EL INCA GARCILASO DE LA VEGA*
* /
Alfredo Yépez Miranda
I
Conmemoramos alborozados el cuarto
centenario del nacimiento dels glorioso
escritor peruano de todos los tiempos, el inmortal
Garcilaso Inca de la Vega Chimpu-Ocllo,
admirable conjunción de razas, culturas y espíritus
contrapuestos y beligerantes, hijo digno de la gran
ciudad del Cuzco, cabeza de los reinos del Perú,
centro, bandera y núcleo vital de los auténticos
intereses de una verdadera americanidad. Todos
los hombres de nuestros días que viven la inquietud
constante de sorpresas insospechadas del campo
de la política y del espíritu del mundo, vuelven
los ojos esperanzados hacia las grandes figuras
de nuestra historia, para buscar en ellas el tesoro
magnífico de la propia personalidad que nos haga
capaces de resistir con ventaja a las agresiones de
cualquier orden de pueblos que deseasen intentar
en América una segunda conquista.
Es por esto que la figura de Garcilaso crece
con los siglos y se agiganta como las formidables
montañas cuzqueñas que le sirvieron de cuna,
porque Garcilaso es para América el fragmento
de peñón de las alta cordillera, es algo de la
América viviente y su figura es por esto, repito, la
representación de la verdadera americanidad.
Los pueblos que surgen a través de la Historia
son aquellos que tienen grandes personalidades
que les dan módulo propio, son los hitos fuertes
que trazan el camino de un robusto porvenir.
El Cuzco milenario, centro de América,
corazón palpitante donde se han plasmado
los destinos del continente, tiene como ningún
pueblo de América, representativos sobresalientes,
grandes individualidades que marcan la ruta de
los siglos, alumbrando la grandeza de esta tierra,
fragua forjadora de culturas. Tenemos las figuras
de Manco II y Cahuide que no han sido aun
debidamente juzgadas porques importancia se
les atribuye a los españoles como Gonzalo Pizarro
o Francisco Carbajal. Los nuestros se presentaron
con heroísmo espartano y fatalidad india contra
las invencibles haestes españolas. En plena
dominación española, tres peruanos ilustres surgen
dueños del nuevo espíritu y cantan a su tierra con
fervor: Garcilaso, els grande romántico nacido
bajo cielo americano, que escribe conmovedoras
páginas enalteciendo el patrio lar, con una
emoción contagiante, que hace amar el campo
y el paisaje nativo; Huaman Poma de Ayala,
s incisivo y revolucionario, panfletario en sus
magistrales dibujos, y el chispeante Concolorcorvo
que, satírico y mordaz, oculta su desdén bajo el
humor. El primero tiene de esos grandes épicos de
la antigüedad, canta un mundo maravilloso que
se va hundiendo en el abismo del tiempo ante sus
ojos absortos, un imperio colosal que se destruye
como un castillo de naipes, por eso su angustia,
esa tristeza profunda del hombre que ha visto
morir algo que no renacerá jamás, por eso la voz
quejumbrosa del poeta que llora los tiempos que
se fueron para siempre y que sabe que el reinar
se tornó en vasallaje. El segundo usa la pluma
con estruendo de arcabuz y destreza de espada
toledana, es el "yo acuso" altivo y duro, defensa
de los oprimidos indios, y duro ataque contra los
atropellos de los conquistadores. Su libro tiene toda
la mordacidad de un panfleto, toda la grandeza
* En: "Revista Universitaria", n° 75,O XXVII, SEGUNDO SEMESTRE de 1938. Págs. 77-98
de un Bartolomé de las Casas y todo el desprecio
insultante de un Cahuide que no se rinde. El tercero
nace en plena colonia, cuando se ha aquietado el
tumulto de la conquista, sus finos dientes no saben
morder, pero sus sonrisas son hirientes como las de
Terralla y de Caviedes, su palabra picaresca oculta
su descontento. Estos tres escritores, representan
otros tantos estados del alma colectiva nacional.
Garcilaso es els representativo, por su estirpe
nobilísima y por el tiempo que le tocó vivir, es la
conjunción espiritual del occidente que se volcaba
sobre América y la colonia que surgía sobre
los escombros del incanato, del individualismo
arrogante que destruía el colectivismo pasivo.
Jamás hombre alguno como Garcilaso pudo ver
de cerca una transformación socials brutal
y completa. Ni la revolución rusa, ni la francesa
adquieren mayor grandeza ante la destrucción
del Imperio Incaico, de ahí que su obra sea
inmortal; porque representa por encima de todo
el anhelo de una nueva armonía, después de esa
oposición destructora, un nuevo sentido creador
de la vida después de tanta negación y muerte. En
Garcilaso nace una época, un espíritu, un pueblo,
y muere en él el pasado, aquello que se negó a sí
mismo a fuerza de repetirse, la mutación cíclica
que se destruía. Por eso su figura grandiosa es la
representación simbólica de lo que entendemos
por "peruanidad verdadera".
El homenaje a Garcilaso a través de 400
años de su nacimiento es el redescubrimiento
del valor eterno del Cuzco como fuerza vital
de América y valor inconfundible, porque en
Garcilaso admiramos su profundo amor a la
tierra, su melancolía virgiliana y al mismo tiempo
su entusiasmo rayano en el frenesí, cuando pinta
en acuarelas poéticas el mundo inconfundible de
los Andes, todos los valores inmortales de nuestro
paisaje: el valle sagrado del Cuzco, las cumbres,
las quebradas, todo lo que es símbolo de la tierra:
árbol, piedra, río, cielo, hombre, son figuras vitales
en Garcilaso, adquieren categoría de personajes y
tejen el drama maravilloso de su obra.
Pero si Garcilaso es defensor romántico de
un pasado que se esfuma como un fantasma ante
sus ojos admirativos, es también hoy el baluarte de
nuestro nacionalismo republicano, no únicamente
porque representa esa conjunción de dos mundos,
dos culturas y dos razas en una unidad superior,
sino porque es el adelantado de la armonía nueva
que supera al contraste brusco, de esa armonía
que no se ha plasmadon a través de 400 años
de pugna porque todavía América continúa
siendo el campo de lucha rabiosa e incesante
del extranjero y el indígena, el conquistador y el
vencido, la técnica, y la tradición, el español y el
quechua, el paisaje y el honjbre ¿qu^ formidable
escenario de lucha es el de América?'en él parece
que las fuerzas naturales tomasen también parte,
elo que destruye para abrirse paso, la tempestad
que brama en los Andes, pero al mismo tiempo el
Nuevo Mundo es también un medio plasmador de
una nueva forma de vida. Garcilaso vivió la época
que se iniciaba con él, vida de ataque y defensa,
época en que todo era pugna, contraste, oposición,
supo cantar ese mundo maravilloso que se iba,
contempló las tragedias de las calles del Cuzco, en
que eran hollados loss sagrados recintos por
la avaricia española. En el alma de Garcilaso se
confunden las figuras del capitán Garcilaso de la
Vega, de Gonzalo Pizarra, de Hernández Girón
y el Demonio de los Andes, con las figuras de
Manco II, Isabel Chimpu-Ocllo y de Amautas
y Qquipucamayoc de su familia, en sus obras se
sentirán la melancolía heredada de la lírica de
Santillana y Jorge Manrique con la dulzura de
los haravec quechuas, la grandeza clásica de los
Amautas cantores de la majestad del Imperio
aparece en páginas vibrantes también.
II
Su viaje a España nos indica su amor a la
tierra, quiere pedir del mismo Rey de España
la posesión de la encomienda de Tapacarí,
dejada por su padre, el panteísta, el hombre que
vive ligado milenios de milenios a la tierra a la
que cree amamantadora y sustentadora de su
vida, viaja hasta la patria de sus opresores para
exigir un derecho, ya sabemos que después de
largas dificultades le son negados esos derechos,
entonces pone sus energías al servicio de las armas
españolas, y lucha como capitán español aquel
hombre que acaso debió morir como un Cahuide,
pasan los años, decaen los ánimos y acoge a la
dulce tranquilidad entre sus nervios frenéticos,
entonces los arreos bélicos del capitán son trocados
con las modestas vestiduras del siervo de Jesús y las
órdenes militares son remplazadas con oraciones
en latín. Entonces su espíritu se recoge y enferma
como buen cuzqueño y americano con el mal
de ausencia, con el mal del amor que no ha de
retornar nunca, con esa tristeza infinita que sienten
sólo los hombres que aman a su tierra, aparece el
mitimae, el trasplantado, el nostálgico por el solar
nativo, entonces descubre a su patria en todo su
valor, a la distancia se reconoce o sí mismo, desde
España ama al Perús que nunca, nada puede
la lejanía geográfica contra el recuerdo que lo
destruye, busca el arte para volcar en él su angustia
oprimida en el pecho, se expande y se libera
escribiendo, ensartando recuerdos, exponiendo su
vida palpitante a través de la historia de su pueblo.
Es un enamorado que ofrece sus mejores galas al
Cuzco, su amada, su amor es noble, generoso y
puro, es un'amor imposible porque sabe que no
volverá al seno del que partió, ess espiritual que
Dante y Petrarca porque el símbolo de su erotismo
supera las envolturas de la carne. Hay que pensar
en lo que era España, engreída y todopoderosa,
para valorar a Garcilaso, un espíritu que se erguía
contra el ambiente opresor de la península, su
alma se conservaba intacta a través de todas las
modificaciones exteriores de su persona, su espíritu
no claudicó jamás en ninguno de sus libros.
La distancia parece que sirvió para dar
s amorosa apariencia a las cosas del Cuzco;
describiendo con lenguaje rico en sugerencias a la
grande ciudad de América y mostrando el respeto
sagrado que tenían por ella los hombres que iban
a visitarla desde los cuatro puntos cardinales de
la tierra americana, haber estado en el Cuzco, y
conocido sus maravillas era motivo de admiración
y respeto para los demás. El hombre que iba del
Cuzco era saludado por el que venía porque había
ganado en su vida un mayor conocimiento, y su
espíritu venía purificado por el contacto cercano
de la divinidad, era pues entonces estrictamente
la ciudad de los Incas, la Meca de América, Ja
ciudad sagrada. Garcilaso la describe con cariño y
habla de los riachuelos alegres que la surcan, y de
las perspectivas del valle así como de la grandeza
de los Andes que la defienden con sus grandes
picos donde son señores los cóndores, esas aves
majestuosas que desafían a los cielos con su vuelo.
Cuando la Colonia se afirmó completamente
en América e hizo su labor de limpieza completa
del incario, procuró destruir el espíritu americano
valiéndose de todos los medios, ya conocemos
la labor destructora del clero para aniquilar
completamente la religión incaica, todo lo que
significaba objeto de culto era quemado, templos,
conopas, imágenes, objetos de culto, sacerdotes,
ritos, himnos religiosos, todo ese bagaje espiritual
y material fue despiadadamente destruido. Y
esto se hacía en todo orden de cosas: la fortaleza
de Sacsayhuamán, nos lo cuenta Garcilaso, fue
destruida también para hacer con sus piedras los
monumentos coloniales del Cuzco, parece que
no querían que su grandeza formidable estuviera
indicando a los indios la fuerza pujante de lo
que fueron capaces sus antepasados. En el orden
espiritual se siguió igualmente la misma tendencia.
Todas las manifestaciones espirituales del,'incario
fueron destruidas, la nobleza liquidada y con ella
su idioma, los qquipus destruidos y con ellos la
historia de todo un pueblo, las manifestaciones
literarias y las obras teatrales corrieron igual
suerte, apenas si una que otra obra pudo escapar
de la terrible persecución. Ejemplo: el Ollantay.
Los españoles querían que los americanos
olvidasen el valor de su tierra, fomentando la
literatura cortesana que dio sus frutos maduros
en Lima, la frase rebuscada y el verso lleno de
figuras erans aplaudidos, la imaginación
estaba entrabada, los temas estaban dirigidos
por el oficialismo, eran dogmas entonces del
espíritu la fórmula y la repetición verbal, así la
imaginación no podía invadir campos peligrosos
para los conquistadores.
No convenía que los americanos conocieran
América, y para esto había que impedir el
conocimiento geográfico: guerra a la geografía
americana, guerra a la historia americana, eran
las divisas del coloniaje, pero los corsarios junto
con sus contrabandos traían ideas nuevas, abrían
las ventanas del espíritu hacia la novedad y la
inquietud y, libros como los
Comentarios Reales,
eran
leídos con entusiasmo, alimentaban el espíritu
americano, operaban revolución en los espíritus.
En 1780 se convulsiona el Cuzco con la
revolución de Túpac Amaru II, los indios se arman
y proclaman su libertad, nuevamente las huestes
incaicas se reúnen listas para la victoria con Túpac
Amaru al frente, otro gran paladín cuzqueño que
supo honrar a su tierra muriendo con la grandeza de
un héroe de la antigüedad. Los españoles, destruida
la revolución en su sentido material, persiguiendo
a sus caudillos buscan a los autores intelectuales
y persiguen todas las ediciones de los Comentarios
Reales, el mismo Rey da una cédula especial por
la cual se reconviene a las autoridades españolas
prohiban terminantemente el ingreso de libros
como los
Comentarios Reales,
que puedan despertar la
imaginación del espíritu americano en los pueblos,
este es els grande homenaje que le pudo rendir
la España todopoderosa de aquellos tiempos a este
libro, en el que veían la antorcha libertaria.
La colonia perseguía los Comentarios Reales,
porque en él estaba el espíritu del incario, que no
pudieron destruir.
. ReVISTA UNIVERSITARIA 141 -
III
Los críticos de literatura quieren encontrar
en la obra le Garcilaso una semejanza con libros
como Utopía de Tomás Moro, La Ciudad del Sol de
Tomás Campanella o La República de Platón, nada
s contrario que esto. Los
Comentaros
Reales son
la defensa de un mundo que desaparece, son la
historia de una raza y de un pueblo que forjaron
una gran cultura y fueron destruidos por obra de
una conquista despiadada, en ellos está reflejada la
melancolía de un hombre que recuerda que todo
tiempo pasado fue mejor, como lo dijera uno de
sus ancestros, el poeta español Jorge Manrique. En
cambio las obras de Platón, Bacón, etc., son libros
de utopía, pintan mundos tal como ellos quisieran,
son constructores de una sociedad mejor siquiera
teóricamente, nadas distante entonces que
el pensamiento de Garcilaso, él no construye un
nuevo mundo; historia, describe, relata la vida
de un Imperio que existió efectivamente sobre la
tierra. Este es el cargo que se le puede hacer al
crítico español Menéndez Pelayo, que manifiesta
encontrar identidad entre la historia de Garcilaso
y la utopía de los otros.
Verdad que Garcilaso no es un historiador
con el criterio del novecientos, tiene de poeta
y novelista y no de narrador escueto a lo Cieza
de León, que tiene criterio de escribano y de
inventariador de bienes; Garcilaso no enumera
ni cuenta, no tiene visión fotográfica para repetir
con fidelidad exacta un cuadro, tiene nerviosidad
de artista para comunicar alma cuando describe
un paisaje y vales cuando con esto alimenta su
obra porque su historia tiene vida ys allá del
relato y de la línea escrita el observador atento y
el espíritu afín descubren lo que el relato escueto
no puede decir.
Su obra es todo un canto al pasado, o
la descripción de las guerras civiles entre los
propios conquistadores.
En La Florida del Inca es cuando Garcilaso
apareces literato, acaso la fantasía suplió a la
realidad ya que su conocimiento de las conquistas
de Hernando de Soto no son de primera mano,
sino de prestado. Allí el relato adquiere caracteres
de epopeya, y no disminuye en nada la gallardía
arrogante de los conquistadores españoles y la
bravura magnífica de los indios que defendían
palmo a palmo sus tierras, son trozos formidables
dignos de la Ilíada, hay grandeza en las batallas y
en las actitudes, en el paisaje desconocido y en la
inquebrantable valentía de los caballeros hispanos.
A Garcilaso se le quiere presentar también
como un clásico español nacido en América, en esto
acaso hay error, no puede ser español quien procede
biológicamente hablando de dos razas distintas y
opuestas, tampoco puede^ser clásico un romántico
que cantó las desgracias de su tierra convulsionada
por una tremenda transformación. Decirle español
es negarle su americanismo, el espíritu nuevo que
surge en él es legarle todo lo que tiene de valedero.
Español por el idioma y por la tierra en que escribió,
puede ser, pero su espíritu y su personalidad dieron
forma al ropaje del idioma: el espíritu moldeó al
cuerpo y dió forma a la palabra.
IV
Garcilaso Inca de la Vega Chimpu-Ocllo
con Luis de Alva Ixtlilxóchitl relatan la grandeza
de los dos imperioss grandes de América.
Garcilaso en sus
Comentarios
Reales surge como
todo un poeta sensitivo que pasea su imaginación y
su recuerdo sobre la grandeza magnífica de una edad
que ha desaparecido y con amoroso cuidado reúne
las cosas que surgen de su memoria para colocarlas
en el libro donde consigue inmortalizar todo aquello
que quedaba destruido ante sus ojos acuciosos.
Garcilaso es también espectador ocular de
la partes truculenta de la vida de la ciudad
sagrada, época en que los 80 vecinos notables
del Cuzco eran dueños y señores de esta ciudad
y en que las energías españolas buscaban la
guerra civil para dar trabajo a sus arcabuces y
lanzas victoriosas. Garcilaso nos relata en páginas
magníficas las escenas de la revolución de Gonzalo
Pizarra y describe la cara dura y tremenda del
terrorífico Demonio de
los
Andes, cuenta también en
patéticas palabras la insurrección de Hernández
de Girón y las escenas que se realizaron cuando
éste se levantó.
Garcilaso de la Vega, literariamente
hablando, es el primer escritor peruano, su figura
se yergue solitaria en la colonia, ya que el otro
insigne cuzqueño, Juan Espinoza y Medrano,
nació diremos así, con el espíritu domesticado
y si supo hacer de la palabra una orquesta de
maravilla, la puso al servicio del cortesanismo
y el formulismo, vale decir, puso su espíritu al
servicio de la colonia. Garcilaso supera a Huamán
Poma de Ayala y Concolorcorvo en la Colonia y
a Ricardo Palma en la República. Ricardo Palma
ha tenido la suerte de ser difundido y conocido
por casi todo el mundo y presentado como el
s notable escritor de las letras peruanas, recién
Garcilaso comienza a ser redescubierto en todo
su íntimo valor, se le comprende y estudia y se
descubre en su tragedia personal la tragedia de
toda una cultura y la del predominio abatido de
su ciudad natal. Desde la entrada de las huestes de
Atahuallpa que derrotaron a las de Huáscar, todo
fue derrota, angustia y dolor, y Garcilaso con razón
tiene resentimiento con el partido atahuallpista, el
que representa en el incario, la misma posesión
de los trascaltecas en México. Desde Atahuallpa
comienza con la matanza de nobles cuzqueños
la destrucción de los privilegios del Cuzco, y los
mismos cuzqueñistas como Gonzalo Pizarra, que
querían ser jefes de un gran imperio indio, caen
ante la astucia solapada de un La Gasea.
Garcilaso tilda de madrastra a su tierra
madre y la califica como madre de hijos ajenos, y
esta frase lapidaria para el Cuzco, la reconocemos
verdadera a través de 400 años, y recién aparece
fuerte, pujante y reconocido «orno vefdadero
nacionalismo el cuzqueñismo, como expresión de
peruanismo y queremos que el Cuzco vuelva a ser
la madre de sus hijos.
El homenaje que se le rinde a Garcilaso
Inca de la Vega Chimpu-Ocllo, llega a todos los
confines del continente y tiene la grandeza de las
grandes horas. Bajo su símbolo eterno sentimos
vibrar la emoción unánime del nuevo mundo al
grito de:
¡AMÉRICA SIEMPRE NUESTRA!