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REVISTA DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS AÑO LXXII N° 12 / 2020 ISSN 2519-7592
las agendas estatales asimilacionistas siguen su curso, ahora matizadas y
reacomodadas ante la presión moral que implican los estándares de protección
a los pueblos indígenas. Se aúna a esto la agresiva avanzada del extractivismo y
la carrera desenfrenada de la expansión capitalista que amenazan la vida física no
solo de nuestros pueblos, sino de todos los seres que habitan la tierra.
Ante este panorama, parece casi un lujo hablar de los derechos lingüísticos
cuando a diario atestiguamos el asesinato de defensores y defensoras indígenas
en la protección de los territorios y los dones de la naturaleza.El escenario nada
alentador nos hace pensar que la agenda indianista debe concentrar casi todos sus
esfuerzos en salvar los últimos reductos donde la tierra respira en libertad y en los
que fungimos como guardianes.
Pero la resistencia trasciende el tema territorial. Mantenernos rmes en la
defensa de nuestros idiomas también permite desmantelar y subvertir las relaciones
de dominación propias del colonialismo y la colonización de la memoria (Mignolo,
1993). Siendo los derechos lingüísticos, como ya indicamos, herramientas útiles
en procesos, por ejemplo, de litigio ante las manifestaciones del asimilacionismo
estatal de intenciones etnocidas -por acción u omisión-que se expresan más allá del
desplazamiento territorial. Los derechos implican una barrera, así sea declarativa,
para un grupo hegemónico que trata de acabar “con la posibilidad de transmitir la
lengua de una generación a otra mediante la imposición de su propia lengua bajo la
apariencia de una lengua común” (Macedo et al, 2005: 40) exterminando también la
secuencia cultural y propiciando el desarraigo de las raíces culturales. (Ibídem, 2005)
Es imposible negar que la penetración de las culturas y lenguas
hegemónicas en los espacios sociales tradicionales de los pueblos indígenas
contribuye al desplazamiento sistemático de estas comunidades lingüísticas hacia
la(s) lengua(s) ocial(es), por lo que generalmente, y por acción de los cambios
generacionales, terminan suplantando a las lenguas nativas. De esta manera,
los integrantes de las comunidades lingüísticas indígenas, conscientes de la
importancia de manejar el lenguaje ocial, muchas veces decantan por negarse a
seguir reproduciendo los idiomas nativos en base a una supuesta inutilidad para
la vida práctica de las siguientes generaciones y sus relaciones con el mundo no
indígena. La necesidad de crear interlocutores válidos y ecientes con el sistema
mundo y la aldea global impulsa al menoscabo funcional y estructural de las
lenguas indígenas, eso implica que ante este estancamiento se opte por introducir
cada vez más vocabulario exógeno y elementos que terminan por convertir al
idioma en una lengua minoritaria regresiva.
La educación formal, aunque es parte de los espacios que han tributado
con ecacia al asimilacionismo de los estados nacionales, representa para muchos
indígenas una oportunidad de desarrollar potencialidades propias y comunitarias,
Alicia Moncada Acosta