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REVISTA DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS AÑO LXXI N° 11 / 2019 ISSN 2519-7592
Las Mujeres de la Asociación Nacional de Familiares Secuestrados,
Detenidos y Desaparecidos del Perú: Agenda, Tensiones y Silencios
1. Introducción
Los cambios producidos en la situación de género no obraban de
forma uniforme en el terreno ayacuchano, más bien, obedecían a las variadas
velocidades de agencia social y política (aprendizaje, resistencia y capacidades)
para destejer las tradicionales relaciones de género, (re)signicar la feminidad
y ser resilientes ante las memorias contenciosas, su producción de dolor en el
proceso de “experimentar la ancianidad” (payacha kay yachastin). La literatura
antropológica ha perlado estudios centrados en lideresas de organizaciones
subversivas (Guiné, y otros, 2018; Zapata, 2017; Kirk, 1993), defensoras de derechos
humanos (Coral, 1999; Galván, 2014; Miloslavich, 2016; Crisóstomo, 2014) dejando
de lado a mujeres que no poseen ningún cargo. Este artículo (des)centraliza la
mirada en las mujeres directamente afectadas, socias de ANFASEP, quienes se
ubican en la periferie, entendida como actoras sociales que operan dentro del
campo de la no representación de “víctima”, quechuahablantes, analfabetas,
sin haber ocupado ningún cargo directivo, que asisten bajo coacción, de la letra
y saber, de las presidentas de la referida asociación, quienes distan del discurso
institucional poniendo en tapete otras demandas como la afectación de violencia
sexual, desplazamiento y olvido, siendo silenciadas sus voces dentro de la agenda
institucional.
Inquietudes que se apoderan, se adueñan y exigen una investigación que
implique dialogar con las actoras sociales, complejizar las distintas dimensiones de
la violencia de género y demandan detener la mirada en la sumatoria de violencia
domesticada, resumida en “llevar dentro” (ukullapi apani), anclada en el constante
recuerdo, dolor, vulnerabilidad corporal y soledad. Primero se describe los disloques
discursivos, prácticas y sentidos de algunas integrantes de ANFASEP, que distan
de la narrativa institucionalizada. Para ello, se observa la política institucional de
silenciar sus voces y fundar secretos públicos.
2. La nomenclatura de una “nosotras víctima” y su agenda
Treinta y cinco años han pasado desde el día en que las mujeres se
agruparon para luchar por la verdad y justicia, bajo la dirección de Angélica
Mendoza (Mamá Anqui). La mayoría de ellas eran desplazadas de comunidades
campesinas, ayacuchanas, quechua hablantes, analfabetas, de bajos recursos
económicos y compartían la ausencia de algún familiar directo, sustraído de la
mirada pública para desaparecerlo. El Informe Final de la Comisión de la Verdad
y Reconciliación “ha determinado que, entre 1980 y el 2000, aproximadamente el
61% de las víctimas fatales provocadas por los agentes del Estado fueron mediante
la desaparición forzada” (CVR, 2004: 55). Según el grupo etario, “fueron los hombres
entre 20 y 49 años quienes conformaron el grueso de las víctimas fatales reportadas a
la CVR (más del 55%), mientras que las mujeres de todas las edades suman poco menos