REVISTA DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS AÑO LXXIII N° 13 / 2021 ISSN 2519-7592
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antepasado como curaca o gobernador por los reyes inkas del Perú. Los caciques
tuvieron interés en preservar la tradición inka, porque basaron en esta tradición la
legitimación de sus pretensiones a una posición social privilegiada.
Hasta nes del siglo XVIII el segmento indígena se había acomodado de
alguna manera en la sociedad colonial y había desarrollado complejos mecanis-
mos de supervivencia social y cultural. Hasta entonces existía aun una nobleza in-
dígena heredera de los privilegios de la época inkaica, estos eran los denominados
curacas que gozaban de una consideración social que los colocaba por encima de
los indígenas ‘del común’ y los convertían en un intermediario legitimado de los
indios ante las instituciones del Estado colonial (Manrique Gálvez, 2000)
(4)
.
El reconocimiento de los privilegios de los caciques, el choque entre dos
conceptos de justicia y Derecho, fue fuente de conicto entre el Estado colonial y la
resistencia indígena. Ya declarado el virreinato peruano, el Tawantinsuyo resistió en
Vilcabamba hasta 1572 cuando el último Inka Tupac Amaru I fue apresado por las
fuerzas del virrey Toledo y decapitado en el Cusco. A lo largo de la colonia se formó
una especie de disidencia neo–inka que rechazó el control político español. Un
hecho que debe tomarse en cuenta, por ejemplo, como movimiento disidente, es
la predicación religiosa mesiánica llamada Taky Onqoy (1560–1570) que anunciaba
el regreso de las huacas sagradas, los dioses inkas, y renegaban de todo tipo de
aculturación hispánica.
La resistencia indígena fue permanente y estuvo organizada fundamen-
talmente por los curacas autóctonos. Rowe considera que este hecho indica la
existencia de un movimiento nacionalista de resistencia indígena, que puede ser
ordenado en tres ciclos. El primero –entre otros hechos– desde las quejas dirigidas
al rey de España, escritas y entregadas en Madrid en 1742 por Vicente Mora Chimo
Capac, cacique de cuatro pueblos del valle del Chicama. Un segundo momento
con la rebelión de Juan Santos Atahuallpa (y también la de Pablo Chapi en el Cusco)
entre 1742 a 1752 y los memoriales para el Rey de España de Fray Calixto de San
José Tupac Inka: “Representación verdadera y exclamación rendida, y lamentable,
que toda la Nación Indiana hace a la Magestad del Señor Rey de las Españas, y
Emperador de las Indias, el Señor D. Fernando VI pidiendo los atienda, y remedie,
sacándolos del afrentoso vituperio, y oprobrio en que están más ha de doscientos
(4) “…durante la colonia los curacas andinos habían cumplido no sólo la misión de gobernar las pobla-
ciones andinas. Fueron, asimismo, los intermediarios culturales que articulaban a las sociedades andinas
con la sociedad mayor. Por un lado, tenían la legitimidad de su linaje nobiliario de sangre, que les convertía
en representantes de sus pueblos originarios. Eran parte de ellos, hablaban los idiomas originarios, estaban
atados a ellos por los vínculos culturales y de sangre. Por otro lado, constituían parte de la burocracia colo-
nial, encargándose de tareas claves como la confección de las listas de quienes debían ir a las mitas, cobrar
el tributo indígena, velar por la evangelización de la población indígena, etc. Culturalmente se educaban en
colegios de indígenas nobles, que buscaban socializarlos como una nobleza funcional al mantenimiento del
orden colonial. Hablaban castellano, leían, escribían, conocían de latín y se consideraban buenos súbditos
del rey de España.” [Manrique Gálvez, 2000, p.19]
El Contrato Social del Primer Periodo Constitucional del Perú (Finales del Siglo XVII a 1823)