. 100 AÑOS
acompañado de dos de sus secuaces, a prender al
corregidor Gil Ramírez Dávalos, proclamando
Libertad. El capitán Garcilaso de la Vega en
compañía de varios amigos suyos, logró huirse a
una casa vecina; para en seguida, bajo la vigilancia
del joven Garcilaso, pasarse a otra, de donde esa
misma noche, emprendió viaje a Lima.
Al año siguiente, a fines de agosto, lo vemos
todavía figurar al joven Garcilaso en otra de las
incidencias de la misma revuelta, tres días antes
del ingreso al Cuzco de las fuerzas de los Oidores,
que, después de la batalla de Chuquinga, venía
en persecución de Francisco Hernández Girón.
Dispersados los insurrectos de Pucará y extinguida
toda tentativa revolucionaria con la ejecución de
los caudillos que tornaron parte en ella, el país
recobró su normalidad. En 16 de noviembre del
mismo año, 1554 fue nombrado por los Oidores,
Corregidor y Justicia Mayor del Cuzco el capitán
Garcilaso de la Vega, cargo que desempeñó
con beneplácito de la población hasta el 23 de
setiembre de 1556.
En el acto de las fiestas solemnes que se
celebraron en esta ciudad el 8 de diciembre de
1557, en homenaje a la coronación del Rey Felipe
II, consta que el joven Garcilaso tomó parte,
bajo el nombre de Gómez Suárez de Figueroa,
en el juego de cañas que corrió a cargo de los
principales vecinos. En igual forma, en octubre
de 1558, contribuyó a la solemnización del
bautismo del Inca Sayri Thupac y su esposa la
Ccoya CUSÍ Huarcay, después de su sometimiento
al poder español.
Durante su juventud visitó en varias ocasiones
las dehesas de Chitapampa, donde, según la
tradición, estuvo confinado el Inca Huiracocha
antes de la sublevación de los Chancas; excursionó
por el delicioso valle de Yucay, residencia veraniega
de los Incas; recorrió la quebrada de Quispicanchi
hasta la llanura de Mohína (Lucre), donde su
padre era poseedor de un repartimiento, y en 1557
penetró al socavón que una sociedad de mercaderes
mandaba abrir para desaguar la laguna de Urcos
y extraer la famosa cadena de Huáscar que, según
la tradición, se encontraba en ella. En cierta
ocasión estuvo en el pueblo de Sutcunca, situado a
cuarenta leguas al oeste del Cuzco y posiblemente
contiguo a los valiosos repartimientos de Cotanera
y Huamanpallpa concedidos a su padre después
de la rebelión de Gonzalo Pizarro. Es de presumir
que también conoció los valles de Paucartambo,
en los que, por donación que le hizo su padre en
vida era poseedor del fundo Havisca, productor
del precioso arbusto de la coca, el mismo que
perdió al irse a España.
Entre los recuerdos de su infancia nos
cuenta que conoció el valle del Cufco poblado de
innumerables molles, que en la quebrada de Yucay
contempló "un árbol grande y espeso (Pisonay) que
los indios en su gentilidad tenían por sagrado",
y refiriéndose a las plantas medicinales nos dice
que él experimentó en dos ocasiones los efectos
purgantes "de unas raíces blancas"
(¿huachancca?),
que son como nabos pequeños y que él mismo,
constató la eficacia de la yerba Matecllu, en la
curación de un muchacho enfermo de la vista.
En su juventud fue muy aficionado a los
ejercicios de equitación: alternaba con frecuencia
con los españoles mestizos e indios nobles en los
juegos de cañas que con los renuevos de Quishuar
se corrían en la plaza principal del Cuzco y
"cuando se ofrecía caminar entendía en
herrar
y sangrar
los caballos de su casa". Profesó, desde muy niño,
un tierno cariño a sus padres, sirviéndoles solícito
ya en asentar las cuentas de los Kjipucamayoc de
los valiosos repartimientos de su padre o de
amanuense; durante el tiempo que éste desempeñó
el corregimiento del Cuzco.
Aún no había cumplido veinte años, cuando
la muerte de su padre acaecida en 1559 y la de
un hermano menor, heredero de los derechos de
éste, produjo la ruina económica de su familia
determinando al joven Garcilaso a emprender
un viaje a España, con el objeto de solicitar del
Rey las mercedes a que se creía con derecho por
los servicios de su padre a la causa real y por la
restitución patrimonial de su madre.
Provisto de algunas barras de plata sellada
salió del Cuzco, por la ruta del Apurímac, el 23 de
enero de 1560. En el trayecto tocó en la Hacienda
Marcahuasi, de la quebrada de Limatambo, en la
que se cultivaba un extenso viñedo destinado a la
elaboración de vino; recorrió el valle de Huarcu,
en cuyos confines visitó una hermosa fortaleza
incaica que aún no había sido destruida y después
de atravesar los extensos arenales y algarrobales
de lea, llegó a la por entonces modernísima
ciudad de Lima. Poco después se embarcó en el
Callao; en el viaje sufrió una peligrosa calma en
las proximidades de las islas Gorgona; conoció las
poblaciones españolas de Panamá y Cartagena y
tras un viaje penosísimo desembarcó en Lisboa,
lleno de esperanzas para la consecución de sus
pretensiones.