El
Antoniano 132
/
Diciembre
2017
Para la ideología andina los muert
os
continúan “vivos”
y
por lo tanto tienen
las
mismas necesidades
f
ísicas que un vivo;
la
muerte simplemente es otro modo de existencia
donde la entidad necesita de comer
y
bebe
r
,
vestirse
e
i
ncluso “calentarse” a
los
rayos del Sol
para no padecer frío,
y
como en vida,
requiere
de
una pareja o semejante además de
un
nutrido cuerpo de servidores en
f
unción
a
la
jerarquía del difunto; incluso sus objetos de
uso
personal
y
animales lo
acompañan
en
ese
“estado de existencia”, por lo que es
común
encontrarlo asistido muchas veces de ello
s,
conformando la compleja parafernalia de los
contextos
fu
nerarios
.
Felipe
Guaman
Poma de Ayala m
enciona
que
“le(s)
entierran con sus comidas y ueuidas -
y cienpre tienen cuydado de enbialles de
comer
y
ueuer
”
(sic), aseveración que posibilita
entender los copiosos rituales dedicados a los
muertos, al punto que llamaron la atención
a
los cronistas que tuvieron el primer
co
ntact
o
con el mundo andino. Pedro Pizarro
po
r
ejemplo, señala las costumbres
f
uneraria
s
que
observó en su
recor
rido por el
P
erú,
describiendo los rituales dedicados a los
muertos; singularidades como la existencia
de
un personal
encargado
de los complejos ritos
que tenían como objetivo atender a los
cuerpos
conservados de los muertos, darles de
“
comer
”
o “beber”,
llevarlos
en procesión de un sitio
a
otro, etc. Este cronista aporta detalles
sob
re
estas costumbres indicando que tesoros
y
mucha gente pertenecían en su mayoría a los
muertos,
y
que cada momia tenía asignados
un
hombre
y
una mujer cuyos deseos
se
interpretaban como voluntad del muerto,
y
que:
“cuando tenían gana de comer o de
bebe
r
,
decían que los muertos querían lo mismo: si
querían
ir
a holgar a casa de otros muertos,
decían lo mismo porque así lo tenían
de
costumbre
irse
a
visita r
l
os
muertos unos a otros,
y hacían grandes bailes y borracheras, y
algunas veces iban también a casa de los vivos,
y los vivos
a
las
suyas. Asimismo a estos muertos
se llegaban muchas gentes, así hombres
como
mujeres, diciendo que los querían
servi
r
,
y
esto
no les era estorbado por los vivos, porque para
seguir a éstos tenían libertad todos de hacerlo,
cada uno al muerto que quería. Estos
mu
ertos
tenían la mayor cantidad de la gente principal
de ellos,
así
hombres como mujeres, a causa
de
que vivían viciosamente
amancebándose
los
varones con las mujeres, bebiendo y
comiendo
espléndidamente”
(Pizarro
1986:53)
.
De esto se desprende el especial cuid
ado
que tuvo el hombre andino de conservar
y
proteger los cuerpos de los
f
allecid
os,
manifestación cultural que se remonta miles
d
e
años atrás en el antiguo Perú, evidente en los
cuerpos conservados artificialmente
del
Chinchorro, en la zona de Ilo, Arica
y
Antofagasta (7000 a.C.), hasta aquellos
relatos
históricos del Siglo
X V I
que hablan sobre el
extraordinario proceso de conservación de los
cuerpos de los mismos Señores Inkas (Polo
1970), todo ello clara expresión de una cultura
compleja cuya
f
ilosof
ía
trataba de explicar
y
entender lo desconocido introduciendo en
la
objetividad de la realidad elementos
cargado
s
de
connotaciones sobrenaturales, pero
tangibles a todos
y
que trascendían al
pro
pio
concepto de la muerte como consumación
o
final de la vida.
A l
igual que en otras antiguas
sociedades
humanas del orbe, la idea de la inmortalidad
y
la trascendencia de los seres después de
la
muerte trasluce la importancia que tenía
la
práctica de conservar los cuerpos de los
muertos. En ello radica el objetivo de
la
momificación en el antiguo Perú, donde
la
muerte es entendida como otro modo
d
e
existencia, para
l
o
cual los cuerpos
debían
conservarse de la mejor manera posible
para
así continuar
desarrollándose
en el
mundo
junto a los vivos.
Si
bien Cieza de
L
eón
en
L
a
Crónica del Perú
precisa que los habitantes del Perú “no
ignoraban la inmortalidad del ánima;
mas
tampoco podemos afirmar que lo sabían
enteramente”, los conceptos arriba vertidos
connotan a una cultura que rindió un culto muy
especial a
l
a
muerte,
y
el hecho de preservar
l
os
cuerpos no es más que dar a entender las
ideas
que se tienen sobre otro modo de
exist
encia.
2
2 Como en otras
culturas
del orbe donde se practicó
la
conservación de los cuerpos, el hombre andino también se preocupó por
conservar cuerpos de animales. Un caso interesante menciona Cobo cuando habla de
l
as
wakas y seqes del sector
de
P
umamarca
,
en el Antisuyo. Menciona el
cronista
que en
e
l
paso que permite la conexión de la quebrada
i
ndicada con el sector