los farallones del Apu
Linl y
;
igualmente,
la
necrópolis de Machuwasi dentro de
las
paredes abruptas de la
quebrada
del o
Qochoq
en Calca; lo mismo se indica de
las
necrópolis de Saywa en
Yu
k
a
y
;
y
en territorios
de los
K
’anas
,
al borde del cañón
del
Apurimaq
y
al norte del grupo
arqueogico
de Llanthuko4, esn las peñas inaccesibles
con cientos de momias envueltas en esteras
y
mantos
y
simplemente
colocadas
dentro
l
os
resquicios de las rocas, lugar
deno
minado
Soq’aqaqa.
En las cercanías del
Cusco
destaca
Qorqenkapata
en la
quebrada de
Cebollawayqo, parte baja de la población
de
Figura 3. CAVERNA
FUNERARI A DE
MACHUPIQCHU. Conocida como el Mausoleo Real, se ubica bajo el
denominado
Torrn
o Templo del Sol.
La finur a
y exquisitez del
trabajo
connota una
relacn
sagrada con el
mun
do
interior
del Ukhupacha.
Fotografía
Germán Zecenarro
Benavente.
Ayamarka
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Antoniano 132
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2017
65
Figur a
4. CAVERNA
FU NERARI A
DE
Q'ENQO.
Parque
arqueológico de Saqsaywaman.
Fotografía
Germán
Zecenarro Benavent
e.
Y
unkaypata
en el distrito de San
Sebastn;
allí descuella una impresionante pared
a
manera de abrigo rocoso —con vista
al
suroccidente
y
sobre el grupo
arqueo
gico
de Inkilltambo, donde
aparecen
las
tumbas
colo
cadas en los resquicios
inaccesibles del afloramiento rocoso; se trat
a
tanto de cuevas como de hoyos
practicados
en la roca con completamientos en base
a
mampostería fina o de aparejo rústico
co
n
mortero
y
en algunos casos con enlucidos
de
arcilla, dentro de
l
as
cuales estuvieron
ubicadas las momias, cuyos restos en
gran
abundancia
osamentas
aparecen
desperdigados
al pie del aflor
amiento
5
.
Otros ejemplos de repositorios de momias
se
hallan en Machupiqchu,
destacando
por su
impacto
y
belleza el
denominado
Mausoleo
R
eal”
(Figura 3), la gran caverna
de
Waynapiqchu, conocida como
T
emplo
de
la
L
una,
o —en el Parque
arqueogico
de
Saqsaywaman, la bien conocida
caverna
de Q’enqo
(
P
atallaqta
)
(Figura 4),
labr
ada
primorosamente in situ ostentando incluso
en
sus paredes un nicho
complementado
con
un
altar donde posiblemente estuvo alguna vez
el cuerpo de Pachakuteq Inka
(
Zecenarro
2010)
(
Zecenarro
2015:
99-100).
Es de destacar tambn que los
context
os
funerarios no solamente están en
las
cavernas
y
farallones inaccesibles,
tambn
aparecen
formando parte de campos
de
cultivo
y
andenes,
quis como parte de
las
connotaciones sagradas
y
simbolismo
que
encierra la momia o mallki palabra
que
significa almácigo, como se analizará
s
adelante,
a como dentro de recintos
o
como parte de edificaciones
monumentales,
y
en las cercanías de qollqas o
dep
ósitos
como es el caso de
Qorqenkapata
al sur
de
Y
unkaypata
(
Zecenarro
2001:
128).
5
LA S RUINA S DE
LLANTH U
K
O
.
Germán Zecenarro Maduo. 1968.
Este
grupo arqueogico pertenece al
distrito
de Qhewe,
de
la provincia de Canas; se encuentra en
la
margen derecha
de
l
río Apurimaq , a siete kilómetros de la localidad de Qhewe por
camino de herradura y a dos kilómetros de
la
carretera Yanaoca-Livitaca.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
66
Connotado
a la muerte
y
quis
tambn
entendidos bajo el principio de constituirse
en
elementos
generadores
de
vida,
es
interesante subrayar la costumbre de los
habitantes de Antisuyo de inhumar a los
muertos en las cavidades de
los
árbo
les
denominados
Uitaca (chon
ta).
Efectivamente, la
documentacn
gráfica
que
consigna
Guaman
Poma de Ayala m
uestra
no a una momia sino a un esqueleto que
es
introducido en la cavidad de un
árbol,
corrobo rando así la descripción
que
proporciona el cronista sobre las costumbr
es
antropófagas
de los antiguos habitantes
de
las selvas
peruanas.
L
a
costumbre de utilizar
árboles para depositar los restos de los
fallecidos va a ser una característica de los
primitivos habitantes de
Antisu yo,
quedando
el árbol como entidad mítica vinculada a
la
muerte
(
Guaman
Poma 1956). (Figura 5)
Junto
a
l
contenido simlico
y
tico
que
tiene el árbol, además de ser la
antigua
entidad que cobijaba a los muertos, ést
e
representaba
también a la
f
orma
añosa de
la
Sachamama
(Madre de la vegetación)
,
deidad seltica en forma de
serpiente
Figura 5. ENTIERRO DE ANTISUYOS. Dibujo
de
Felipe
Guaman
P
oma
de
A
yala.
bicéfala o
anfi
sbena que
caminaba
verticalmente, exactamente dando la idea
de
un árbol de
fo r
mas caprichosas
y
envejecidas; erguida, con su cabeza superior
se va alimentando en el
K
aypacha
de los
seres aéreos,
y
con la cabeza inferior de los
seres terrestres, recalcando la
i
dea
de
contener en su vientre a los “seres
vivos”.
Esta
serpiente, al ascender al
Hanaqpacha
se
convertía en
e
l
Arco
Iri s
o
K’uyc hi,
deidad
de
la fertilidad, es decir, los seres
devorad
os
y/o contenidos” en el vientre de la
serp
iente
serían la ofrenda para ser devueltos en
for
ma
de vida.
El
vocablo que conceptualiza al
árbo
l
en el
mundo andino es mallki, que también significa
almácigo
y
es el término con el que se
conocen
a las momias o cuerpos conservados de los
antepasados,
dotados de poderes
supra
naturales. Por ello, el árbol o mallki estarí
a
representando
la dicotomía muerte (momia)
almácigo (semilla).
De la misma forma, la
part
icularidad
anatómica de los árboles posibilitó
t
ambién
una explicación
fi
losófi
ca
relacionada
con
l
a
conexn entre los mundos concebidos
desde
la perspectiva andina; las raíces del árbol
se
hunden en el
vientre
de
l
a
P
achamama
,
y
por lo
tanto es un ser que conecta las
profundidades
del Ukhupacha donde residen las
semill
as,
con el
K
aypacha
o mundo de aq. Por esto,
en
muchos casos el árbol tiene también
la
connotación de
paqarina,
o sitio de origen
d
e
los seres vivos.
E l
cronista Juan Santa Cruz
P
achacuti
Y
amqui
Salcamayhua -en el gráfico
del
denominado:
Altar Mayor del
Qorik
ancha-
,
coloca la representación de un árbol
y
le
denomina árbol mallqui. Es claro
e
l
se
ntido
sagrado
que ostenta el árbol por
enco
ntrarse
integrando la cosmogoa
I
nka
(
P
achacuti
1993: 208).
R
evestido de una forma
iconográf
ica
occidental, el árbol mallki pervive dentro
de
la religiosidad popular quizás
manteniendo
en su concepto todos aquellos significado
s
mencionados
anteriormente.
L
a
imagen
con
la que se identifica corresponde al Santo
galo
de los tiempos del
emperador
Diocleciano
:
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
67
San Sebastián, oficial romano del Siglo
II I
d.C., quien fue
condenado
a
mo
rir
asaeteado
por sus convicciones cristianas.
L
os
atributos que distinguen al mártir
San
Sebastn pueden ser entendidos desde
la
perspectiva andina; la columna a la que fue
atado o quizás el tronco de su martirio fue
sustituido ingeniosamente por un
árbo
l
completo
y
“vivo”: el mallki;
y
otro de sus
atributos: las saetas, se identificaron con
las
flechas de los ch’unchos
y
demás tribus
que
habitan la Amazoa,
recalcando
quis
la
filiación con esta zona geográfica
y
sus
costumbres ancestrales. Si se analiza
la
admirable escultura de San
S
ebastián
realizada por Melchor Huaman Mayta en el
Siglo
X VII ,
que en la actualidad participa en el
Corpus
Chris ti y
en
l
as
festividades
pat
ronales
del Cusco, se observa la preeminencia
del
árbol dentro del conjunto escultórico
,
entendiendo a éste com o el
grupo
conformado por la imagen antropomorfa
en
bulto
atada
a un árbol con ramas
auténticas,
las andas
y
sus indtides
6
, sin olvidar a los
cargadores
y
su singular manera de llevar
las
mismas; a ello se suman tambn
los
loros
vivos
(Chry sotis
amazonas)
(
Amazona
autumnalis), que hasta hace unos pocos
os
atrás
acompaban
todaa al Santo
patró
n
en sus recorridos procesionales,
parlot
eando
y
oculndose dentro del nutrido follaje.
El
árbol de San
S
ebastián adquiere
un
verdadero sentido selvático o
amazónico
cuando se le
agregan
estas
aves,
considerando
que la presencia de loros en el
martirio del santo romano hubiera sido
un
hecho inaudito históricam
ente
7
. Estos
atributos constituyen elementos riquísimos
interpretados desde el punto de vista
andino,
pues inmediatamente traen a la mente
la
relación con el Antisuyo,
y
su significado
estaría vinculado a la muerte, los alcigos
y
las
momias
.
LA ARQUITECTUR A
FUNERARIA
L
os
personajes importantes eran
enterrado
s
con todas sus joyas, objetos valiosos e
i
nclusive
-según su jerarquía-, con sus mujeres
y
personas que les habían servido en vida,
como
es
el caso muy elocuente de
los
co
ntext
os
funerarios Moche, descubiertos
y
estudiados
en
sus mejores condiciones de autenticidad
en
estos últimos
años
8
(Alv a
1994).
A
la par de
las
cavernas que se han descrito, para ello existía
una arquitectura bastant e
elaborada,
consistente en estructuras exentas a manera
de
torres conteniendo una cámara interna
donde
se
depositaban
los fardos funerarios,
conocido
s
por los cronistas como bultos. (Figura 6)
En general,
los
hombres
y
mujeres
se
enterraban con sus joyas
y
enseres en
unas
sepulturas subterneas relata Cristóbal
de
Figura 6,
ENTIERR O
DE
K
ONTIS
UY
OS.
Dibujo
de
Felipe
Guaman
P
oma
de
A
yala.
6
L
amentable
mente
l
as
tumbas están profanadas, producto de un proceso que dio
inicio
en el mismo instante de la llegada de los
europeos
al Perú
–en
la
mayoría de
los
casos
los
saqueadores
tuvieron
que descolgarse sobre
i
mpresi
onantes
barrancos-,
y aún la
información científica sobre arqueología y antropología física que documenta y detalla
l
as
caractesticas
de estos
impor
tantes
repositorios, es
escasa.
7 Ya en tiempos posteriores se adicionaron al anda cinco indiátides, que a manera de acroterios exornan
e
l
anda; éstas, con sus
tocados de plumas y
e
l
torso desnudo apoyan más
la
idea de la procedencia antisuyana
.
8
El
relacionar
las flechas, el árbol y
l
os
loros con San Sebastián no es de
l
os
últimos tiempos, debió haberse adquirido en tiem
pos
tempranos.
Estos
mismos elementos
-tal
como se ven hoy-, aparecen representados en
pinturas
de finales del siglo
XVI I
,
como el
caso de los
li
enzos
de
l
Corpus
Christ i
-propiedad de la
Parroquia
de Santa Ana, hoy en el Museo del Arzobispado-; allí,
S
an
Sebastián mantiene
e
l
frondoso árbol superado de aves, entre ellas los
l
oros.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
68
Molina el chileno
9
, las cuales tenían
más
de un estado de alto
y
estaban cubiertas
por
encima por un tablado
y
sobre éste,
tierra;
además indica este cronista sobre la forma
de
las estructuras, que son
cuadradas
con más
o
menos quince pies por lado, conteniendo
entre
diez
y
doce momias en su interior;
menciona
ades la presencia de un agujero
que
permitía acceder a la cámara interna de
la
estructura, por donde en ciertos días
entraban
los servidores a dar de beber a los m
uertos.
(Figura 7)
E l
acceso a estas tumbas —recalcado
en
todos los documentos además de
las
evidencias
arqueogicas
(Paz 1991),
es
también en función a la
arraigada
cost
umbre
andina de sacar
procesionalmente
a
las
momias de los
antepasados,
sea
con
propósitos referidos a las
act
ividades
agrícolas, o
contro
l
del clima como se
ha
indicado, o en determinadas
fechas
especiales, principalmente en
no
viembre
—llamado Ayamarkay killa, mes
entero
Figura 7.
ENTIERR O
DE QOLLASUYOS. Dibujo
de
Felipe
Guaman
P
oma
de
A
yala.
dedicado a los muertos
y
que en
la
actualidad,
integrado a la práctica
l
itúrgica
católica, tiene plena vigencia en gran
parte
de
Aric
a.
A l
respecto, en relación a los rituales
practicados en el Cusco, Pedro Pizarro
destaca la costumbre de brindar con chicha
y
dar de comer a los muertos, para lo
cual
éstos se
colocaban
dispuestos en ringlera
en
la
gran explanada Awkaypata de la llaqta
del
Qosqo,
junto al usnu o piedra
que
representaba
al Sol
(
R
owe
1991).
Efectivamente, Pizarro detalla uno de los
aspectos que muchas veces no se toma
en
cuenta cuando se analiza la función
arquitectónica de determinados edificios
o
espacios urbanos, es decir su relacn con el
culto a los muertos; el cronista indica
que:
Hera ber la xente que en este Cuzco
auía
,
que poa admiración; toda la s
della
seruía a estos muertos que tengo dicho,
que
cada día los
sacauan
a la plaça,
sentándolo
s
en arrengle, cada uno sen su
antiedad,
y
allí comían los criados
y
beuían…” (Pizarro
1986:
89).
En este
ritual
se
quemaba
como
ofr
enda
las diferentes comidas sacrificadas a
las
momias, utilizando para ello la bien seca
y
exquisitamente
preparada.
Para los
muertos hazíanles unas lumbres
delante
dellos de una leña que tean labrada
y
cortada muy ygual,
y
muy seca,
y
encendida
ésta,
quemauan
aquí todo aquello que
al
muerto le auían puesto delante para
que
comiese de todo lo que ellos comían,
que
aquí en este fuego
l
o
consumían.
/
T
enían
también delante de estos muertos
uno
s
canxilones grandes
(
que
ellos
llamauan
birques
)
de oro, u de plata, u de barro,
cada
uno como quería,
y
aquí
echauan
la
chicha
que al muerto
l
e
dauan,
mostrá
ndos
ela
,
combidándose
unos muertos a otros,
y
los
muertos a los biuos,
y
los biuos a los
muertos… (Pizarro
1986:
89-90).
Com
o
parte del ritual, la chicha contenida en los
birques” se
derramaba
sobre la
piedra
sagrada
del usnu, líquido que se escurría
po
r
9 En relación al empleo de fardos funerarios en
e
l
mundo andino, con cuerpos dispuestos en posicn fetal, los contextos Moc
he
destacan por la notable diferencia que ofrece su concepcn, pues se hace uso de sarfagos de madera conteniendo a los
cuerpos colocados horizontalmente y dispuestos en maras construidas dentro de las plataformas de las
pi
rámide
s.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
69
los canales subterráneos que
confo
rmaban
su estructura
(
Zecenarro
2011).
Generalizando
esta idea, las llaqtas fuero
n
entonces los escenarios urbanos donde
se
practicaban
una serie de rituales dedicados
al
culto a los muertos; las momias de
l
os
antepasados, denominadas
illapa o mallkis,
lujosamente ataviadas, eran
paseadas
por
sus descendientes por
los
diferentes
espacios
participando en
elaborados
rituales
y
ceremonias.
L
a
sensacn e impresión
que
debieron brindar estos especculos
podría
compararse
con
l
as
actuales
procesiones
donde participan
los
Santos
católico
s
—como la ceremonia del Corpus Christi—
desarrollada
en los ambientes urbanos de
la
actual ciudad del
Cusco.
Complementando
la idea sobre los rituales
funerarios practicados
y
abordando
el
tema
sobre
los
sitios específicos donde
er
an
colocados temporalmente los cuerpos
para
su
adoración,
los datos conllevan a
la
descripción de determinadas estr
ucturas
arquitectónicas. Así, el cuerpo m
omifi
cado
Figura 8.
ENTIERR O
DE CHINCHAYSUYOS. Dibujo
de
Felipe
Guaman
P
oma
de
A
yala.
era llevado
cargado
en literas, las
cuales
correspondían en calidad a
l
a
dignidad
del
personaje (Figura 8).
L
os
s
importantes
eran ubicados en los nichos
arquitecnico
s
construidos para tal fin,
y
colocados
en
posición sedente, como afirman las
palabras
de Cieza de
L
eón
cuando dice: “En
la
comarca del Cuzco entierran a sus difuntos
sentados en unos asentamientos
principales,
a quien llaman duhos
10
, vestidos
y
adornados
de lo más principal que ellos
poseían
.
E l
rmino duho puede estar
haciendo
referencia a los nichos construidos o
labrados
que ostentan los complejos
arquitecnicos,
emplazamiento o espacio destinado
como
receptáculo para las momias; por sus
características
arquit
ectónicas
y
l
as
connotaciones
que conllevan, estos nichos
o
t’oqos son la conceptualización de los
machays
y
paqarinas,
elementos telúricos
que
articulan el mundo
K
aypacha
con
las
profundidades del Ukhupacha o vientre de
la
T
ierra.
A l
interior de estos elementos,
l
a
mom
ia
denominada
mallki en el sentido de
entidad
mística, o soqa en el aspecto negativo—,
era
colocada
en posicn fetal con todas sus
ofrendas
y
envuelta en esteras
y
m
anto
s
(
Zecenarro
2010).
(
F
igura
9)
En
la región del Cusco son evidentes
much
os
contextos
arqueológicos
donde se
conservan
estos nichos, cuyas propor ciones
y
caractesticas constructivas los hacen muy
particulares. Estos grandes nichos
pueden
aparecer
construidos como parte de muros
de
contención o paredes de recintos, caso
de
Chinchero,
T
arawasi
(Figura
10),
Choqekancha, Qollqanpata
o
R
umiw
asi
(Figura
11
)
entre muchos otros,
o
simplemente
aparecer
labrados in situ en los
afloramientos rocosos como en
L
aqo
o
Inkilltambo (Figura 12).
L
a
característica de ser
hoyos construidos en muros de sillería
o
mampostería, o simplemente ser el
emento
s
cavados
aprovechando
de las fisuras
o
diaclasamientos de las rocas, queda
patente
por sus singulares posiciones
y
criterios
de
orientación, ya que siempre van a
estar
expuestos al calor del Sol, es decir, van
a
posibilitar que las momias reciban los rayos
10 Relación de
la
conquista y poblacn del
Perú.
Cristóbal de Molina
El
chileno”.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
70
Figura 9. NICHOS
DE TAMBOMACH AY. Fotograf ía
Germán Zecenarro
Benavente.
F
igura
10.
TARAWASI, LIMATAMBO. Fotograf ía
Germán Zecenarro
Benavente.
Ayamarka
El
Antoniano 132
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Diciembre
2017
71
Figura 11.
RUMIWASI,
SAN
SEBASTIÁN. Fotografí a
Germán Zecenarro
Benavente.
Figura 12.
INKIL LTAMB O,
SAN
SEBASTIÁN. Fotografí a
Germán Zecenarro
Benavente.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
72
solares sea al
amanecer
o al
atardecer.
Destaca
aq el nicho del grupo
arqueogico
de
Choqekiraw Pukyo, en
K
allachaka
,
orien
tado
exclusivamente para recibir los rayos solares
en
el atardecer del solsticio de invierno
(
Zecenarro
2001).
(
F
igura
13)
Igualmente, Pizarro menciona que existían
mamakunas (sacerdotisas o
aqllas
)
dedicadas
al
cuidado de determinados
muertos,
seguramente antiguos Inkas, indicando
que
estauan eerradas en sus
casas
,
palabras que dan a entender el uso
y
función
de ciertas kanchas o edificaciones
que
conformaban
a la llaqta o ciudad Inka.
Cada
personaje muerto contaba con una
morada
propia, totalmente
abastecida
de los
objetos
que constituían la parafernalia necesaria. De
esta forma, esta categoría de seres
continuaba
en dominio de sus posesiones, con toda su
servidumbre, mujeres e incluso campos
de
cultivo
(
Zecenarro
2006:
92-94).
L
as
momias
ocupaban
los ambientes
s
distinguidos de las kanchas,
y
allí la
entidad
era
acomodada
con todos los objetos
para
su culto privado. Éste consisa en darles
de
beber
y
comer como si estuvieran vivos,
involucrando para esto a todo un personal
de
servicio, otra de cuyas funciones
era
conducirlos en literas por
los
lugares que
s
habían frecuentado en vida, o llevarlos a
las
grandes ceremonias en las
explanadas
ceremoniales o a los campos cultivados,
pues
las momias tenían ciertos poderes
asignados
sobre determinados fenómenos
nat
urales
(producir mejores cosechas, controlar
las
granizadas o atraer las
lluvias, etc.)
.
Esta costumbre, que suma una
f
uncn
s a las kanchas —en este caso
como
residencia mortuoria—, se puede
to
davía
observar en una casa de la calle del
T
ambo
de Montero en el Cusco, en uno de
cuy
os
recintos se venera la momia de un infante: el
Niño Compadrito”, personaje con culto
y
tradicn popular muy
arraigados
y
vigent
es
en el Cusco
contemporáneo
(V
alencia
1983).
Caracterizada
por lo complejo de su
elaboración,
las estructuras
arquitect
ónicas
que se han indicado son los llam
ados
Figura 13. CHOQEKIRAW
PU K
Y
O
,
SAN
SEBASTIÁN. Fotografí a
Germán Zecenarro
Benavente.
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73
Ayamarka
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74
Figura 14.
MAWKALLAQ TA, ESPINAR . Fotografí a
María
Elena
Quispe Ricalde.
pukullos o chullpas
11
, elementos a manera
de
torres con una cavidad en el núcleo donde
se
depositaban
las
mo
mias (Paz
1991)
(
K
auffmann
1980).
L
os
cronistas
mencionan
que los grandes señores se enterraban
bajo
unas bóvedas muy grandes donde
eran
introducidos con toda su ropa
y
tesoros,
con
sus mujeres
y
criados vivos,
colo
ndose
encima de la sepultura su imagen hecha
de
madera sobre la que
echaban
la chicha
para
que bebiera”.
(
F
igura
14)
Guaman
Poma, al referirse a
las
ordenanzas del gobierno Inka consigna
que:
…todos enterrasen a sus defuntos en
cada
sus bobedas
y
pucullos
y
que no
las
enterrasen dentro de sus casas
y
que
enterrasen al huzo de su natural con sus
vagillas
y
comida
y
beuida
y
rropa…”,
s
adelante denomina a los pukullo como
unas
bobedas como horno de piedra”,
y
los
caracteriza como elementos funerarios de los
habitantes del Chinchaysuyo,
Kuntisu yo y
Qollasuyo (chullpas), las cuales conforman el
ayapllaqtan o amayan
marcapa
(pueblo
de
los muerto s en quechua
y
aymara
respectivamente)
(
Guaman
Poma
1956).
(Figura 15)
L
a
iconograa que
acompa
estas descripciones es muy
sug
erente,
evidencia
elementos arquitectónicos
Figura 15.
CHULL PA DE ANTAWALA,
LARES.
F
uente:
Ciudades ocultas del Cusco Milenario.
Salustio Gutiérrez
Pareja.
Dibujo: Manuel Gibaj
a
.
11
L
a
palabra duho hace referencia a un asiento bajo fabricado en piedra o madera, objeto utilizado en el Antiguo
Perú.
Real
Academia de la Lengua
espola.
Ayamarka
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2017
75
consistentes en estructuras verticales
de
piedra con aparejos de sillería, dentro cuya
cavidad se encuentran las
osamentas,
las
cuales se observan a través de
unas
pequeñas fenestraciones; delante se
realizan
los ritos
f
unerario
s
o se pasean
l
as
mom
ias.
L
a
cobertura de estas torres funerarias
se
muestra como una pula (falsa bóveda), lo
que denuncia la forma generalmente circular
de la planta
(
Guaman
Poma
1956).
En cuanto al simbolismo de estas torres
funerarias, la forma cindrica resaltada
por
un remate cupular
y
su ubicación -hincadas
y
erguidas sobre las llanuras
y
pampas-,
permite establecer una connotación
de
carácter lico; el contener a los mallkis,
que
representaan a las semillas listas para ser
depositadas en el vientre de
l
a
P
achamama
,
resalta su significado de ser elementos
que
van a
fertiliza r
a la
tierra.
Como se desprende de lo analizado, el
concepto sobre la muerte en el mundo
andino
prehispánico
y
los objetos
y
complejos rituales
asociados,
están en plena vinculación con los
aspectos de la naturaleza, la complementan
y
permiten su entendimiento,
y
tienen c
omo
objetivo continuar
y
mantener el orden de
las
cosas o preservar el equilibrio tanto potico,
social
y
económico—, en beneficio de
la
comunidad toda. (Figura
16)
PALABRA S
FINALES
A
manera de corolario
y
para
po
der
contrastar lo
argumentado
con la
ideología
vigente en el mundo occidental durante los
Siglos
XV I y XVII ,
es importante incidir
brevement e sobre
l
as
fo r
mas
de
pensamiento que se introdujeron en los
territorios americanos durante
la
Conquista,
y
la arquitectura
resultante
como expresión de las mismas,
cl
ara
evidencia de las formas de actuar de los
hombres de aquella
ápoca.
Si en tiempos del Perú prehispánico
las
momias de los
antepasados
comparan el
mundo junto a los vivos,
encarnando o
personificando el bienestar comunal,
la
fertilidad
y
fecundidad de los campos
y
de los
animales, la buena cosecha
y
l
as
condiciones
cliticas
f
avorables;
durante los
periodos
de
T
ransición
y
l
a
consolidación de
la
Colonia se implantaron en los Andes los
conceptos del alma
y
su
trascendencia,
el
pecado
y
la muerte, así como la vida en el
s allá
cargada
de castigos
y
recompensas
según las acciones o albedrío del hombre.
L
a
Figur a
16.
CHULL PA DE
L L
UK
UMARK A
,
LA R
ES
.
F
uente:
Ciudades ocultas del Cusco Milenario. Salustio Gutiérrez
Pareja.
Dibujo: Manuel Gibaj
a
.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
76
arquitectura con sus formas, contenidos
y
funciones no estuvo exenta de connotar
tales
argumentaciones,
ante lo cual
responden
claramente los programas
arquitectónicos
que las tipologías religiosas connotan con sus
diferentes espacios
y
elementos. En
este
periodo van a destacar por su
clara
evocación funeraria, los atrios, las
capillas
miserere, las capillas abiertas
y
pozas;
a
como las criptas
y
los subsuelos de las naves
y
galerías conventuales, co
ntext o
s
considerados santo s;
perfectamente
complementados
en cuanto a su función
mortuoria con los programas ico
nogfico
s
desplegados
artísticamente en los muros
de
los templos
y
conventos,
enfa
tizad
os
principalmente po r los temas de
las
Postrimerías del Hombre: la Muerte, el Juicio,
el Infierno,
y
la infinita dicha de la
Glo
ria
celesti
al.
Desafiando a la condena eterna,
basta
comentar como ejemplo que ilustra lo
dicho
,
el especial cuidado que debía guardar
una
persona para conseguir la salvacn de su
alma, sea en las ardientes llam
as
purificatorias del Purgatorio o en la celestial
Gloria de Dios.
En
la segunda mitad del Siglo
XVI ,
en el monasterio de
Y
uste,
en Cáceres
España, se alojó el emperador Carlos
V
después de su
abdicación,
llevando una vida
devota
y
piadosa en busca de la
salvación
eterna de su alma; para ello dispuso sus
habitaciones junto a las
dependencias
del
T
emplo,
de tal manera que podía asistir
desde su dormitorio a los oficiosdivinos.
A
su
muerte en
1558,
por disposición del mismo
emperador,
su cuerpo se enter bajo el Altar
mayor
quedando
la mitad debajo del ara
y
la
otra bajo los pies del sacerdote que
of
iciara
la Misa. os desps, por voluntad de su
hijo,
e
l
devotísimo Felipe II, la momia
d
el
emperador se trasla al real Monasterio
de
San
L
orenzo
del Escorial, en las cercanías
de
Madrid,
colocándose
en sus criptas —bajo el
Altar mayor de la Basílica, en la misma
situacn
y
condicn de la tumba en
Y
uste.
Expresando también este mismo deseo
de
vencer a la muerte
y
alcanzar la salvación, el
Monasterio del Escorial es un
grandioso
edificio que contempla el anhelo de
un
gobernante
—Felipe II—, para buscar
la
trascendencia
y
la salvación de su alma,
a
como para preservar su cuerpo
y
el de sus
antepasados
y
descendientes,
disponndolos
adecuadamente
y
protegiéndolos a fin
de
esperar los as finales para la resurrección
de la carne. Felipe II,
Rey
de
España,
construyó este Monasterio
y
residencia Real
entre 1563
y
1584,
considerando
la
ubicacn de sus
dependencias
privadas
al
lado del presbiterio de la Basílica, desde cuyo
dormitorio podía acceder directamente
al
oficio divino de la Misa. Esta cercaa
casi
inmediata al Altar mayor,
colocaba
a los
dormitorios concisamente sobre las
cript
as
donde
descansaban
los restos de su
R
eal
genealogía.
El Rey
pernoctaba
al lado
del
sitio
s
sagrado
del
T
emplo
y
pr
ácticamente
sobre las tumbas donde estaban
los
cuerpos
de sus ilustres
antepasados,
lugar
donde
hasta la fecha están colocados en sarcóf
agos
de oro
y
rmol los miembros de la
realeza
española
plenos de su gloria
y
antigua
grandeza,
junto a unos espacios cerrados
y
secretos destinados para preparar
la
desecacn natural de los cuerpos,
conoci
dos
como
los
pudrideros.
Así como este edificio
y
su c
ompl
eja
arquitectura es uno de los tantos
test
imonios
de como el hombre se enfrenta a lo
desconocido,
expresando sus ideas
y
creencias ante la idea de la muerte,
l
a
trascendencia del alma
y
el mundo
supra
material, la arquitectura religiosa de los
tiempos de la Conquista
y
la Colonia
expresa
claramente estos conceptos, total
mente
distintos e incongruentes con las
ideas
precedentes que se
practicaban
en el
antiguo
P
erú.
CONCLUSI
ONES
—En el mundo andino prehispánico,
la
muerte constituye otro modo
de
existencia, paralelo al de
los
vivos;
por
ello, se evidencia el especial
cui
dado
para conservar los cuerpos, la
compleja
parafernalia que los
acompaña
y
las
singulares estructuras
arqui
tect
ónica
s
que constituyen su
cont
exto
.
Ayamarka
El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
77
L
a
conservacn de los cuerpos
y
el
marco
cultural que la sustenta junto con
la
tecnología aplicada a ello,
sustenta
—dentro de la cosmovisn andina—,
la
dicha
y
prosperidad de la
comunidad
entera, un equilibrio entre los seres vivos
con la
naturaleza.
L
os
conjuntos arquitectónicos
prehispánicos,
junto con el paisaje
sagrado
donde
se
emplazan, están íntimamente
relacio
nados
con contextos funerarios,
considerado
s
santuarios o wakas
.
—Según los textos de
los
cronistas,
a
mplios
sectores del Cusco antiguo
y
en
especial
sus explanadas ceremoniales e incluso el
paisaje circundante, responan a
la
necesidad
de
complejos
rit
uales
relacionados co
n
las
momias
de los
antepasados.
V
ario
s
elementos arquitecnicos
que
caracterizan a la compleja
arquitectura
Inka, se entienden desde esta
perspect
iva.
A, los nichos presentes en los muros
de
los recintos, o aquellos
talla
dos
directamente sobre los aflo
ramiento
s
rocosos, así como la presencia de
cuevas
y
chinkanas, connotan la fuerte
vinculación con el mundo de los
muerto
s
o mallkis, considerados almácigos
o
semillas.
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