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y una consigna: destruir, por el amor, a la muerte. El
poeta ha dicho: que él estuvo "en soledad de amor
herido" y de esa herida brotó íntegra su poesía.
Con Las ínsulas extrañas y Abolición de la
muerte
hace una de sus primeras apariciones el
Surrealismo en América Latina. Como se sabe,
Westphalen fue el amigo y el compañero de César
Moro y sus nombres están unidos en la historia del
surrealismo peruano y latinoamericano. Pero "el
surrealismo de Westphalen, como lo indican los
títulos mismos de sus libros, estaba enlazado a otras
preocupaciones espirituales que lo acercan a una
gran tradición de nuestra civilización: la mística
alemana y la española, de San Juan de la Cruz a
Eckhart y de Silesius a Santa Teresa de Jesús. Si
el título de su primer libro procede de El
Cántico
Espiritual,
el de la gran revista que él y César Moro
dirigieron, Las Moradas, viene de Santa Teresa.
Insulas extrañas: islas navegantes, archipiélagos que
brotaron de pronto en la página como una súbita
vegetación verbal; moradas construidas con letras
de aire en el hostil continente americano, moradas
sin techo para ver mejor las constelaciones, sin
puertas para que entren mejor el sol de todos los
días y la noche de todas las noches. La empresa
poética de Westphalen fue un descubrimiento de
esas tierras imaginarias, aunque intensamente
reales, que están más allá de la geografía racional;
asimismo, fue una de las tierras ocultas que están
debajo del suelo histórico. La segunda revista que
dirigió se llamó
Amaru
y ese nombre designa otra
de las direcciones de su espíritu: la reconquista
y revaloración de las enterradas civilizaciones
prehispánicas" (Paz 1979: 167). Sin dejar de
mencionar la primera revista: El
uso
de la palabra,
que dirigieron Westphalen y Moro para propagar
el surrealismo en el Perú.
Pues así el surrealismo al que se inscribe
de cuerpo y alma Westphalen contribuyó
poderosamente a la renovación de la literatura
occidental integrando el componente onírico
como uno de los ejes primordiales del discurso
poético surrealista, en poemas río como este:
"Después la niebla la noche / El cielo los ojos /
Me miran los ojos el cielo / Despertar sin vértebras
sin estructura / La piel está en su eternidad / Se
suaviza hasta perderse en la memoria / Existía no
existía / Por el camino de los ojos por el camino
del cielo / Qué tierno el estío llora en tu boca /
Llueve gozo beatitud / El mar acerca su amor /
Teme la rosa el pie la piel / El mar aleja su amor /
El mar / Cuántas barcas / Las olas dicen amor /
La niebla otra vez otra barca / Los remos el amor
no se mueve / Sabe cerrar los ojos dormir el aire
no los ojos / La ola alcanza los ojos / Duermen
junto al río la cabellera / Sin peligro de naufragio
en los ojos / Calma tardanza el cielo / O los ojos
/ Fuego fuego fuego fuego / En el cielo cielo fuego
cielo / Cómo rueda el silencio / Por sobre el cielo
el fuego el amor el silencio / Qué suplicio baña la
frente el silencio / Detrás de la ausencia mirabas
sin fuego / Es ausencia noche / Pero los ojos el
fuego / Caricia estío los ojos la boca / El fuego
nace en los ojos / El amor nace en los ojos el cielo
el fuego / El fuego el amor el silencio".
En este texto, como en los demás de Las
ínsulas extrañas, Westphalen rehúye al uso de
formas métricas tradicionales y, por el contrario,
actualiza una polimetría conforme a la estética
vanguardista (empleando versos tetrasílabos,
octosílabos, eneasílabos, decasílabos, hasta versos
de dieciséis sílabas). Asimismo se puede evidenciar
que existen por lo menos quince unidades rítmicas
de acentuación ternaria, vale decir, aquellos cuyo
ritmo interno se manifiesta en la acentuación
vigorosa de tres sílabas: "Des/)!/« la
rambla
la «oche
(...)/ Me miran los ojos el cielo (...) / Cómo rué da
el silencio (...)/ ElJiiego nace en los ojos".
El ritmo ternario en este texto implica un
abandono de la métrica tradicional. El poeta
huye de la rima o del alejandrino modernista
y, por ende, se apoya en otros recursos rítmicos,
uno de los cuales es reforzar la musicalidad de los
versos con la acentuación poética de determinados
ejes silábicos. En la poesía de Westphalen cada
verso conserva su autonomía respecto de los
otros. Evidentemente hay excepciones, pero el
fragmentarismo verbal es muy frecuente y nos
recuerda el tipo de funcionamiento de los discursos
oníricos, es decir, el texto poético fragmentado
opera con una determinada modalidad discursiva
que se asemeja mucho a la que prima en el
lenguaje de los sueños. De modo consecuente,
Pierre Reverdy expresa sobre el valor del sueño lo
siguiente: "No creo que el sueño sea estrictamente
lo contrario del pensamiento. Lo que sé de él me
inclina a pensar que, después de todo, no es más
que una forma más libre y más abandonada de él.
El sueño y el pensamiento son lados distintos de
una misma cosa, el revés y el derecho, siendo el
sueño el lado en que la trama es más rica y menos
estricta, y el pensamiento aquel en que la trama es
más sobria pero más tupida" (Nadeau 1972: 82).