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REVISTA DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS AÑO LXXI N° 11 / 2019 ISSN 2519-7592
Yeinis Cantillo Peralta
Si los arquitectos y los diseñadores urbanos reconocieran a
todas las mujeres empleadas y sus familias como constituyentes para
los nuevos enfoques de planicación y diseño y rechazaran todas
las suposiciones anteriores sobre “el lugar de la mujer” en el hogar,
¿Qué podríamos hacer? ¿es posible construir vecindarios no sexistas y
diseñar ciudades no sexistas? ¿cómo serían? (Hayden, 1981)
Por ello, la aportación con enfoque de género en el planeamiento
y políticas urbanas territoriales, tienen una importancia fundamental en la
construcción de las ciudades en un doble sentido. En primer lugar, reconociendo
que el espacio históricamente no es neutro (Muxi, 2011) por lo que requiere de
la reivindicación general del Derecho a la ciudad como espacio de convivencia
que permita y garantice unas condiciones adecuadas a la calidad de vida para
todos incluyendo vivienda, equipamientos, servicios, entorno y medio ambiente
saludable etc. (García, 1996), dejando a un lado la visión androcéntrica que se
tiene de la ciudad, donde arquitectos como Le Corbusier reconocieron que era
indiscutible la necesidad de trabajar la ciudad a escala humana, pero escala
medida sobre 6 pies de altura o 1.82 metros promedio superior a las mujeres
(Guardian, 2014).
En segundo lugar, porque si el n de la planicación urbana es garantizar
una adecuada calidad de vida, propiciar a una “justicia social” o por lo menos
intentar integrar las interrelaciones, espaciales, socio-culturas, económicas y
ambientales de las ciudades en soluciones a problemas urbanos complejos a partir
de políticas urbanas, programas territoriales e instrumentos de planicación, es
evidente que para ellos es preciso analizar y conocer los problemas, necesidades
y demandas concretas de cada grupo social sin las presiones patriarcales (Muxi,
2011).
La antropóloga urbana Caroline Moser, “hace la distinción entre las
necesidades prácticas de género, como las sillas altas para bebes o baños y las
estratégicas como la representación política, o instalaciones recreativas solo para
mujeres” (Guardian, 2014)
A este primer punto, damos como ejemplo la diferencia sustancial en el
uso de los medios de transporte en ambos sexos. Por ejemplo, el estudio Gender,
Travel and Job Access; evidence from Buenos Aires del Banco Mundial declara que
en un 25% de los viajes que realizan las mujeres en Buenos Aires son a pie y, en
la mayoría de las ciudades de la región, las mujeres son las principales usuarias
del transporte público. En cambio, los hombres son los principales usuarios de
los automóviles (Bank, 2014). Las mujeres se ven obligadas a movilizarse a pie
por el costo de comprar un automóvil o tomar taxis todos los días, los sistemas
no responden a sus necesidades de movilidad y por último por que el transporte
público no suele llegar a donde las mujeres quieren ir (guarderías, centros médicos
o áreas donde ellas trabajan. (Monjesilva, 2016)