
. REVISTA UNIVERSITARIA 141 -
postreros la maravillosa ciudad de piedra y de oro,
la sagrada Ciudad del Sol que un día -12 de abril
de 1539- lo acogiera en k'irawinca entre pañales de
fino qonpi.
Aquellos sus años de infancia y adolescencia
pasados entre armas y caballos entre espadas y
arcabuces, recogiendo con el oído atento esas
remembranzas de los pasados días de gloria y
» esplendor que hacían verter llanto inconsolable
en las veladas de la casa materna al recordar que
el
reinar trocóseles
en
vasallaje,
serían inolvidables. Lo
mismo que los días y años transcurridos bajo la
férula severa pero cariñosa del Canónigo Cuéllar,
ese buen cura que habría deseado llevar a los
mesticillos, hijos de los conquistadores a las aulas de
la famosa Universidad de Salamanca; las correrías
y excursiones al Pukara de Saqsaywaman, a los
campos aledaños y, luego, la adolescencia pasada
bajo el fragor de las guerras, los levantamientos y
los motines; las largas y angustiosas jornadas en la
casa paterna puesta bajo asedio y bombardeada
por los cañones de Hernando Bachicao, las largas
ausencias y la vida azarosa de su padre el Capitán.
Su resentimiento de hijo ilegítimo, cuando su
padre es obligado por pragmática real a contraer
matrimonio con la española doña Luisa Martel
de los Ríos, su madrastra que no lo vería, después
de todo, con ojeriza y, por último, el alejamiento
definitivo de su tierra y de su madre.
Recordemos algunos pasajes de su infancia y
su primera juventud, porque "la infancia de
Garcilaso
es
—como
dice Uriel
García—
nuestra infancia histórica,
la niñez secular del
Continente, cuyo
pasado hasta hoy no
termina de liquidarse y
cuyo porvenir,
hasta hoy también se
mantiene en ese instante de alborada,
en
estado
de la promesa
o de la esperanza..." su vida de cuzqueño nacido en
el Cozco, según escribe invariablemente.
Seguramente a poco de venir al mundo, en
abril de 1539, el niño mestizo recibió el bautismo
cristiano y quien lo apadrinó fue Francisco de
Almendras, amigo de confianza de su padre
el Capitán y conquistador de los primeros.
Posteriormente habría recibido el sacramento de
la confirmación, siendo su padrino uno de los más
ricos "vecinos" feudatarios de Cuzco, Don Diego
de Silva, dueño de las casas en que se asentó años
después el Monasterio de las Teresas Carmelitas.
Aún hoy conserva el nombre del conquistador,
la Plazoleta de Sílvac, en vocablo quechuizado.
Este caballero español era hermano del famoso
Feliciano de Silva, autor de novelas de caballerías
y citado nada menos que por Don Miguel de
Cervantes en el más célebre de los libros españoles
El
Ingenioso
Hidalgo Don
Quijote
de la Mancha.
El Capitán Garcilaso de la Vega, crecido ya
su hijo, pensó enisu educación y le encomendó en
calidad de ayo o tutor ajuan de Alcobaza, su amigo
y hombre de confianza de su casa. Fue Alcobaza
quien le enseñó las primeras letras. Luego, pasó a
la escuela que dirigía el Canónigo Juan de Cuéllar
que enseñaba cursos elementales de Latinidad.
Allí, en esa primera escuela la única por la que
pasó, porque el resto de su formación literaria
fue autodidáctica, conoció y trató a los otros
mestizos cuzqueños hijos de los conquistadores
y a los hijos de los nobles incas. Al escribir sus
Comentarios, Garcilaso los recordará 60 años más
tarde. Ellos son, entre otros: Francisco Pizarra, hijo
de Marqués Gobernador y de doña Angelina hija
de Atawuallpa, Juan Serra, hijo de Mancio Serra
de Leguízamo, el que jugó el Sol del Qorikancha
antes que amaneciera y de Beatriz Qoya, hija de
Wayna Qhapaq; Pedro y Francisco Altamirano,
hijos de Antonio Altamirano, vecino notable del
Cuzco y conquistador de los primeros; además los
hijos de Pedro del Barco y de Juan Balsa; Gaspar
Centeno, hijo del Capitán Diego Centeno; Juan
Arias Maldonado, igualmente mestizo y los hijos
indios del inca Paullu, ese fiel aliado de los blancos,
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Felipe y Carlos Inca y algunos otros más.
Los discípulos del Canónigo Cuéllar se
divertían los días de guardar y de descanso
excursionando por los alrededores de la ciudad
que iba transformándose lentamente de inca en
española. Subían a la fortaleza y entraban a los
subterráneos o chinkanas.
El cronista narró amenamente los sucesos
cotidianos que más impacto hicieron en su espíritu,
tales como los hallazgos de tesoros que los españoles
hacían en las antiguas canchas o palacios de los
incas. De la casa de Alonso de Meza, frontera de
la de Garcilaso, extrajeron gran cantidad de plata
en barras, y de la parte de la antigua Akllawasi,
el boticario Hernán Segovia desenterró un gran
tesoro. La tradición de los tapados o tesoros del
Cuzco, es, por consiguiente, muy antigua. Después
de cuatro siglos todavía queda gente que los busca.
En estos años de infancia, en sus niñeces
como escribirá en sus
Comentarios,
el joven mestizo
va acumulando experiencias y conocimientos
preciosos. Vive los momentos iniciales de la
transculturación. Vio por sus propios ojos cómo
venían de España o se aclimataban, trasplantados,
animales y plantas desconocidos en América.