
. REVISTA UNIVERSITARIA 141 -
por conversar con los miembros de la familia,
a quienes interrogaba sobre sus costumbres y
prácticas. A ese punto llegaba su curiosidad y
espíritu de investigador. Era en realidad lo que
hoy llamaríamos un antropólogo social, profundo
conocedor de la vida cusqueña a través de la
investigación directa. Como maestro fue tal su
influencia y el respeto que ganó entre sus alumnos
que se le otorgó el título de "Maestro de lajuventud",
manteniéndose durante treinta años como la más
importante figura docente de la Universidad del
Cusco. Lamentablemente todos los conocimientos
que Lorena logró acumular nunca fueron volcados
en un libro, su obra impresa es exclusivamente
de artículos publicados en revistas y periódicos
cusqueños. A los 80 años, viejo y enfermo, quiso
recuperar el tiempo perdido, pero ya era tarde.
Sin embargo, en quienes le escuchamos queda el
recuerdo de sus clases, así como su gran cariño
por los indígenas no sólo en un sentido lírico pues
cuando se desataban epidemias solía trasladarse a
las comunidades para atender a la población. De
esas circunstancias aprovechaba para acrecentar
sus conocimientos de la vida indígena. A él se debe,
en gran parte, el interés que por las condiciones
biológicas y antropológicas del indio mostraron
algunos integrantes del Centro Científico.
Junto a Lorena, otro de los verdaderos
hombres sabios del Cusco de principios de siglo
fue Fortunato Herrera, quien a pesar de haberse
graduado en Ciencias Naturales, desde muy joven
se dedicó a los estudios de carácter social, habiendo
realizado investigaciones de interés etnológico
en una época en que se desconocían los métodos
adecuados para realizar ese tipo de estudios. Sus
primeros artículos fueron publicados en el Boletín
del Centro Científico del Cusco; destaca entre ellos
el trabajo sobre los indígenas de Chincheros,
que debe considerarse como uno de los primeros
trabajos etnológicos hechos en el Perú, donde
describe detalladamente la vida y costumbres de la
comunidad. Por sus estudios de botánica, Herrera
debe ser considerado como el primer botánico
peruano. Como estudioso de la flora peruana es,
junto con Weberbauer, una de las personalidades
científicas más notables en este campo. Ha escrito
mucho sobre el tema, sin circunscribirse a la
descripción de la flora de nuestra serranía, sino
que señala las propiedades de las respectivas
plantas e indica sus posibles usos. De ese cercano
conocimiento de la flora andina, así como de la
manera en que los indígenas lograron dominarla
nació su admiración por el indio.
Herrera pertenecía a una antigua familia
cusqueña, era sobrino nieto de Ramón Herrera,
Presidente del Estado Sudperuano en la época la
Confederación Peruano-BoliVÍána. Era un hombre
simpático, suave de carácter y poco hablador.
Usaba unos anteojos característicos pues era
miope, cuando estaba con sus amigos se expandía
alegremente, pero en general andaba callado,
era modesto y bastante tímido. Cuando pasó de
los cincuenta años caminaba un poco inclinado,
aparentando más edad de la que tenía, era bajo y
su andar así le produjo una relativa joroba.
Con los cambios que ocurrirían en la
Universidad, a raíz de la huelga de 1909, logramos
que Fortunato Herrera fuese incorporado como
catedrático. Con él la juventud universitaria pudo
beneficiarse con los amplios conocimientos de ese
verdadero sabio cusqueño; años después llegó a ser
rector de la Universidad del Cusco y, a su retiro,
tuve la suerte de tenerlo como colaborador en el
Museo Nacional, donde se encargó de la sección
histórica, ya que también había realizado labor en
ese campo. Entre otras cosas escribió una serie de
biografías de los botánicos peruanos y extranjeros
que habían investigado sobre la flora peruana.
Hasta su muerte, Fortunato Herrera se mantuvo en
su puesto en el Museo. Era pariente del Mariscal
Benavides, quien concurrió a visitarlo en su lecho
de muerte en el Hospital Dos de Mayo de Lima,
más o menos a mediados de la década de 1940.
Ciertas inquietudes de reivindicación del
incario mostró otra figura destacada del "Centro
Científico", Luis María Robledo, promotor de
expediciones de exploración a la selva y hombre
de convicciones políticas firmes, que murió en
1910 participando en una rebelión pierolista
contra Leguía. Como periodista de "El Sol" y a
través de la "Sociedad Sihuaniro", que fundó
con la colaboración del "Centro Científico",
estuvo entre quienes pensaron que el futuro del
Cusco descansaba en la apertura de caminos a
las provincias selváticas del Urubamba, donde
los bienes producidos en los valles cusqueños
encontrarían buenos mercados.
Quechuistas destacados como el médico
Leonardo Villar, amigo de Clorinda Matto, o
el abogado José Lucas Caparó Muñiz, quien
llegó a ser juez en Paruro, fueron promoviendo
el interés por el indígena y sus manifestaciones
culturales. Este último formó una colección de
antigüedades incaicas. Dedicó buena parte de su
vida, unos 15 años, a la recolección paciente de