
— REVISTA UNIVERSITARIA 141 —
MOMENTO DE REVISIÓN Y DE LAS
ALTERNATIVAS PROPIAS
Las sociedades opulentas en los setentas
plantean el cuestionamiento de la modernidad
y la aparición de la posmodernidad como
fenómeno cultural, creando nuevos paradigmas
como el de vivir en una sociedad global y
mediática, marcada por las comunicaciones.
Ello, idílicamente —eufemísticamente— nos hace
pensar en una
aldea global,
que incongruentemente
se muestra fragmentada, dividida e injusta.
Además, hoy prevalece toda una tecnología de
la destrucción que hace posible la desaparición
de la humanidad y del planeta que lo cobija.
La mercandlización, fetiche propio de nuestros
tiempos y la dependencia, marcan más que nunca
toda la producción constructiva.
Extinguida o al menos dejada de lado la
utopía de lo moderno, se da paso a corrientes
como el pensamiento de Jean-François Lyotard
que propone la desaparición de los grandes
relatos; de Jürgen Habermas, que sienta las bases
del pensamiento posmoderno, o anuncios tan
discutibles como el de Francis Fukuyama que
anunciaba el^m de la historia. Tales son los nuevos
paradigmas de la denominada
aldea
global.
Esta situación ha llevado a que tanto el
campo del territorio, como del paisaje cultural y
específicamente el de la arquitectura, se tiñan de
enfoques tomados de la filosofía postestructuralista
—
Dcrrida, Bataille, Lyotard, Barthes— que implican la
incorporación de categorías como la incertidumbre,
el caos, el vacío, el conflicto, la indeterminación, la
contradicción, el desequilibrio, la falta de certeza, lo
efímero de lo construido y los no lugares, entre otros.
Sin embargo, es necesario recordar que
esta reflexión surge de países opulentos que
luego de la culminación de la vivencia de la
modernidad ilustrada, legítimamente realizan una
introspección autocrítica y por tanto desarrollan
una reflexión posmoderna, algo sustantivamente
diferente y ajeno a los aconteceres propios.
De otro lado, la mercantilización y la
dependencia de la
sociedad
del
espectáculo
han sumido
al hábitat latinoamericano en el desborde, la crisis
y la incertidumbre, donde la mercantilización y la
dependencia marcan la mayoría de la producción.
Dentro de este marco y a partir de los
Seminarios de Arquitectura Latinoamericana,
surge una propuesta de otro momento que se nos
reclama vivir como latinoamericanos y que busca
engarzar el tiempo y el locus.
En 1963, Paul Ricouer, filósofo francés,
en un ensayo titulado Civilización Universal y
Cultura Nacional planteaba ya una síntesis entre la
tecnología universal vinculada al núcleo místico
y ético propio que sólo es posible cuando una
cultura es capaz de asimilar la racionalidad
científica y evitar la simple repetición del pasado.
"Solo una cultura viva fiel a sus orígenes y preparada para
la
creatividad en
los
niveles
del
arte,
la literatura y filosojia
es capaz de enfrentar otras culturas, no sólo esto, sino es
capaz de
darles
su
propio
significado" (Ricouer, 1963).
Y aunque siempre es posible aprender
de la experiencia ajena, nuestra situación es
bastante distinta. En nuestro caso la presión de
la modernidad —y ahora de la posmodernidad-
nos llegó de afuera, pero más por efectos de la
comunicación que de una real conjunción de las
lógicas del capital, el mercado y la sociedad civil;
estando entre nosotros todos estos imperativos, aún
pendientes o parcialmente realizados y por tanto,
no correspondiendo a nuestra realidad objetiva.
Como bien sostiene Octavio Paz, "...los
hispanoamericanos en lugar de
repensar
y
reelaborar
esa
tradición, en lugar de actualizarla y aplicarla a las nuevas
circunstancias, prefirieron apropiarse
de la filosojia política
de los franceses, ingleses y de los
norteamericanos".
Por consiguiente, nos corresponde desarrollar
una alternativa propia; nuestra, más compleja y
verdadera, tanto desde el plano sociológico histórico
de la cultura, como en el plano específico de la
arquitectura. Es necesario un nuevo punto de partida,
lo contrario será alentar la frivolidad del desencanto.
Propia, en cuanto responda a la realidad, sin
negar la posibilidad de aprender de invenciones
y experiencias probadas en otros ámbitos,
haciéndolas apropiadas en el sentido de hacerlas
propias, adaptarlas creativa y críticamente, y no
adoptándolas sumisamente. En este sentido, todo
lo anterior no excluye estar abiertos a las ideas,
logros plásticos y tecnologías externas a la región.
Supone no aislarse de la aventura común de la
humanidad desechando el chauvinismo.
Es una actitud frente al pensar, crear,
materializar y vivir del hábitat latinoamericano.
La actitud común es, en lo fundamental, el respeto
por cada realidad. Los resultados de esa actitud,
son tan diversos y variados como son las distintas
realidades geográficas, climáticas, de idiosincrasia,
de tradiciones, de ventajas comparativas,
de cometidos pragmáticos, de situaciones
socioeconómicas, de técnicas disponibles, de
sustratos valorativos, de contextos formales y de