
—• REVISTA UNIVERSITARIA 141 -
LA POLITIZACIÓN DEL MILITAR PERUANO
Villanueva, (1971: 187) dice:
"...la legitimidad que el militar (peruano)
considera poseer para gobernar proviene de
la forma pacifica, sin resistencia alguna, con
que tomó el poder al proclamarse la república.
Fue tan natural esa adhesión que el militar
llegó a considerar como legítimo su derecho
a gobernar, concepto que se arraigó con el
ejercicio cincuentenario del gobierno". Añade,
que más tarde fueron los propios civiles quienes
dieron el espaldarazo a los militares sobre esa
legitimidad por boca de Manuel Pardo quien,
en 1876 elogió: "el principio democrático en la
alternabilidad
del
poder.
"
Desde el inicio de su vida independiente,
y hasta antes de la Guerra con Chile, casi sin
interrupción, gobernaron el Perú, los siguientes
caudillos militares: Mariscal José de la Mar, 1827-
1829; general Agustín Gamarra, 1829-1833;
general Luis José Orbegoso 1833-1835; general
Felipe S. Salaverry, 1835-1836; mariscal Andrés
de Santa Cruz, 1836-1839; mariscal Agustín
Gamarra, 1839-1841, murió en la Batalla de
Ingavi; general Manuel Menéndez, 1841-1842;
general Juan C. Tonico, 1842; general Francisco
Vidal, 1842-1843; general Justo Figuerola,
1843 (encargado de la Presidencia); general
Manuel Ignacio de Vivanco, 1843-1844; general
Ramón Castilla, 1845-1851; general José Rufino
Echenique, 1851-1855; general Ramón Castilla,
1855-1852; general, Miguel de San Román, 1862-
1863; general Juan Antonio Pezet, 1863-1865;
general Mariano I. Prado, 1865-1868; Coronel,
José Balta, 1868-1872.
En el siglo XX, los gobiernos de facto fueron
reiniciados, esta
vez
de signo claramente golpista en
1930 por el entonces general Augusto Bernardino
Leguía, quien consiguió gobernar dos períodos
constitucionales hasta 1930, año de su final
trágico, porque como nunca, pasar transitó casi
directamente del palacio de gobierno a la cárcel
pública. El breve interregno constitucional del
jurista Luis Bustamante Rivero fue interrumpido
por el golpe de Estado dirigido desde Arequipa
por el comandante Luis M. Sánchez Cerro (1930-
1933), el gobierno civil que siguió fue también
interrumpido por el general Óscar Raimundo
Benavides (1933-1939); otro general, Manuel
A. Odría usurpó el poder entre 1948-1956, el
gobierno civil que siguió fue depuesto por una
Junta militar 1962 que gobernó hasta 1963. El
gobierno del carismàtico Fernando Belaunde
Terry fue interrumpido por la junta militar
presidida por el general Juan Velasco Alvarado
(1968-1975); un contragolpe al interior de la
Junta colocó en la presidencia al general Francisco
Morales Bermúdez (1975 y 1980), durante el cual
se discutió y promulgó la Constitución de 1979.
El retraso material y cultural, el deterioro del
espíritu cívico-moral, las corruptelas y negociados,
el forado presupuestal, el enriquecimiento de
unos pocos, el debilitamiento de la clase media, el
envilecimiento de las costumbres sociales, se debe
siempre a esos regímenes de facto.
Para los propósitos de este trabajo nos
interesan especialmente los tres últimos períodos
de interrupción democrática debido a golpes de
Estado: el del primer gobierno del Arq. Fernando
Belaúnde, que empezó el 3 de octubre de 1968,
con su extrañamiento del país y la instalación de
la dictadura del General Juan Velasco Alvarado,
reemplazado en 1975 —al interior mismo del
régimen militar— por el contra golpista General
Morales Bermúdez y que sólo concluyó el 28 de
julio de 1980 al jurar su segundo gobierno el mismo
Arq. Belaúnde Terry. Fueron consumidos así más
de dos períodos gubernamentales democráticos.
Además, el inédito rebelión-autogolpe del
5
de abril
de 1992, del entonces gobernante constitucional
Alberto Fujimori contra la Constitución de 1979
y que sólo concluyó el 22 de noviembre del 2000,
cuando el Congreso de la República lo vacó en
ausencia por grave y permanente incapacidad. Esta
interrupción le costó al Perú otros dos períodos
gubernamentales que por haber nacido de un
comportamiento especialmente alevoso, merecen
ser analizados desde sus orígenes.
LA ALIANZA PERVERSA Y EL
ABATIMIENTO DE LA DIGNIDAD MILITAR
Después de las elecciones de 1990, el recién
electo presidente constitucional Alberto Fujimori,
antes aún de ocupar su despacho presidencial, se
trasladó a una base militar donde desarrolló una
estrategia secreta con Vladimiro Montesinos, hasta
entonces un abogado de ejercicio privado con
un vergonzoso pasado militar para purgar a las
Fuerzas Armadas de posibles opositores y sentar
las bases para un control más estrecho del alto
mando. Al tomar el poder, el Comando Conjunto
y el Alto Mando de las fuerzas policiales fueron
purgados de la mayoría de sus altos oficiales. Esto
fue, sin embargo, solamente el primer paso de
los esfuerzos del gobierno para reestructurar las